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La ciencia : Nuevas utopías

  • Gonzalo Echeverri Uruburu
  • 22 nov
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: hace 5 días


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Para nadie es una novedad decir que vivimos en una época de profunda crisis, situación que abarca todos los aspectos de la vida humana: lo social, lo económico, lo político, lo religioso, en fin, todos los aspectos de la existencia del ser humano. El deterioro irreversible del medio ambiente, el hambre y la miseria de vastos sectores de la población, las guerras y conflictos violentos, la falta de valores morales y espirituales y la sensación de vacío son algunos de los elementos de esta crisis generalizada que nos agobia.


Son muchos los pensadores que desde hace mucho tiempo han expresado su inquietud. Se habla de la “decadencia de Occidente,” del “hundimiento” y “disgregación” de nuestra civilización y de su inevitable ruina. Lo mismo Spengler que Heidegger, Guenon, Huizinga, Jaspers, Horkheimer o Toynbee, todos entonan sus cantos fúnebres; oigamos no más a este último:” Nos hemos abierto a la verdad…de que tanto el hombre occidental como sus obras no son más invulnerables que las civilizaciones ahora extintas de los aztecas y los incas, los sumerios y los hititas…el mundo occidental se ha llenado de ansiedad por su propio futuro y nuestra ansiedad es una reacción natural frente a la gravedad de la situación en que ahora nos hallamos; y es que nuestra situación presente tiene mucho de temible…”


Es difícil precisar con certeza cuál es la causa de esta crisis o si se trata de factores diversos que convergen en su génesis.  Pero en todo caso puede decirse que en su origen se encuentra lo que el hombre piensa de sí mismo y el sentido de su ser en el mundo, de su creencias y paradigmas, de sus valores, en una palabra, de su cultura. Heidegger lo ha puntualizado con claridad: “Fuera de los factores que no están bajo nuestro control se trata de una crisis de la cultura en la cual los valores tradicionales se han depreciado profundamente transformando de manera radical el orden espiritual del ser humano”.

 

Los paradigmas modernos

A partir de Descartes y durante todos los siglos subsiguientes y hasta nuestra época se ha impuesto una visión mecanicista-materialista de la realidad. El mundo y todo lo que lo compone es de naturaleza mecánica; son máquinas similares a mecanismos de relojería que están formados por objetos aislados que pueden reducirse a determinados componentes básicos(reduccionismo) cuyas propiedades e interacciones determinan todos los fenómenos naturales.


Esta concepción, que hasta el día de hoy predomina en la ciencia, ha sido de gran utilidad y ha contribuido notablemente al desarrollo científico y técnico. Pero ha sido también determinante del sentido de fragmentación y del antagonismo de la vida social, situaciones que se han profundizado con la influencia de las teorías evolucionistas de Darwin y sus planteamientos sobre la lucha por la vida y la supervivencia del más apto.


Con la teoría de la evolución se dio el golpe más contundente a la idea del propósito de la vida, porque la evolución no tiene ninguna finalidad. En palabas del propio Darwin:  “ reconozco que no puedo ver tan claramente como otros hacen, y como me gustaría hacer, indicios de designio y de benevolencia en todo nuestro alrededor…” y agrega que no puede creer en un Dios benévolo y omnipotente cuando se observa tanta crueldad en la naturaleza… Me parece que hay mucha miseria en el mundo” sentencia el gran biólogo.


Se pone por tanto en duda que exista una providencia que guie sabiamente el curso de la vida humana y se   niega, por tanto, en definitiva, no sólo la existencia de Dios sino también el sentido y valor de la vida.


La idea del progreso también se cuestiona en nuestra época   ante hechos tan horribles como los campos del exterminio del nazismo, los crímenes y matanzas del estalinismo, los abusos e inequidades del capitalismo, la bomba atómica, las guerras y la violencia y el terrorismo que campean por doquier. Esta idea del progreso indefinido había sido el punto de apoyo de todas las grandes filosofías modernas, la Ilustración, el idealismo, el positivismo y el historicismo. Al tiempo se advierte que no hay una ecuación entre los avances del pensamiento científico y las conquistas de la técnica y el real aumento de felicidad para todos los seres humanos.


El hombre, liberado de lo que se consideró como falso consuelos religiosos o filosóficos, ha quedado a la deriva, al borde de la disolución de todo significado y en peligro de desintegración de todo orden y al caos como realidad final.

“El escepticismo que en un tiempo representó la negación de las ilusiones vigentes, hoy día solo se opone a la aspiración a un futuro mejor” precisó Horkheimer.


Nuevos paradigmas

Por ello no es exagerado pensar que la existencia misma del orden social y de la vida humana dependen de la creación de nuevos paradigmas, pues como dice el filósofo Remo Cantoni “Hay que restituir el hombre a ese contexto de significado y valores, ideales y fines sin los cuales su existencia corre el riesgo de resbalar en el absurdo y precipitarse en la nada”.


Pero la restauración del sentido, valor y propósito de la vida gracias a nuevos paradigmas debe asegurar que éstos se encuentren depurados de concepciones fantasiosas y se perfilen con una racionalidad que los armonicen con la mentalidad científica, aunque la trasciendan.

En este orden de ideas, hoy podemos decir que gracias a los descubrimientos de las ciencias de la naturaleza y en particular de la nueva física podemos sustentar una nueva concepción del mundo, un nuevo modelo de realidad que supere el dominante paradigma mecanicista- materialista para arribar a una concepción de la unidad de todas las cosas, la unidad de los seres humanos entre sí y la unidad e integración con toda la naturaleza.


El paradigma holístico

El paradigma mecanicista - materialista, como viene de decirse, propicia la fragmentación, el enfrentamiento y la competencia implacable entre los seres humanos, los grupos sociales y los estados. Se favorece, de esta forma la pulsión hostil sin atenuantes suficientes. Por ello decía Freud que, debido a esta primordial hostilidad entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al “borde de la desintegración” …pues la “tendencia agresiva…constituye el mayor obstáculo con que tropieza la cultura.”


Por ello, la cultura debe cambiar sus pautas y valores, reemplazando la competencia por la cooperación, la hostilidad y el individualismo por la solidaridad y la empatía y la fragmentación por el sentido de unidad. Además, la perspectiva mecanicista -materialista no es adecuada para encontrar solución a los problemas humanos pues soslaya el hecho de la interdependencia de todos los fenómenos, tanto los biológicos y psicológicos como sociales y ambientales.


Y esta concepción holística (del griego holon, totalidad) de la realidad, concibe al mundo y los seres como totalidades, en las que todo es interdependiente; todos los fenómenos conforman una unidad integradora cuyas propiedades no pueden reducirse a la de sus partes, trátese de los organismos vivientes, las sociedades o los ecosistemas. Todos ellos forman estructuras orgánicas de varios niveles, cada uno de los cuales comprende un número de subsistemas que forman una unidad respecto a sus partes y una parte respecto de una unidad mayor. Es una estructura de sistemas en una red de relaciones dinámicas de la cual el propio observador humano y su consciencia forman parte.


La física, que ha sido el modelo de todas las demás ciencias, puede proporcionar, según lo veremos, la base científica de nuevos paradigmas como el holístico, al demostrar que “también las ideas holísticas y ecológicas tienen una base muy sólida” al decir del físico Fridjof Capra.


¿Qué hechos permiten hacer tal afirmación?

 Según la nueva física- que constituye la más grande revolución en el pensamiento humano – las partículas subatómicas no tienen ningún significado como entidades aisladas sino como correlaciones o conexiones entre varios procesos, lo cual demuestra, en el nivel más básico, la unidad fundamental de la realidad, pues no es inteligible considerarla como dividida en partes aisladas e independientes.


La teoría cuántica, a diferencia de la física clásica, enseña que el comportamiento de una parte está dirigido por las conexiones ilimitadas que estas tienen con el conjunto y por tanto su relación no es determinista, sino que se tipifica por su probabilidad. En la mecánica clásica las propiedades y el comportamiento de las partes determina las del todo, en la física cuántica la situación es exactamente la contraria: es el todo lo que determina el comportamiento de lo que analíticamente se considera como partes. Los átomos se componen de partículas, pero éstas no están hechas de materia, pues no hay distinción entre materia y su actividad… “hay movimiento, pero no hay, en el fondo, objetos que se muevan; hay actividad, pero no hay actores, no existen danzantes, solo existe la danza” explica Capra. Como se ve, es esta una concepción que se aparta radicalmente de la “cosa extensa” cartesiana como realidad básica.


Y hay hechos muy enigmáticos: las partículas una vez en contacto conservan una inquietante relación sin que importe la distancia entre ellas, según la teoría del “entrelazamiento cuántico” teoría rechazada por físicos como Einstein que la denominó “acción fantasmagórica a distancia”, pese a lo cual, ha sido plenamente comprobada.


Esta idea de la unidad e interrelación de todo lo existente no solo es una concepción humana, sino que prácticamente es una ley de la naturaleza: lo mismo las partículas subatómicas que interactúan entre sí, que las bacterias que se unen formando sociedades de billones de células. Al igual los seres humanos, pues como dice Martín Buber: una antropología individualista “no puede llevarnos a un conocimiento de la esencia del hombre”

Debe advertirse, sin embargo, que como lo explica el físico Hans Peter Dürr” los enfoques de la física cuántica aún no han encontrado eco en el pensamiento cotidiano y en la sociedad “ 

Y hablando de la vida y de sus complejos fenómenos no podemos desconocer el aporte d Rupert Sheldrake un destacado biólogo británico que causó gran escándalo con su teoría de los campos morfogenéticos, los cuales determinarían los hábitos, formas y conducta de cada especie. Ello podría explicar fenómenos en que los individuos obran colectivamente como es el caso de la migración de las aves, como también la memoria, la herencia y muchos comportamientos innatos. Así, en estos campos inmateriales se acumularía la experiencia de los individuos dando lugar a una especie de memoria grupal. Esto permitiría explicar porqué en los bancos de peces, todos giran al mismo tiempo en la misma dirección en una fracción de segundo, es decir, actuando como un único sistema viviente. Para Sheldrake estos campos operan en todos los organismos incluyendo los grupos sociales humanos.

 

Aspectos Espirituales

La unidad de todas las cosas es de la esencia de la experiencia mística como lo atestiguan todas las grandes tradiciones. Hay según Pierre Weil en dicha experiencia una vivencia no-dual que implica una desaparición de la distinción entre el yo y el mundo exterior con “el sentimiento de la unidad con el todo, de una continuidad subyacente…”


Por su parte Teilhard de Chardin, vio en su búsqueda de la unidad global que la corriente universal del devenir, que es la evolución, es un proceso de progresiva espiritualización, a través de la unión. A pesar de la confusión y la discordia, el jesuita advirtió que la humanidad es impulsada hacia una unidad más grande en la que los muchos pueden llegar a ser uno, no a través de la fusión y pérdida de identidad, sino a través de una unidad más alta que llega a ser una síntesis de orden superior y una conciencia planetaria (noosfera), para llegar finalmente a lo que llamó el “punto omega”.


Un místico y filósofo contemporáneo, el alemán Elkhart Tolle, pone de presente la dimensión trascendente de la Unidad en estos términos: “más allá de la interconexión entre todo lo que existe, hay un nivel más profundo. En ese nivel del todo, todas las cosas son una. Es la Fuente, la única Vida manifestada. Es la inteligencia eterna que se manifiesta a través del desenvolvimiento del universo en el tiempo…”.


Relativismo y ambivalencia

El paradigma holístico es, básicamente en elemento cultural y por ello es susceptible de ser aceptado o desconocido en un determinado ámbito social. No debe, además, idealizarse, considerando que la posibilidad de su predominio eventual constituya la solución de todos los problemas humanos y la superación definitiva del malestar en la cultura como piensan algunos.


Este paradigma, como sublimación de las pulsiones agresivas de que habla Freud, es , en realidad una utopía, no en el sentido de algo del todo irrealizable, sino en el sentido de una racionalidad posible que permita ir más allá de la “racionalidad dominante”; la gran misión de la utopía – escribió Ernst Cassirer-no consiste sino en hacer lugar a lo posible como opuesto a la aquiescencia pasiva al estado actual de los asuntos humanos…”El filósofo colombiano Darío Botero Uribe, en el mismo sentido explica que “las utopías son connaturales al hombre. La civilización no podría funcionar sin utopías, las cuales son tablas de valores que orientan la acción y otorgan sentido a los procesos sociales…” Todo ello para manifestar “el rechazo de una realidad alienada y brutal y la posibilidad de construir una realidad nueva”.


Pero esta unidad esencial de todas las cosas es ambivalente. Porque todo los que afecta de manera negativa a alguna de las partes repercute necesariamente en el conjunto, es decir en cada totalidad. Así la destrucción del medio ambiente, lo mismo que las guerras y el terrorismo, no son elementos aislados y de efectos restringidos y parciales, sino que inciden en todo el planeta con efectos más o menos tangibles pero ciertos. Es por tanto inherente a este paradigma el sentido de responsabilidad. Somos, en realidad responsables de toda la comunidad y más allá, de toda la especie que inexorablemente se ve afectada por nuestras actitudes y conductas, aunque nos parezcan puramente individuales y localizadas



 

 

  

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