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Un pretendido magnicidio como proceso de manipulación

  • Foto del escritor: Alvaro Echeverri Uruburu
    Alvaro Echeverri Uruburu
  • 29 ago
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 31 ago


Miguel Uribe Turbay
Miguel Uribe Turbay

El cobarde asesinato del senador Miguel Uribe Turbay, que sin duda despertó sentimientos de dolor y solidaridad en amplios sectores ciudadanos, fue aprovechado para que mediante una hábil y muy bien diseñada campaña publicitaria, provocara determinados efectos políticos.

 

Un primer paso, consistió en elevar el crimen a la categoría de magnicidio (del latín magnus grande y cidiomuerte). El diccionario de la RAE define dicha figura como “la muerte violenta de una persona muy importante por su cargo o poder.”

 

A esta categoría corresponden sin duda, los asesinatos del presidente Abraham Lincoln a manos de un individuo de un Estado sureño derrotado en la Guerra Civil norteamericana de 1861- 65; el del archiduque de Austria Francisco Fernando en Sarajevo por un nacionalista serbio que condujo a la Primera Guerra Mundial y del primer ministro Isaac Rabin por un extremista judío con el propósito de sabotear los acuerdos de paz entre Israel y Palestina.  En Colombia, sin duda los crímenes  contra Gaitán y Galán tuvieron como finalidad impedirles su seguro ascenso a la presidencia de la república.

 

Nadie niega que Miguel Uribe Turbay fuera una figura joven promisoria, más que por sus méritos personales por su pertenencia a una familia política poderosa y con importantes relaciones con los poderes económicos y políticos del país.  Pero le faltaba trayectoria para adquirir la talla de una persona muy importante por sus acciones y realizaciones con impacto en la sociedad civil para que su asesinato pudiese ingresar a la categoría de magnicidio.

 

De otra parte, durante su tránsito por la vía pública demostró una insensibilidad propia de una clase social ajena a los dolores y tragedias de los sectores más débiles, como en los casos de la violación y muerte  de Rosa Elvira Cely o el del joven bachiller Dilian Cruz, asesinado por la fuerza pública cuando participaba en una protesta pacífica. A las madres de Soacha, que clamaban justicia por la muerte de sus hijos en los llamados “falsos positivos”, las tildó de mentirosas.  En cada momento crucial, su posición fue siempre de frialdad, negación y desprecio por el sufrimiento ajeno.

 

Su labor como congresista se limitó a oponerse en forma sistemática, aparatosa y a veces infantil, a todos los proyectos del actual gobierno sin importar su contenido social, como en los casos de las reformas laboral y pensional.

 

Esta trayectoria política tan poco  edificante, que por supuesto fue omitida, para por medio de una operación publicitaria de alta cirugía (las emisiones enteras de los canales  privados de televisión) dedicados a destacar al personaje, entrevistas acerca de su actividad como concejal y congresista, grandes fotografías en los medios escritos, transmisiones en directo de las personas que acudían a la clínica para solidarizarse o para orar por su recuperación), aprovechó el poder simbólico del asesinato para articularlo con el anclaje emocional de cientos de personas que meses atrás ni siquiera habían oído hablar del senador. Con todo, tras varios días luchando por sobrevivir, las encuestas lo situaban como ganador indiscutible de la presidencia en el evento de que se recuperase del atentado, cuando ni siquiera se habían escogido los candidatos de los partidos políticos que irían a la contienda electoral. 

 

Para completar, el discurso de Álvaro Uribe desde su prisión domiciliaria en el funeral de Miguel Uribe leído por el director del centro democrático en contra de los reiterados llamamientos de muchos sectores a la moderación, acusó al presidente Petro de haber instigado el asesinato de su ahijado político. Finalmente, trastocando el rito religioso del funeral, el padre de Miguel Uribe, leyó todo un manifiesto político, para concluir entregando la candidatura de su hijo al jefe natural de ese partido.

 

Toda esta operación de manipulación estuvo inequívocamente dirigida a sacar réditos políticos de la muerte de Uribe Turbay a favor de un partido debilitado de tiempo atrás, que había recibido recientemente uno de los golpes más duros a su prestigio, a raíz de la condena decretada en primera instancia a su fundador y líder indiscutible.

 

Sin duda, la derecha extrema del país ha resultado fortalecida de todo este cuestionado proceso.

 

El Editor,

1 comentario


Maria del Pilar Cuesta T.
07 sept

Estoy de acuerdo con su analyses sobre la muerte del senador, a quien lo subieron a un pedestal que aun no habia construido y sus cimientos aun estaban en terreno movedizo. Si me atrevo asegurar que la mayoria de colombianos no lo conocian. Este mesias creado por una realidad triste y desafortunada de nuestro pais le abre el camino a su padre, un hombre de sangre fria y calculador a quien tampoco el pais conoce, pues no ha hecho meritos y no los hara xa ganarse la confianza del pueblo.

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