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Prohibido leer: Donald Trump

  • Foto del escritor: Esperanza Niño Izquierdo
    Esperanza Niño Izquierdo
  • 30 oct
  • 4 Min. de lectura

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La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo” (Pablo Freire)

 

Donde se queman libros, se termina quemando gente” (Heinrich Heine)             


Las agencias PEN America y ALA (American Library Association) han realizado un detallado informe sobre la cantidad alarmante de títulos de libros, alrededor de 23,000, que han sido prohibidos en las escuelas públicas y en las militares de los Estados Unidos.

 

Esta nueva lista, no es un hecho aislado: prolonga una práctica que se extiende desde hace décadas y que contradice el espíritu de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, aquella que garantiza “el derecho a la libre expresión y a recibir información”.  

 

El Tribunal Supremo en  Board of education Vs. PIco en 1982, se pronunció  en una demanda en la que estableció que, los distritos escolares  no podrían prohibir la lectura de libros por razones ideológicas o simplemente para suprimir ideas.

 

Sin embargo, esta práctica ha venido en ascenso desde 2021 al 2025 especialmente en los estados de Florida, Texas, Iowa, Tennessee entre otros, impulsada en escuelas públicas por movimientos locales de ultraderecha y leyes estatales que dan plenos poderes al grupo parental para prohibir  o “desafiar” libros, invocando razones tan banales como textos “indecentes” “pornográficos” o “inconsistentes con los valores locales“. Aunque organizaciones académicas y de defensa civil han demandado varias de tales normas, no obstante, consuetudinariamente viene primando la censura, tal como se puede constatar en la actualidad.

 

Ahora bien,  abordando las consecuencias de esta absurda política, nos encontramos de frente con las prohibiciones del siglo XVI en Europa cuando se estableció el “ Indice” (Index Librorum Prohibitorum) que contenía el listado de “libros prohibidos por la Iglesia católica que ejercía gran influencia sobre una población mayoritariamente analfabeta. Imponía la supresión de textos que según los doctores de la Iglesia iban en “contravía de la fe católica”, “la ortodoxia doctrinal” ya que contenían ideas heréticas; se prohibió la circulación de libros de filosofía de ciencias, de literatura bajo la premisa de que eran una amenaza para la autoridad eclesiástica e iban en contra de los “fundamentos de la moral cristiana”. En aquel catálogo del miedo que dictaba  lo qué   podía o no pensar el ser humano, figuraron nombres tan luminosos como Dante Alighieri y Blaise Pascal. A Dante se le castigó por atreverse a imaginar varios papas en el infierno y denunciar la corrupción de su tiempo en la Divina Comedia; a Pascal, por sus Cartas provinciales, donde desmontaba con ironía la soberbia de la Iglesia. Ambos fueron condenados no por sus errores, sino por su lucidez, porque toda lucidez, en manos del pueblo, resulta peligrosa.

 

Ahora en pleno Siglo XXI,  asistimos a la reconstrucción de un puente con los fantasmas del pasado. A pesar de los avances tecnológicos y del acceso inmediato a la información, vuelven a surgir nuevos Savonarolas, impulsados por una ideología hipócrita que, bajo apariencia del patriotismo, reproduce viejas formas de control ideológico.

 

Las órdenes ejecutivas de Donald Trump, redactadas con astucia sibilina, restringen el debate sobre la diversidad, las personas transgénero, la equidad y la inclusión. Prohíben promover ideas “antiamericanas” o cuestionar los documentos fundacionales de Estados Unidos por racismo o sexismo. Es decir: se apela a la libertad, para limitar la libertad de pensamiento.

 

Con ese discurso los Estados Unidos están tocando peligrosamente las puertas del fascismo como lo decía George Orwells en su libro 1984 sobre la información histórica que era necesario reescribirla para mantener los hilos  del poder ya que, “quien controla en pasado controla el futuro; quién controla el presente controla el pasado” O las premoniciones literarias  de Fahrenheit 475  de Ray Bradbury donde se quemaban libros para evitar que las personas pensaran por sí mismas: “sino quieres que un hombre sea infeliz políticamente, no le des dos caras de una cuestión que lo preocupen, dale solo una”.  Así con una sola visión del mundo las personas, las masas, no pueden pensar por sí solas, ni podrán imaginar nada diferente a lo que la autoridad quiere.

 

Estas decisiones no son gratuitas toda vez que utilizando el lenguaje patriótico se restringe el pensamiento plural, crítico. Controla la narrativa sobre la identidad, la raza y el género que solo incluye la pareja conformada por hombre- mujer. Tal como sucedía en la época del siglo XVI con el índice ahora con el nuevo índice, tenemos la formación de una ciudadanía adiestrada  para obedecer y no para cuestionar. Asunto grave como decía el profesor Andrés de Zubiría: “Las revoluciones culturales no las hacen los rebaños de ovejas”.  Estas solo van por el camino indicado que puede ser el abismo a la mayor ignorancia vista a estas alturas del desarrollo técnico, social y económico mundial.

 

Es insólito constatar que según el informe de las mencionadas agencias se haya incluido en el índice dos textos de García Márquez: “El amor en los tiempos del cólera y “Cien años de soledad" por su “contenido sexual y lenguaje fuerte”.  De Isabel Allende “La casa de los espíritus" por contenido sexual, violencia y supuestas ofensas al catolicismo y “El Zorro"; o de Gloria Anzaldúa, “La frontera", que trata sobre el mestizaje.  Algunas de estas obras son prohibidas o “desestimadas” por contener temas religiosos o políticos polémicos o por considerar que fomentan resentimientos raciales. Dichas  prohibiciones  como podemos analizar, no se dirigen solo contra contenidos sexuales o violentos, sino también contra las voces críticas, híbridas o mestizas que ponen en cuestión el relato único fundacional  de la nación.

 

Las decisiones en este sentido, son un claro camino hacia al fascismo, un instrumento que condena claramente a cerrar las compuertas del avance social de la libertad de expresión.  Cerrar las ventanas del libro es cerrar el alma de los seres humanos. Es retroceder en la formación del poder del arte, donde se crea lo nuevo, lo disruptivo.  En fin, la lectura es un lugar de subversión, deja lo viejo y trae lo nuevo, pero vuelve al pasado, a los clásicos, al conocimiento del interior humano.

 

Cercenar este elemento del conocimiento como es el libro, es cercenar la cabeza del pueblo estadounidense, es formar ciudadanos conformes, una masa dócil, temerosa y fácilmente propensa a asimilar y  repetir discursos dominantes sin cuestionarlos.


*Abogada, Magister en Administración pública, . Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed EKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.

 

 
 
 
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