La estela infinita de las maestras
- Esperanza Niño Izquierdo
- 21 ago 2024
- 4 Min. de lectura
“Un maestro trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia.” (Henry Adams, historiador de E.U.)

Una de las más antiguas profesiones que se instalaron en las cabezas de los hombres fue la de “maestro”, devenida de los más antiguos sacerdotes y sacerdotisas, de los sabios o de los preceptores. Recordemos que en épocas pretéritas a las mujeres no se les permitía instruirse en ninguna profesión por cuanto existía la prohibición de ir a las universidades, ya que estaba proscrita su presencia en estas, por la creencia histórica de la ley natural que reducía a la mujer a un simple elemento destinado a la procreación y a los quehaceres domésticos, que coincidía con el presupuesto darwiniano de considerar que “los hombres y mujeres pertenecían a órdenes naturalmente distintas y su confusión se constituía en una amenaza para ambos”, por tanto, se tenía como presupuesto social el “inri” de su inferioridad intelectual. La única actividad intelectual que fue delegada a las mujeres fue la de ser maestras, las llamadas institutrices, ¡qué paradoja!
Los hombres decidieron entonces, que las mujeres en lo único que podrían desarrollar su intelecto era en la preparación inicial en la lectoescritura, en literatura, en el arte, en el conocimiento de la música, y en el comportamiento social, para luego, transmitir sus conocimientos a los pequeños aprendices. Aunque la sociedad patriarcal no reconoció la importancia que dicha actividad delegada a ellas, enmarcaría el desarrollo de quienes luego dirigirían los destinos de su comunidad.

Colombia, nunca estuvo lejos de estas medievales teorías. No obstante, las mujeres comprendieron rápidamente la responsabilidad que devenía de sus enseñanzas y, por ello, se prepararon decididamente para enfrentar el reto de la educación. Afortunadamente, para la época en que fue educada María Josefina de Pérez, la protagonista de esta columna, el gobierno colombiano en 1965. había suscrito un convenio con una misión alemana para implementar un sistema educativo de calidad, sobre la base de poner fin a las diferencias en la educación primaria entre las zonas rurales frente a las urbanas. Además, de garantizar la escolaridad obligatoria, se contemplaron el diseño y entrega de materiales didácticos como también la formación de docentes.
Ser profesor es una cosa, pero ser maestro es otra. Así, hoy nos encontramos en este espacio y tiempo, a una mujer que educó, enseñó, preparó y orientó en el más alto sentido del conocimiento a varias generaciones de este país, que todavía la reconocen y recuerdan como “su formadora”.
María Josefina, entonces preparada dentro de los parámetros establecidos por la misión en el Instituto Pedagógico de Bogotá, aunque en el parecer de “Pepita” como cariñosamente la han llamado por generaciones familiares y estudiantes, manifiesta que, si bien la misión aportó al sistema educativo, la docencia colombiana también estaba preparada adecuadamente en esos tiempos.

El largo trayecto de esta maestra, que no solo enseñó a leer y escribir, llegó a impartir sus clases innovando y rompiendo las estrictas normas espartanas que aplicaban los centros educativos de la época. Con su percepción innata de la sensibilidad que es capaz de despertar la naturaleza, conducía a sus alumnos a oír sus clases bajo la sombra de un gran árbol que demarcaba el entorno de su colegio. Criticada en principio por sus colegas, que no entendían ese manejo informal de la actividad docente, terminó por recibir felicitaciones de parte de las directivas del plantel en el que trabajaba, gracias al efecto positivo demostrado por sus estudiantes que comenzaron a interesarse en las materias con un “plus” vital para estos, oues sembró en ellos el amor por la literatura y despertó su interés y la importancia de la investigación. -Línea que marcó todo su recorrido vital y que aún hoy persiste, insistiendo sobre su valor a sus compañeras de tertulia literaria-.
Sin embargo, aquí no acaba el perfil de “Pepita”, porque su interés por la naturaleza la llevó a estudiar biología y para más sorpresas, la preparación en las artes le sirvió de savia al descubrir su profundo sensibilidad por la naturaleza de las cosas, convirtiéndose en una maestra multifacética: Además de profesora de ciencias, de biología, de literatura, se dedicó a las artes como profesora de ballet, de canto, de apreciación de cine y por último, como el “sumun” de su creatividad interior, dedicó parte de su juventud a la pintura, realizando varias exposiciones de sus magníficas obras, a una de las cuales, “Dueto de amor”, le compuso una melodía. En sus palabras nos explica:

“Mi amor y admiración por las artes se han nutrido al descubrir que son los medios de una maravillosa comunicación. Las artes son generadoras de ideas, de imágenes creativas, de sentimientos, de emociones y de evocación de sueños. He confirmado a lo largo de mi vida, que las artes fijan las imágenes de la naturaleza y graban su música natural, la cual se torna en melodías que alimentan el espíritu y acompañan la vida”.
Le preguntamos a “Pepita”, entonces cómo llega a la pintura y ella misma a sus 86 años, nos responde: “Las vivencias, los recuerdos de mi infancia, los mantengo presentes. frescos y vibrantes de sonido y color. Han marcado la manera como me expreso con el pincel, con la pluma, con la voz. En cuanto a la pintura de niña seguí las enseñanzas de mi hermano Enrique a quien recuerdo con cariño y admiración. Él fue un excelente artista que generó en mi ser el deseo y pasión por el color…”

“Pasaron los años y asistí a talleres de pintura en distintas universidades, y en tales espacios fui eligiendo temas básicos para plasmar en los lienzos en los que hicieron presencia la naturaleza, los paisajes, las caídas de agua, los campos floridos, escenas de teatro y, por supuesto, el romance”.
Así, estas palabras nos sirven de despedida con una maestra que incursionó y se quedó inmersa en la enseñanza, en la transmisión de conceptos, de formas de vivir, de pensar con suficiencia de argumentos, descubriendo a sus alumnos la estética, la belleza, la armonía, la danza y el color que nos ofrece el entorno natural. Una maestra que trasciende en el tiempo y en el espacio.
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