Más allá de la muerte
- Gonzalo Echeverri Uruburu
- 25 jul
- 10 Min. de lectura
Al hablar de la muerte, el poeta latino Lucrecio en la última parte del Libro Tercero de su obra De Rerum Natura, trata de insensatos a quienes se afligen por algo tan natural e inevitable “nada es la muerte y a nosotros no nos afecta en lo más mínimo” dice para consolarnos. Y agrega: “¿Por qué te entregas mortal con tanto exceso al dolor y la aflicción y por qué gimes y lloras ante la idea de la muerte, y por qué no te separas de la vida como convidado satisfecho, y por qué, necio, no te entregas con ánimo tranquilo al reposo?”.
Pero tales reflexiones son apenas un vano intento por apaciguar la inquietud y el ansia de vida que late en todo ser humano; el corazón lucha contra la razón porque rechaza--contra toda evidencia -- que la muerte sea la extinción definitiva de nuestra conciencia. Con dramatismo lo expresó Unamuno:” No quiero morirme, no, no quiero, ni quiero quererlo; quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este pobre yo que me soy y me siento ser ahora y aquí y por eso me tortura el problema de la duración de mi alma, de la mía propia…”.
La idea de que la muerte significa al aniquilamiento definitivo de la personalidad humana ciertamente no es nueva, pues ya en la antigüedad los filósofos estoicos y epicúreos la sostuvieron, contrariando de esta manera la secular creencia en la vida de ultratumba que ha sido constante en la gran mayoría de las culturas humanas.
Pero es en la sociedad moderna- regida por los principios de la ciencia materialista- cuando tal concepción ha arraigado más profundamente. Nuestra cultura es – qué duda cabe – la que con más convicción ha sostenido la inevitable extinción de la conciencia humana después de la muerte, porque la mente y todos sus contenidos, sólo son pasajeros epifenómenos de la materia. Y en verdad, no solo el pensamiento científico sino también la lógica más elemental sustenta fuertemente este punto de vista; porque ¿cómo puede existir alguna actividad psíquica sin el cerebro que con la muerte se ha desintegrado? ¿se puede percibir, sentir y pensar sin dicho órgano que es la sede de tales funciones? Y además, es válido preguntarse ¿qué es lo que supuestamente sobrevive a la muerte y en que realidad subsiste? Por ello sin duda lo evidente es que todas las religiones y filosofías que pregonan la supervivencia post-morten de la personalidad humana serian apenas ingenuas y fantásticas consolaciones ante un hecho tan contundente como definitivo.
Otras perspectivas
Sin embargo, no siempre lo más lógico es lo verdadero. Como puntualiza Mario Bunge, destacado filósofo de la ciencia,” la sumisión a algún sistema de lógica es necesaria pero no es garantía de que se obtenga la verdad…”. Y si hablamos de la materia como única realidad hay que considerar que toda la física moderna se aparta de lo obvio porque con sus paradojas contradice radicalmente nuestra tradicional visión del mundo basada en el sentido común. Como lo expresa el físico Paul Davies “El comportamiento de la materia subatómica es tan ajeno a nuestro sentido común que una descripción de los fenómenos cuánticos suena a algo así como Alicia en el país de las maravillas…”
La materia como tal se ha “desmaterializado” en los laboratorios de los físicos pues ha perdido su solidez y sustancialidad para convertirse en sistemas de radiaciones según Heisenberg o sistemas ondulantes según Schrödinger. Y de esta insustancialidad de la materia surge un interrogante del todo pertinente planteado por Koestler, escritor de sólida formación científica: “Si la materia puede convertir su masa en radiación y transformarse así en energía pura e incorpórea ¿resulta absurdo todavía hablar de energía mental desencarnada?”.
Ciertamente estas consideraciones son puramente especulativas y no permiten concluir que existe una prueba científica de la vida después de la muerte. Pero lo que sí se puede afirmar es que tal idea no es tan absurda como parece a primera vista. Es indudablemente cierto que el cerebro y la mente están firmemente vinculados y se corresponden mutuamente, pero no es imposible que la mente y su información puedan subsistir en otra dimensión de una realidad que por muchos motivos podemos considerar como multiforme. Como dice M. Kaku:” Existe un reconocimiento creciente entre físicos de todo el mundo, incluyendo varios Premio Nobel de que el universo puede existir realmente en un espacio de dimensiones superiores,” Por su parte Sir James Jeans decía que “el mundo conocido por la física es sólo una porción de la realidad”
Mensajes del más allá.
Toda la historia pregona la existencia de fenómenos extraños que contradicen nuestro tan manoseado sentido común: conocimiento de hechos sin el concurso de los sentidos ordinarios, previsión correcta de hechos futuros, desdoblamientos y como no, comunicación con el espíritu de los muertos. De esto último es ejemplo el caso que refiere la Biblia de la profetisa de Endor, quien evocando el espíritu del profeta Samuel predijo al rey Saúl su muerte y derrota a manos de los filisteos.
Pero es en la segunda mitad del siglo XIX cuando el espiritismo tuvo un auge tan extraordinario que se convirtió en un juego de sociedad y atrajo a personas de toda las clases sociales, incluyendo a destacados hombres de ciencia como Faraday y W.Crookes, quienes intrigados por los fenómenos que se producían en las sesiones espiritistas: movimiento de objetos sin causa aparente, escritura automática, apariciones fantasmales y supuestos mensajes de los espíritus de los muertos, abordaron su estudio con criterios científico, con imparcialidad y rigor, ejemplo de lo cual fue la reputada Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres a la cual han pertenecido notables intelectuales , humanistas y científicos .
Una de las investigaciones más prolongadas y exhaustivas adelantada por dicha organización fue la de la gran médium Leonore E. Piper, estudiada durante casi tres décadas y de cuyas facultades extraordinarias dan cuenta cerca de tres mil páginas de actas y artículos. Fue así como comprobaron fuera de toda duda que en estado de trance dicha médium conocía detalles precisos de la vida de los difuntos con quienes decía comunicarse. Y aunque William James, el reconocido psicólogo y filósofo de Harvard no acogió decididamente la hipótesis de la supervivencia de la conciencia humana después de la muerte como explicación de este hecho, otros investigadores muy exigentes y críticos como Richard Hodgson un redomado escéptico famoso por haber desenmascarado múltiples fraudes, después de muchos años de pacientes pesquisas, finalmente se rindió a la evidencia y reconoció al final que la hipótesis espiritista es la más aceptable. De Saulo a Pablo.
Un caso extraordinario y bien documentado es el del médium T.P. James un artesano de Brattleboro, Vermont en los Estados Unidos, quien en estado de trance y mediante escritura automática (en la que se escribe inconscientemente), continuó con idéntico estilo e ideas la novela The mystery of Edwin Drood, que un derrame cerebral impidió terminar a Charles Dickens el 8 de julio de 1870. Examinado por expertos, el texto aportado por el médium es asombrosamente correcto como si lo hubiera escrito el propio Dickens.
Si es cierto que el conocimiento paranormal que muchos médiums tienen sobre la vida de los difuntos puede provenir de la telepatía o clarividencia, facultades que les permiten a aquellos acceder a lo que saben quiénes conocieron a dichos difuntos en vida, no es menos cierto que en muchos casos se trata de hechos que nadie conoce como en el citado caso de la novela de Dickens.
Otro caso notable es el de la llamada “correspondencia cruzada”, un experimento psíquico al parecer propuesto desde ultratumba por el gran investigador Frederic William Henry Myers, erudito especialista en literatura clásica y profesor de Cambridge, fallecido en 1901 y quien había dicho que “de la muerte solo espero la verdad”.
El hecho es que a partir de 1909 varios médiums comenzaron a recibir fragmentos de textos de la literatura clásica que solo unidos tenían sentido, es decir se trataba de las piezas de un rompecabezas procedente del más allá. Tales textos, muchos de ellos poco conocidos, evidentemente procedían de una fuente común, presuntamente- el espíritu de Myers, que se valió de este artificio para demostrar su supervivencia y su identidad. Myers que estudió con rigor y persistencia a muchos psíquicos dictó a la médium Geraldine Cummins una obra entera sobre la vida de ultratumba: El camino a la inmortalidad en la que expone una profunda filosofía cósmica. Y lo más asombroso es que algunos de tales escritos ¡tienen la misma caligrafía de Myers!
Es igualmente cierto que en las sesiones espiritistas son numerosos los fraudes, pero ello no debe impedir el examen de los casos genuinos e inobjetables estudiados por investigadores intachables, incluso algunos Nobel como Charles Richet y Henri Bergson. En palabras de C.G. Jung “con respecto a los casos individuales debo ser necesariamente escéptico; pero a la larga, tengo que admitir que la hipótesis de los espíritus es más plausible en la práctica que cualquier otra”.
Apariciones y fantasmas
Es muy abundante la casuística que desde la antigüedad alude a toda clase de apariciones y fantasmas como ocurrió en el campo de batalla de Farsalia, en Grecia (año 48 AC) o a la casa encantada de Atenas, cuyo fantasma inquietó al filósofo Atenodoro según relato de Plinio el Joven, por no hablar de los castillos ingleses en épocas más recientes.
Pero no se trata de supersticiones de un pasado crédulo. También en nuestros días tales hechos continúan sucediendo. Basta referir un caso, el de los pilotos de la compañía Eastern Airlines, Bob Loft y Don Repo quienes después de haber perecido en el vuelo 401 del 29 de diciembre de 1972 en la ruta Nueva York- Miami, han sido vistos en numerosas ocasiones en los aviones de esa compañía que vuelan en la misma ruta. Particularmente intrigante es lo ocurrido en febrero de 1974 cuando según el boletín de la Flight SecurityFoundation, Repo fue visto por dos azafatas y por el ingeniero de vuelo. Y no sólo fue visto, sino que también habló para alertar sobre la posibilidad de un accidente: “prestad atención – dijo el aparecido- porque hay peligro de incendio”, hecho que efectivamente ocurrió al llegar la nave a Miami. Estas apariciones se han manifestado en muchas formas, desde la presencia física, hasta espectros que aparecen flotando sobre las alas de los aviones de la Eastern. Y aunque se intente explicar tales sucesos como “residuos psíquicos”, es decir como impregnación del ambiente por la energía del fallecido, la hipótesis de la supervivencia explica mucho mejor tales sucesos.
Memoria de vidas pasadas
Hay más. Existen documentados y bien comprobados casos de personas que en forma espontánea dicen recordar vidas pasadas, de las cuales suministran numerosos detalles que pudieron ser verificados. El ya clásico estudio sobre esta materia es la obra Veinte casos que sugieren reencarnación del psiquiatra Ian Stevenson, director de la División de Parapsicología del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, en Charlottesville (Estados Unidos).
Son casos como el de Bishen Chand, nacido en Bareilly, India, quien desde sus primeros años de vida repetía insistentemente el nombre de Pilibhit, una población situada a unos cincuenta kilómetros y en donde su familia no tenía parientes ni amigos. El pequeño Chand aseguraba que antes de nacer había vivido allí con el nombre de Laxmi Narain, que era hijo de ricos terratenientes y que su concubina se llamaba Padma, todo lo cual se pudo comprobar. Trasladado a Pilibhit, Chand reconoció a su antigua madre, con quien habló entrañablemente, contestando con exactitud a todas sus preguntas e incluso señaló correctamente el lugar donde su padre había enterrado una buena cantidad de monedas de oro.
Stevenson ha investigado más de mil quinientos casos similares que se encuentran en los archivos de la Universidad de Virginia y varios de ellos han sido publicados en las revistas especializadas de Parapsicología. En otros países se han desarrollado investigaciones semejantes como son las dirigidas por el doctor H. Banarjee en la India, a las cuales pertenece el famoso caso de Shanti Devi.
Y lo que es más extraordinario, en algunos de estos casos, la persona presenta señas de heridas recibidas en una vida pasada y una fuerte identificación emocional con el antepasado.
Muy interesante es el caso de la dama inglesa Dorothy Louise Eady, (Omm Seti) quien desde los primeros años de vida mostró un extraordinario conocimiento del Egipto antiguo y una gran facilidad para leer los jeroglíficos. Convertida en egiptóloga fue durante muchos años guardiana del templo de Abydos de Seti I cuyos jeroglíficos descifró. Ella siempre afirmó haber sido sacerdotisa en dicho templo en otra vida.
Experiencias cercanas a la muerte (ECM)
A partir de la obra del doctor Raymond Moody Vida después de la vida, que fue un best seller mundial, se propagaron multitud de relatos y estudios sobre las experiencias que diversas personas tuvieron al borde de la muerte, algunas de las cuales habían sido declaradas clínicamente muertas, como le ocurrió a George Rodonaia quien” resucitó “luego de permanecer tres días en la morgue de un hospital en la antigua Unión Soviética.
Son notables las coincidencias de tales relatos a pesar de que se trata de personas de diversa edad, sexo, cultura o condiciones sociales: separación de la conciencia del cuerpo o desdoblamiento, movimiento a través de un túnel, encuentro con los amigos y parientes fallecidos, aparición de una luz que se identifica como un ser amoroso, repaso en rápidas imágenes de la vida pasada y en general una sensación de gran paz.
Particularmente revelador es el caso de los pacientes que habiendo permanecido inconscientes, al recuperar la normalidad relatan detalles de lo ocurrido durante su estado de inconsciencia, lo cual no puede explicarse por medios corrientes. También es notable el caso de los relatos sobre encuentros con personas que no conocía el paciente.
Conclusión
Cabe decir por todo lo expuesto que si bien, en el estado actual de la ciencia la supervivencia a la muerte de la conciencia humana está lejos de ser una verdad científicamente demostrada, si es, al menos, una posibilidad razonablemente fundada ya que hay muchos datos convergentes que así lo indican. Como lo expresó Erwin Schrödinger, Nobel de 1933 y uno de los más grandes sabios contemporáneos: …”la teoría física en su etapa actual sugiere poderosamente que la mente es indestructible por obra del tiempo…”. Y si es cierto que no existe demostración científica de la otra vida, también es cierto que no puede afirmarse que la ciencia como tal ha comprobado su imposibilidad, lo cual solo podría afirmarse con base en criterios materialistas hoy superados. Como bien lo expresa C.G. Jung: “El que nuestra capacidad de contemplación, sea totalmente insuficiente para imaginar una forma de existencia extratemporal y extraespacial, no prueba, al fin y al cabo, que sea en si imposible”.
Quedan por supuesto graves cuestiones por resolver según se dijo anteriormente: ¿qué es lo que sobrevive y en qué condiciones? Este es un gran desafío para la ciencia que quizá algún día llegará a demostrar – reconciliando la razón con el corazón- que las consolaciones de Lucrecio no son necesarias y que la angustia desesperada de Unamuno ya no tiene razón de ser.
Abogado. Exmagistrado del Concejo Nacional Electoral.
Que buen artículo Gonzalo, muy interesante! Conozco el texto del Doctor Raymond Moody y varias experiencias personales en torno a la posibilidad de la existencia de la vida después de la muerte. Me encantaría poder profundizar en el tema, espero un nuevo artículo tan interesante como este.