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 “Los Nombres de Feliza”

  • Bertilda Libertad y sus contertulios.
  • 23 ago
  • 4 Min. de lectura
Juan Gabriel Vásquez – Editorial Alfaguara, 2024
Juan Gabriel Vásquez – Editorial Alfaguara, 2024

Interactuando con la portada vemos a una mujer ensimismada, tal vez triste, con la mirada puesta en el recuerdo. Su apariencia relajada sugiere una mente absorta, perdida en sus pensamientos.


El argumento de esta novela pretende mostrarnos la vida  y el contexto sociopolítico de la escultora Feliza Bursztyn. Mediante una sencilla narrativa, Juan Gabriel Vásquez busca a través de las voces de otras personas volcarse en los mundos interiores —dolorosos, complejos, rebeldes— que marcaron la vida de la artista. Su ruptura con el establecimiento, su lucha con los valores familiares tradicionales y su arte transgresor que la alejaron del molde de mujer dócil y educada. Feliza vivió entre los años 70 y 80, décadas de violencia, revolución y agitación social en Colombia, que atravesaron su vida y su obra.


A partir de una nota escrita por Gabriel García Márquez donde afirmaba que Feliza “murió de tristeza”, Vásquez construye su relato desde la memoria de Pablo Leyva, el último compañero sentimental de la artista. La narración se desarrolla con un lenguaje sencillo, sin artificios, sin metáforas notables ni grandes juegos narrativos. Relata con los ojos de hoy, las tragedias, las pérdidas afectivas, la precariedad económica, el exilio y la entrega absoluta al arte como forma de rebeldía ante la injusticia.


Vásquez, conocido por novelas como “El ruido de las cosas al caer” o “Volver la vista atrás”, en las que despliega un lenguaje literario refinado, un ritmo temporal complejo y una intertextualidad rica, se aleja en esta obra de ese buen estilo. Aquí hay menos creación literaria y más fidelidad a la narración de su ultimo esposo Pablo Leyva. Lejana la “biografía” de la importancia que marcó Feliza con su arte rupturista, innovador. La primera artista que introdujo el arte de las instalaciones en el país, que Marta Traba su gran amiga, otra gran ausente de esta obra, destacaba y valoraba la creatividad infinita y la capacidad de realizar obras escultóricas de gran tamaño mediante un proceso de soldadura, propia de hombres, vedado a las mujeres. Arte que recibió críticas virulentas por su transgresión a las coordenadas morales y pacatas de su época aunadas a  sus ansias de libertad, que  la llevaron  a ser considerada subversiva.


Los saltos temporales, son pocos y no muy creativos, cuasi lineales que se presentan más como parte de una entrevista bien contada, que como recursos narrativos innovadores.

Como Género literario nos quedamos con una biografía novelada, con elementos espacio-temporales que rompen la monotonía, pero sin recurrir a estrategias narrativas audaces.

Su Estilo narrativo  es directo, con momentos donde el narrador cede la voz a los personajes, en especial a Pablo Leyva:


“Un mes después de la despedida del aeropuerto, me fui a visitarla a México. No era solo la urgencia de verla y saber cómo estaba, no era solo la falta que me hacía, sino la necesidad de tomar decisiones importantes…”


Sobre sus hijas:

“Cuando sean grandes y libres van a entender. Cuando sean las únicas dueñas de sus vidas, van a entender.”


A la vida y obra  que rodeó  el entorno de Feliza se superpone un relato silencioso pero constante: la violencia estructural que vivió Colombia durante las décadas del 70, 80 y 90, junto con el proceso de liberación femenina como el de esta artista marcadamente rupturista  y figuras de la talla de Marta Traba, las tensiones ideológicas de las revoluciones políticas y sociales. La narrativa se interesa poco en   entrar de lleno al tema circunstancial del conflicto colombiano dentro del cual se movía la artista: “El Estatuto de Seguridad de Turbay” que marcó la época de torturas, muertes, desapariciones y exilios, de artistas entre ellos el de García Márquez quien debió salir del país amenazado por “tener vínculos con la guerrilla del M-19”, y la complicidad de la prensa nacional y de otros hechos de gran envergadura social y política.


En conjunto, esta novela se lee como una limitada biografía a la sombra de los hombres que la rodearon. Encontramos grandes vacíos, anotando que esta artista no fue cualquier personaje anodino, sino por el contrario fue un personaje que transformó el arte, que introdujo  las instalaciones que no se conocían en el país devenido del arte conceptual ( mediante el cual se establece un dialogo con el espectador). El material que utilizó además de la soldadura, fue la chatarra, conseguida en los deshuasaderos  del barrio Veraguas de Bogotá, con los  que ensambló monumentales figuras abstractas en hierro y que expuso  en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO), causando grandes escándalos por los movimientos sinuosos y sonidos hilarantes que introdujo a su obra .


Consideramos finalmente que el texto de Vásquez es más   como una buena entrevista que como una obra literaria de alto vuelo. Sin embargo, se destaca que conserva valor como testimonio histórico y homenaje a una mujer libre, incomprendida y valiente, para seguir indagando sobre su vida y obra. Aunque Vazquez, ni siquiera se interesó por traer al texto fotografías de sus obras escultóricas.

 
 
 

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