¿Palestina tendrá futuro?
- Esperanza Niño Izquierdo
- 25 ago
- 8 Min. de lectura
“Europa y el mundo han perdido su alma en Gaza”
(Josep Borrel , exvicepresidente de la Comisión europea)

Cuando una ideología subempática pone a pensar a sus seguidores imbuidos en el discurso del odio, con la que se les inculca desde siempre, sobre la base irracional de que a los otros seres humanos a los que combatimos, sobran , porque necesitamos su territorio, dado que estamos convencidos de que es nuestro por derecho “divino”. Por tanto, no merecen vivir y por ende tenemos el derecho a desvivirlos, sín la menor consciencia humanista que permita tenerlos como seres humanos. Es lo que estamos viendo día a día y desde hace ya casi dos años sobre la humanidad de los palestinos, hoy denominados con el termino reduccionista de Gazatíes, con lo cual se ha venido desvirtuando el concepto de pueblo Palestino.
Ideologías que ponen a las gentes del común en problemas existenciales en oposiciones excluyentes, es decir, es él o yo; uno de las dos sobras en este mundo, pues en un sistema inmerso en esa mentalidad es imposible coexistir con el otro. Si antes la guerra consistía en el avasallamiento, en la derrota, en la conquista de los otros pueblos, hoy Netanyahu y su camarilla de fanáticos criminales, lo que buscan es el total aniquilamiento del “enemigo” palestino, creado por ellos en el discurso colectivo que dicta como el derecho a existir es solo suyo, el de los sionistas.
Las definiciones simplistas, como lo califica el gobierno de Israel de “conflicto”, dejan al margen la magnitud de los desastres de toda índole que causa la verdadera guerra que adelantan. No consideraran la responsabilidad histórica que conlleva este genocidio, ni consideran siquiera una nueva disposición para cambiar, para humanizarse y rebobinar el discurso, aunque vean y miren a diario las muertes que se vienen causado y visualicen, día a día, por los medios que inundan las redes a los niños y mujeres que con ollas desgastadas y detrás de una ruina, esperan aglomerados y famélicos una cucharada de sopa para no morir de inanición ese día.
La fuerza de la unión es infinita. La prueba está a la mano, como cuando Europa decide unirse en un conglomerado de países para conformar un cuerpo fuerte con el propósito de evitar nuevos conflictos en ese continente y fomentar la independencia económica y la cooperación política.
Esta última motivación es la que más llama la atención hoy: que invocada en un espíritu de cooperación pretendía promover la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho de los países miembros. Poco a poco fue consiguiendo que más países, sobre el cumplimiento de estándares democráticos, una vez pasaran las pruebas establecidas como democracias, pudieran ser parte de La Unión. Esta integración de Estados cuyo el principal objetivo, claro sin desconocer el económico que en últimas es el primero. Se consolida entonces y recibe miembros desde 1993 en virtud del tratado de Maastricht, que crea oficialmente la Unión Europea.
Aunque Israel no hace parte de la Unión Europea sí está comprometido mediante el acuerdo de asociación de la Unión Europea que implica gratuidad en aranceles, acuerdos económicos en varias áreas de la producción desde el año 2000. Otra parte de su objetivo es discutir decisiones políticas y económicas, así como cooperación bilateral regional.
Este antecedente histórico tiene sentido para explicar la participación activa de Israel y a la inversa. Sobre todo, en estos dos últimos años en los que se ha desatado la peor masacre humana de este siglo ante nuestros ojos sin que esa fuerza de la Unión Europea como cuerpo humano que representa las naciones, se conduela y revise en “términos de humanitarismo” la magnitud de la tragedia que azota al pueblo palestino.
Es imposible que estos líderes europeos no se hayan percatado de lo que ocurre a ese pueblo desde que Netanyahu y su equipo de gobierno decidieron acabar sin tregua hospitales, escuelas, comunidades y viviendas hasta convertirlas en escombros de horror, donde todavía yacen los muertos bajo las ruinas que van dejando al paso del ejército de Israel, enfundado en el odio y formado para destruir totalmente una cultura, una religión un mundo intelectual de una población inerme.
En momento que escribimos esta columna, van más de 60,000 muertos y más de un millón de desplazados. Los colonos judíos, entre tanto en la Cisjordania ocupada vienen apropiándose ilegítimamente de los terrenos palestinos, construyen y urbanizan a la vista del mundo y nadie de ese conglomerado institucional, ninguno de sus líderes se atreven a alzar sus voces en conjunto para poner fin a este Infame desplazamiento y consecuente genocidio.
Oímos sí voces que hablan fuertes sin tapujos ni hipocresías, que ponen en cifras claras y comprobadas la magnitud de esta tragedia como Francesca Albanese Relatora especial de Naciones Unidas sobre los territorios palestinos ,que en vista del poco caso o mejor del caso omiso que hace la Unión Europea y especialmente Naciones Unidas, donde prevalecen los intereses de las potencias como Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otros privilegiados con su derecho al veto, se hagan los de la vista gorda, los que no ven ni sienten. no quieren enterarse, no busquen soluciones inmediatas mediante la imposición de sanciones económicas y aplicando el más lógico racionamiento humano que sería dejar de comprar y vender armas y el embargo de las mismas a ese gobierno genocida.
Poco a poco los países que le sobran, que son obstáculo para Netanyahu irán desapareciendo bajo las ilegítimas agresiones de su aviación cargada de bombas que provocan destrucción masiva de poblaciones o muerte a las que se suman causadas por la inanición a la que tiene sometida a los pueblos bajo su egida mortal. La perspectiva de Netanyahu es clara, desmantelando de población a los países limítrofes con el ánimo claramente establecido de construir el gran Israel. Mapa que no pueden desconocer estos organismos ya que su plan ha sido presentado ante la Asamblea de Naciones Unidas con lujo de detalles y retransmitido en directo por los canales de televisión.
¿Entendemos que en un momento histórico los países de occidente apoyaron a Israel por supuestamente representar para ellos “el muro de contención contra la barbarie islámica” será que aún le deben agradecer a Netanyahu el favor? todavía y siempre? será que no se dan cuenta de su falta de compasión humana. Tal cómo está sucediendo y que viene sucediendo con otros pueblos como lo afirma Laura Restrepo; “el fin del mundo ya es un hecho en muchas partes de la geografía terrestre”.
Y siguen callados quienes tienen el poder para terminar con esta masacre. Oímos con estupor, solamente voces aisladas de algunos eurodiputados o de mujeres valientes como la de Irene Montero, Soraya Rodríguez, Ana Miranda o la presidenta eslovena Natasha Pierk quienes condenan el genocidio llamando a tomar medidas para detenerlo .La eurodiputada Lym Boyland quien lo ha condenado con estas palabras: “Lamento que hayan sido necesarias decenas de miles de muertos y la muerte inminente de 14 mil bebés hambrientos para que la U.E. por lo menos revise el Acuerdo de Asociación”, del que hemos hablado. “La Unión Europea es cómplice del genocidio perpetrado contra civiles”. También pidió fin del apoyo militar a Israel solicitando llevar misiones humanitarias a la franja de Gaza e insistiendo enfáticamente en romper el Acuerdo de Asociación con Israel.
Es inconcebible que, hasta ahora, en agosto de 2025, 17 estados miembros de la Unión Europea de los 27 que la conforman, se pronuncien para “proponer la suspensión del Acuerdo de Asociación con Israel”. Teniendo en cuenta que una vez se haya surtido el trámite respectivo, que pruebe la devastación, el horror, las muertes por bombas y por inanición del pueblo palestino y que se lleve a efecto una reunión en la que participe el total de los miembros de la Unión, se obtenga el voto unánime que confirme el incumplimiento del artículo 2do. del Acuerdo de Asociación Ya será tarde. Cuando esto suceda muy seguramente no quedara piedra sobre piedra ni un palestino que haya sobrevivido a la devastación para verlo.
El silencio de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen ,que ha guardado y viene guardando, se hace cómplice de esta masacre. Como mujer que ha llegado a encumbrarse en el podio de los poderosos, como madre, como un ser humano que siente, por decir lo menos, es inconcebible, dado el alto poder que emana de su cargo, que podría levantar la voz para exigir a la Comisión Europea el pronunciamiento efectivo del cese de la guerra contra Palestina e imponer las sanciones económicas y el freno del envío de armas a Israel. Pero nunca se ha solidarizado con el pueblo palestino porque su propia realidad es más fuerte, más egocéntrica y menos empática. El interés económico es prioritario, supremo e invencible, no podía ser diferente, de alguien que como ella, se encuentra tan ligada al comercio de armas en Europa.
Para concluir, la gran pregunta que nos queda es cómo cerrar las heridas de un pueblo destruido casi en su totalidad. ¿Cómo reconstruir el espíritu de las madres que han visto morir a sus hijos bajo las balas inmisericordes? ¿Cómo sanar a los sobrevivientes que solo encuentran hambre, escombros y silencio en lugar de esperanza? Para ellas, el mundo termina allí, en ese instante en que la compasión humana se ausenta.
Pero la pregunta no es solo para Palestina: es para la humanidad entera. ¿Qué clase de civilización somos si aceptamos que un pueblo entero sea borrado del mapa? Kant nos recordó que ningún ser humano debe ser tratado como un simple medio, sino siempre como un fin en sí mismo. Y sin embargo, los palestinos han sido reducidos a cifras, a obstáculos, a “animales” que se pueden eliminar sin remordimiento.
El rostro de un niño palestino que extiende la mano por un trozo de pan debería interpelarnos a todos. Emmanuel Lévinas* decía que el rostro del otro nos obliga, nos responsabiliza infinitamente. Sin embargo, Europa y la ONU miran hacia otro lado, atrapadas en intereses económicos, en cálculos diplomáticos, en la cobardía de no nombrar al genocidio por su nombre. ¿Cómo podrán reconciliarse consigo mismas esas instituciones que fueron creadas para impedir la barbarie y hoy callan frente a ella?
Europa, que nació de las ruinas de la guerra con la promesa de nunca más repetir el horror, se ha vuelto cómplice con su silencio. La ONU, fundada para defender la paz y la dignidad humana, se ha convertido en espectadora de la destrucción. Hannah Arendt advirtió que la falta de empatía con el otro conduce a la barbarie. Y eso es exactamente lo que estamos presenciando: la humanidad reducida a un campo cercado, donde el hambre y el alambre de púas reemplazan a la justicia y a la compasión.
Y también surge otra pregunta: ¿qué será del futuro de esos jóvenes israelíes formados desde niños para odiar, entrenados para disparar sin mirar el rostro humano que tienen enfrente? La barbarie no solo devora al pueblo palestino: devora también el alma de quienes la ejecutan. ¿Cómo vivirán después de haber convertido la compasión en un crimen y la violencia en una rutina? ¿Qué humanidad podrán legar a sus propios hijos?
Palestina no es solo un territorio: es el espejo de nuestra conciencia. Cada casa derrumbada en Gaza es también un ladrillo arrancado de la dignidad del mundo. Cada vida perdida allí es una derrota de la humanidad.
La pregunta es inevitable: ¿qué humanidad queremos ser? ¿La que se resigna al exterminio de un pueblo o la que aún es capaz de levantar la voz y defender la vida? ¿La que convierte a las instituciones internacionales en cómplices de la injusticia o la que las rescata para que cumplan el mandato para el que fueron creadas?
Hoy, la bandera de Palestina no es solo la de un pueblo: es la bandera de la humanidad. Y si la dejamos caer, caerá con ella el alma del mundo.
*escritor, filosofo judío.
*Abogada, Magister en Administración pública, . Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed SKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.
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