Mayo mes de la mujer
- Esperanza Niño Izquierdo
- 25 abr
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr
Trabajo, Liderazgo y Lucha Contra la Invisibilidad
El mes de Mayo, una fecha que trasciende las flores y los discursos vacíos, para recordarnos que aún hoy, las mujeres continuamos luchando por la equidad, la visibilidad y el reconocimiento. No se trata solo de celebrar el día de las madres, sino de reconocer el trabajo, el rol en la familia, del liderazgo social de miles de mujeres que a lo largo de la historia han abierto caminos desde el pensamiento, la ciencia, la política y el hogar.
Hoy no basta con recordar nombres. Es urgente visibilizar historias, estructuras, y sobre todo, resistencias. Desde la antigüedad, las mujeres han sido pensadoras, artistas, científicas y líderes. Sin embargo, la historia oficial —narrada y administrada por hombres— las ha relegado al olvido. Ese olvido estructural es lo que desenmascara Mujeres rescatadas del olvido*, un libro que invita a mirar la historia desde una perspectiva feminista, desmontando los pilares patriarcales que aún hoy definen nuestras sociedades.
El patriarcalismo no es solo una herencia cultural: es un sistema que ha moldeado cada esfera de la vida pública y privada. En la antigüedad, mujeres como Aspasia de Mileto, Hildelgarda de Bingen o Christine de Pizan fueron silenciadas o marginalizadas por un discurso dominante que las consideraba inferiores. Pero ese mismo patrón se replica hoy en pleno siglo XXI.
Mary Wollstonecraft, una de las primeras feministas ilustradas, alzó su voz en el siglo XVIII con su Vindicación de los derechos de la mujer, exigiendo educación y autonomía para las mujeres. Christine de Pizan, escritora y editora en la corte francesa del siglo XV, defendió a las mujeres desde las letras en un mundo dominado por hombres. Todas ellas, desde diferentes trincheras sembraron las bases de una lucha que hoy continúa.
La exclusión de las mujeres no ha sido accidental. Se ha tejido cuidadosamente en los hilos de la historia cultural, científica y artística. Pero también se ha tejido la resistencia. Las mujeres han estado presentes desde el inicio, creando, descubriendo, enseñando, aunque rara vez se les reconociera.
En el arte y la música, figuras como Artemisia Gentileschi y Clara Schumann rompieron moldes en contextos donde la creación femenina era vista como una anomalía. En la ciencia, mujeres como Marie Curie y Rosalind Franklin lucharon por reconocimiento en campos que las relegaban sistemáticamente. Y en la literatura, escritoras como Sor Juana Inés de la Cruz, Mary Shelley o Virginia Woolf abrieron caminos en soledad y contracorriente.
El cine es otro ejemplo elocuente. Aunque la historia oficial recuerda a los hermanos Lumière como los padres del cine, fue Alice Guy-Blaché, una mujer, que dirigió la primera película narrativa en 1896. Su legado fue silenciado por décadas. Hoy, sin embargo, las mujeres están recuperando la voz que les fue negada.
En América Latina, Lucrecia Martel (Argentina) ha revolucionado el lenguaje cinematográfico con una mirada crítica y profundamente femenina. En Colombia, Laura Mora, directora de Los reyes del mundo, ha ganado premios internacionales al retratar con sensibilidad y fuerza la violencia y el abandono en los márgenes sociales. Y en España, Isabel Coixet ha explorado el universo emocional femenino con una estética propia, convirtiéndose en una de las cineastas más influyentes de ese país.
Estas creadoras no solo narran otras historias; están desmontando, desde la imagen, el guion y la dirección, el modelo patriarcal de representación. Nos invitan a ver, a sentir y sobre todo, a pensar desde otros cuerpos y otras voces.
En pleno siglo XXI, la participación de la mujer en la fuerza laboral y en los espacios de poder sigue siendo desigual. Aunque las mujeres representan casi la mitad de la población mundial, su presencia en cargos directivos, gremios económicos y entes decisorios es mínima. En Colombia, por ejemplo, solo el 25% de las magistraturas en las altas cortes están ocupadas por mujeres. En entidades como el Banco de la República, que tiene un enorme poder de decisión sobre la economía nacional, las mujeres han estado históricamente precariamente representadas en los niveles más altos..
En el sector empresarial, los gremios económicos siguen siendo espacios predominantemente masculinos. Las decisiones que afectan a toda la sociedad se toman, en su mayoría, sin la mirada ni la voz de las mujeres, lo que perpetúa un modelo desigual.
Preguntémonos: ¿quién decide sobre los derechos reproductivos de las mujeres en Colombia? ¿Quién legisla sobre el aborto, las licencias de maternidad, la igualdad laboral? Un Congreso mayoritariamente masculino. ¿Quién dicta las sentencias sobre esos mismos temas en las cortes? En su gran mayoría, hombres.
En un país donde las mujeres son más de la mitad de la población, la representación femenina en espacios de poder sigue siendo simbólica. Las decisiones que afectan directamente a las mujeres, sus cuerpos, sus vidas y sus familias, son tomadas por estructuras que no las incluyen ni las representan.
En Colombia y América Latina, las cifras de desigualdad de beneficios estudiantiles y de posgrado son alarmantes. En los programas de becas internacionales como Fulbright, DAAD o Erasmus, la mayoría de los cupos en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas) siguen siendo otorgados a hombres. Las científicas enfrentan obstáculos estructurales: precariedad laboral, dificultades para conciliar maternidad e investigación, y falta de redes de mentoría.
En el mundo de la literatura, los festivales y ferias siguen priorizando voces masculinas. Las mujeres escritoras son presentadas como “revelaciones” aunque tengan décadas escribiendo, mientras los hombres son celebrados como genios desde su primer libro.
En los espacios de poder global, el panorama es igual de preocupante. El ascenso de líderes conservadores como Donald Trump en Estados Unidos ha representado un retroceso en los derechos adquiridos: limitaciones al aborto, eliminación de fondos para programas de planificación familiar, discursos misóginos legitimados desde el poder.
Esa ausencia no es casual: es el resultado de siglos de exclusión institucionalizada. La escuela, la política, la economía, incluso la iglesia, han sido agentes activos del patriarcado. La educación ha reproducido estereotipos de género que inhiben la autonomía femenina. La iglesia ha legitimado la obediencia y la sumisión como virtudes femeninas y la política ha legislado sobre el cuerpo de las mujeres sin escucharlas.
Sin embargo, el liderazgo femenino no solo se mide en cifras o cargos. Las mujeres han sido impulsoras clave de cambios sociales, tanto desde el activismo como desde sus roles en la familia. Son madres, trabajadoras, líderes comunitarias, defensoras de derechos humanos, educadoras. Han sostenido economías enteras con trabajo no remunerado y han sido la columna vertebral de innumerables luchas por la justicia y la dignidad. Bástenos recordar el rol de las mujeres de hoy, vulneradas por la violencia en casi todos los departamentos de nuestra nación, pero su lucha por la dignidad es continua, las desplazan y vuelven a su terruño hasta que encuentran la muerte en su persistencia, abonado el camino para que otras valientes mujeres enarbolen sus banderas.
Hoy, es imposible hablar de transformación social sin reconocer a las mujeres lideresas afrodescendientes, campesinas, indígenas, urbanas, que día a día construyen país desde las bases, a pesar de la violencia, la discriminación y el olvido institucional. De garantizar representación paritaria, sí, pero también de cambiar la lógica de poder que sigue privilegiando al varón como medida de lo universal.
Así, pues, dedicar el mes de mayo a la mujer, no solo como madre que lo es, no debe ser solo un acto simbólico, sino un llamado urgente a la acción: a revisar nuestras estructuras, a garantizar igualdad salarial, a la representación política real, el acceso equitativo a la educación, a la ciencia y a la cultura. No se trata de integrar mujeres en un sistema desigual, sino de transformar ese sistema. Es reivindicar la memoria feminista, pero también activar la lucha por el presente.
La historia ya nos ha mostrado que sin las mujeres, el desarrollo humano es incompleto. Ahora, el reto está en garantizar que nunca más sean invisibles.
Hoy más que nunca, necesitamos rescatar a las mujeres del olvido. No solo a las de la historia, sino a las del presente. Las que no aparecen en los libros, ni en los noticieros, ni en los salones del poder. Porque sin ellas, no hay justicia. Y sin justicia de género, no hay democracia.
Abogada, Magister en Administración pública, . Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed EKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.
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