top of page

Santa Marta resiliente.

  • Foto del escritor: Luis Eduardo Ávila Gómez
    Luis Eduardo Ávila Gómez
  • 26 may
  • 7 Min. de lectura

Esta Santa Marta que se levanta entre la Sierra y el mar cumplirá 500 años el 29 de julio de su fundación o como se le quiera llamar; se leerán variados y juiciosos estudios, se celebrarán fiestas y conmoraciones, se leerán bandos, se expedirán decretos, concurrirán políticos, ilustres historiadores, se rociará con agua bendita de la catedral, se adornarán con festones sus calles en medio de las inmundicias de las carencias. No faltará pólvora y excesos de gastos por justificar; tambores africanos, danzas indias, delegaciones ibéricas y llamados a las consultas y cabildos del momento. Para el 30 de julio, todo será como antes con la resaca del derroche de una épica celebración.


Santa Marta la primera ciudad de Suramérica. Con anterioridad, los conquistadores se habían asentado en Santa María del Darién y San Sebastián desaparecidas y abatidas por las pestes. De hecho, el joven e ilustrado sevillano Rodrigo de Bastidas abandonó su oficio de notario en Triana para cruzar allende el océano. Ya desde 1501, sus naves fondeaban en el litoral de lo que hoy es la Costa Atlántica Colombiana.


Precedida por la cruz de la religión del amor al prójimo y del perdón de las faltas; aquella que prohíbe el robo, proscribe la injuria, el no matarás,  no adorarás otros dioses y no desearas la mujer ajena, se impuso a sangre y fuego por  “instrucciones” de Isabel la Católica de evangelizar a los habitantes de estas tierras. Sin embargo, nuestros nativos todavía hoy conservan sus dioses tangibles, agua, tierra, planetas; estos siempre estarán ahí.


 Se dice que ocurrió un día de Santa Marta de Betania, cuando Rodrigo de Bastidas luego de veinte cinco años de merodeos y cambalaches. La fundó a orillas del Río Manzanares, así lo llamo, como el de la península que nace en la Sierra de Guadarrama en el ventisquero de la Condesa, a 2010 metros sobre el nivel del mar  que discurre y baña a Madrid. En el entorno tropical de aguas caudalosas y cristalinas, y de otras fuentes que irrigaban cultivos y alimentaban rebaños de los indígenas de Gaira, Taganga, Bonda y Mamatoco, creció “La Perla de América”.


Este inquieto navegante también había bautizado el Río Magdalena y el Dulce golfo del Darién. Hizo cuatro expediciones antes de la” fundación “. Fue llevado al Puerto de Cádiz, preso acusado de vejámenes y liberado al comprobarse que los cargos eran obra de Bobadilla, una vez libre, exonerado de crimen alguno, se le restablecieron títulos y patrimonio y por las calles de Alcalá de Henares pueblo natal de Cervantes y del arcipreste de Hita hizo su paseo triunfal.


Paradójicamente no fueron las flechas de los aborígenes quienes pusieron fin a su existencia, Bastidas murió traicionado el 28 de julio de 1527. El asesino, el teniente Juan de Villafuerte le apuñaló por la espalda, le arrebató el poder y sus tesoros. Herido de muerte viajó a Santo Domingo y finalmente es en Cuba donde la muerte lo abraza.


Se tendrá en la memoria la centenaria resistencia Tairona que duró hasta el 1600, cuando el Gobernador Juan Guiral Velón con una fuerza descomunal, traicionera y desleal arrasó las poblaciones indígenas taironas; sus caciques, más de setenta, fueron condenados a muerte por el delito de resistencia. Cuchacique, el más beligerante fue capturado, atado a dos potros fue descuartizado. Cuenta el Historiador Joaquín Viloria de la Hoz, que su cabeza fue puesta en jaula y sus partes exhibidas en cada una de las entradas de Santa Marta, como mensaje intimidatorio del régimen sanguinario. Igual suerte corrieron los setenta y tres jefes ejecutados, cuyas casas fueron incendiadas y despojados de sus bienes. Los sobrevivientes fueron condenados a pagar la empresa criminal. Cinco siglos después, aún los vestigios del horror siguen presentes. Es evidente que los indios no confían en el hombre blanco.


Imaginemos al caribe prehispánico con avanzados conocimientos de botánica, dueños de los saberes ancestrales, de los secretos de sus plantas, sabían de las fases de la luna, de cuando sembrar, cuando recoger, cuando las mujeres estaban en tiempos de fertilidad, leían las nubes y sabían cuando recibirían su regalo. Conocedores como los hermanos de los Andes y los Mayas, de la arquitectura del transporte de moles de piedras y su talla, del levantamiento de sitios de adoración y ceremonias, de una organización social que acataban cuya base era el respeto hacia los ancianos.


Se sabe que sus embarcaciones llegaron hasta la actual Nicaragua y Guatemala. Su innegable poderío se puede colegir de los vestigios del Pueblito Chayrama, de la Ciudad Perdida del Tayrona lo mismo que de algunos hallazgos de orfebrería en el Río Buritaca y Río Frío en Ciénaga.


El Cacique Bonda, mito o realidad. Para algunos, nunca existió, pero sí su pueblo. En su honor uno de los distritos de Santa Marta lleva su nombre. Se refugiaron de los horrores de la conquista en la insondable Sierra y desde allí planearon la estrategia de recuperar sus territorios e incendiar los asentamientos de los usurpadores. Hechos repetidos a los que sobrevivió Santa Marta.  


Esta resiliente Santa Marta, resistió a 19 grandes incendios provocados por los piratas que la saquearon entre 1655 y 1692, no fue amurallada y defendida por la Corona como Cartagena, pero en el Morro se levantó un gran fuerte y otros menores. Esta ya católica ciudad levanto su catedral entre los años 1766 y 1796 ofreciendo el primer oficio religioso.

Hoy los pueblos indígenas que habitan la ancestral Sierra Nevada pese al mestizaje conservan su lengua, costumbres, adoran a sus dioses, respetan a la madre tierra, conservan su vestimenta, cuidan de sus rebaños y tienen una organización social en donde la mujer juega un rol importante.


Pueblos como los Kogui, sustentado en profundas raíces espirituales con la naturaleza, conviven con los habilidosos agricultores Wiwas, con los Arhuacos, Kankuamos, y Taironas, quienes durante miles de años se han asentado en la generosa despensa de agua y alimentos propios para cultivar, pastorear y cazar. Al norte en la Guajira y Venezuela, permanecen desafiando las carencias, los milenarios Wayús. 


También hoy hay cultivos de la ancestral coca con fines de narcotráfico; explotación de ganadería que arrasa grandes territorios. Bandas criminales al amparo de la ausencia estatal, todo ello pese a ser el oráculo de presidentes que prometen la reivindicación de sus derechos. Se cumplirán otros 500 años y más de abandono en la soledad y olvido.


¿Celebrarán estos pueblos 500 años de olvido y arrasamiento?

Bondas, Wiwas, Tayronas y  Gairas, hoy nombres sonoros de lugares, edificios, hoteles, están en la memoria de sus gentes tan arraigados como el propio Caribe, así denominaron a los indios feroces que dignamente con su vida defendieron sus tierras, cultivos, metales preciosos y aguas sagradas.


Dentro de los olvidados, podemos afirmar que Bonda, ese nombre que leen en los tableros de los buses azules, los turistas inmediatamente llegan al aeropuerto internacional Simón Bolívar, o de la Perla de Caribe, o como la bautizaron los locutores febriles de los partidos del ciclón bananero “ la bahía más linda de América, “además de ser una de las zonas de Santa Marta, un Cacique BONDA , conocido así, repelió la presencia de los intrusos que se atrevieron a interrumpir la paz, la armonía y equilibrio con la naturaleza, a robar sus tesoros, cultivos , adueñarse del agua, someter a sus ocupar sus territorios para refugiarse en las proximidades de la Sierra Nevada, tierra sagrada de Koguis, Arhuacos , Wiwas y Kankuamos.

Bonda un joven, aguerrido luchador de la resistencia, alcanzó gracias a su habilidad que había obtenido en los rutinarios trabajos de la agricultura y la pesca y conocedor del territorio, el respeto de su pueblo y el temor de sus adversarios. Sabía de las estrategias y descubrió las debilidades de los usurpadores.


Como líder entrenó a los jóvenes guerreros en el uso de sus armas, flechas, cerbatanas logrando desterrar por un tiempo a los invasores. Bonda símbolo de resistencia, valor, justicia, defensor de sus hijos , mujeres y habitantes. Hoy gente laboriosa luce con honor la perpetuidad de su nombre.


La Santa Marta realista que sufrió el ataque  del coronel francés Pierre Labatud, al servicio de la republicana Cartagena .Fueron los Caciques indígenas  quienes valerosamente repelieron los excesos y abusos del francés. Antonio Núñez, autoridad indígena convocó a los  indios de Mamatoco y Bonda que expulsaron las tropas mandadas  por el gobierno patriótico de Cartagena.


Años después fue en Santa Marta desde donde el pacificador Pablo Morillo, emprendió la cruel reconquista de Cartagena y la Nueva Granada. Sobre su pecho se estamparon los galones de la condecoración al anciano Núñez Cacique de Mamatoco, por los servicios prestados a la corona.


Esta Santa Marta libertaria y aguerrida, fue retomada para 1820 cuando Carreño, Padilla y Maza derrotaron las fuerzas realistas en la batalla de la Ciénaga Grande; el resultado 700 muertos, y más de 1.000 entre prisioneros y heridos de los reclutados por los realistas, en su mayoría indios pobladores de la Ciénaga.


Es esta Santa Marta la  que vio morir un 17 de diciembre de 1830 en San Pedro Alejandrino en Mamatoco, al libertador de las Américas. Días antes había llegado enfermo y olvidado, dolido por las traiciones que laceran profundamente su alma. La primera semana de diciembre de 1830, llegaría a alojarse en a la histórica casa de las Aduanas ,días después sería llevado  allí para su velación. Esta Santa Marta que en su catedral y en su memoria por años, conservó los despojos del Libertador.


La cinco veces centenaria Santa Marta, tiene un rico colorido de pieles africanas, indígenas, cruces con españoles de ascendencia musulmana por ochocientos años  y luego terminada la Gran Guerra, recibió a  sirios, libaneses, palestinos y árabes llegaron aventajados comerciantes como el Melquiades de García Márquez con las mercancías, esencias, lámparas, tapetes, telas y sedas a teñir el trópico por si multicolor, multiétnico, multicultural; suculentas comidas, dátiles, conocimientos de agricultura, poblaron Magdalena, Guajira, Maicao , Ciénaga, llegaron a todo el caribe, hasta las serranías de Córdoba, Sucre, Planeta Rica, Sincelejo. Entraron por la puerta grande de Santa Marta, hoy en su descendencia cuentan poderosos dirigentes empresariales y políticos; en este laboratorio gente buena, trabajadora se habla a velocidades que no corresponde al de sus movimientos bajo el sol inmisericorde.


Como Santa Marta ninguna

A esta Santa Marta destruida por las fuerzas de la naturaleza en el terremoto de 1834, de las pestes y epidemias como la del cólera cinco años después, desbordamientos e inundaciones, centro de luchas partidistas, olvido estatal, corrupción, es a la que le rendimos un tributo por su resiliencia, a la rebelde y monárquica. En sus calles y barrios, sus gentes esperan que una de las tantas promesas se cumpla, aquella que dará igualdad como derecho humano básico para que con sus caudalosos ríos irriguen por fin agua y salud a sus habitantes. Esta Santa Marta es la que no merece más saqueo de sus clanes centenarios.

Gracias a la hospitalaria y resiliente Santa Marta.    

 

*Abogado.


 

 

1 Comment


Dora Stella Farfan Peña
Jun 04

Felicidades por el trabajo. Qué bien escrito!

Me ha encantado leerlo .

Like
bottom of page