“La guerra es la paz, la ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud”, (G. Orwell, 1984).
Nos preguntamos: ¿Cuándo los hombres y mujeres más ilustrados, los que acuñaron el arte, las ciencias y las revoluciones industriales, que recogieron la sabiduría de sus antepasados, que consagraron los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que le dieron vida a Naciones Unidas sustentados en el derecho internacional humanitario y en la necesidad de conservar y garantizar la autonomía de los pueblos, de un momento a otro perdieron la razón?
Diría Stefan Zweig, que antes de la Gran Guerra se vivía un mundo feliz. “Nadie creía en las guerras, las revoluciones, ni las subversiones. Todo lo radical y violento parecía imposible en aquella era de la razón”.
Perdieron la razón los hombres cuando se convencieron de que podían dominar a otros pueblos, ya de por sí dominados por otros, subyugándolos y sometiéndolos a cambiar sus costumbres, religiones y, en general, su forma de vida. El expansionismo y el deseo de acabar imperios y sustituirlos por otros, llevaron a esas gentes cultas y avanzadas en los desarrollos sociales y económicos a destruirse con la desgracia de la guerra. La Primera y la Segunda Guerra Mundial dejaron un mundo sin mundo. Desplazados llevando consigo sólo sus miserias. La barbarie que da lugar a la paz no se compara con los resultados donde sólo unos, los fuertes, los amos, los señores de la guerra son los que, no sólo la ganan con la muerte y destrucción de otros, sino que se apropian del derecho a repartirse lo que queda de mapa, para luego aprovechar la oportunidad de reconstruirlo.
En este siglo XXI, en el que la ciencia, la investigación y la tecnología han llegado a avances inusitados, como la I.A., aplicada a tantas materias útiles, es monopolizada por los poderosos para volver al mundo no más productivo, sino más peligroso. Enfrentamos no una guerra en este 2024, sino dos guerras: el Occidente contra el Este y en Medio Oriente Israel contra el pueblo palestino; con ello volvieron los hombres a perder la razón.
Pero las cosas han cambiado sustancialmente hoy. Los que ayer fueron perseguidos, diezmados, exiliados y, por último, casi desaparecidos de la faz de la tierra, como consecuencia de las creencias de los nazis de poseer el derecho a la supremacía, los únicos habitantes destinados a ocupar el territorio europeo. Ahora son ellos, los antiguos perseguidos, las víctimas, los que vienen ahora con su maquinaria de guerra, a aniquilar a su paso, a quienes les abrieron las puertas de su geografía cuando nadie los quería en sus países, a ellos a los que los acogieron como hermanos.
El sionismo predominante hoy en día en Israel, imbuido en la entelequia destructiva que desde la más tierna infancia instala en las mentes de los niños israelíes, les señala que el enemigo es el pueblo palestino, deshumanizándolo para que cada generación despierte con los más profundos sentimientos oscuros, y de esta forma se inflamen en su sangre movidos por el odio instalado en su ADN. Otra vez, resuenan las reflexiones de Winston Smith en 1984, cuando debía acudir a la plaza central de Oceanía a las reuniones obligatorias a las que llamaba el “Gran Hermano”; aunque no había leyes que así lo ordenaran, durante los 3 minutos de odio debían sentir hasta llorar de rabia y hasta el cansancio, observando imágenes en la gran pantalla del enemigo imaginario, creado metódicamente para dominar las mentes de sus habitantes.
Estas voces acalladas deben ser consideradas como plurales históricas, son esas voces de mujeres, hombres y niños palestinos que retumbarán en el futuro, clamando justicia por los crímenes contra su pueblo. Las selfies de los jóvenes soldados israelitas registrando el horripilante desastre de edificios y casas bombardeadas haciendo alarde de alegría. Así como el informe de Francesca Albanese, Relatora especial sobre Derechos Humanos ante la ONU, denominado “La Anatomía de un genocidio en Gaza”, serán la prueba reina cuando, algún día, alguna Corte Internacional se despoje del miedo que inspiran las potencias corresponsables del genocidio palestino, y pueda juzgar y sancionar a los criminales de guerra.
Sorprende cómo hoy se materializan las predicciones distópicas de George Orwell, cuando nos describía el objetivo del “Ministerio de la verdad”, en el que se ocupaba a un centenar de personas dedicadas a manejar la máquina “habla- escribe” utilizada para borrar y reescribir el pasado; actualizarlo; desconocerlo y presentar nuevos hechos acomodados al interés del “Gran Hermano”. Estas formas del periodismo actual, de los discursos de los líderes europeos y de los representantes del pueblo estadounidense, que sin avergonzarse caen en el doble rasero sosteniendo, por un lado, una posición garante de los Derechos Humanos
del pueblo palestino, pidiendo que no se avance en la escalada del genocidio; que se permita pasar la ayuda humanitaria, como si ese fuera la solución a la destrucción de un pueblo; a su vez aprueban, tanto Europa como el Imperio americano, millones de dólares para apoyar a Israel con la compra y envío de armas para dar continuidad a la destrucción de Gaza. Por otro lado, prohíben y persiguen a los estudiantes que piden el cese al fuego y y el fin de la masacre de palestinos, acusándolos de antisemitas. Una verdadera vergüenza mundial.
Todo esto sucede ante los ojos de los representantes de 193 Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas, obsecuentes algunos, cómplices otros y los más, impotentes ante las decisiones “injustas, injustificadas y poco éticas” como lo sostuvo el director de la Autoridad Palestina en reciente reunión del Consejo de Seguridad de este organismo; en dicha reunión Estados Unidos negó categóricamente mediante el abusivo y arbitrario derecho al veto el proyecto de resolución que admitía la adhesión de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU.
La prensa y los líderes mundiales de las Naciones Unidas reescriben el pasado, pues sólo se refieren a los hechos ocurridos desde el 7 de octubre de 2023 con la irrupción del grupo Hammas-que no del pueblo palestino en territorio israelí-, causando muertes y capturando rehenes para buscar una negociación y, de esta forma, avanzar en el proceso de reconocimiento de la ocupación israelí, con el propósito de recuperar las tierras usurpadas con la más cruda y violenta acción militar ejercida por Israel. Pero olvidan, gracias a la máquina, “habla-escribe” los 75 años de lucha por sus derechos territoriales arrebatados, por dejar de ser deshumanizados tal como los consideran los judíos, por tener y mantener su religión, su cultura, su organización social, etc., es decir, por el derecho a existir. Esta narrativa oficial genera un totalitarismo del pensamiento a todos los escuchas y lectores occidentales, impide que se piense y actúe de manera distinta, histórica, crítica, y sí se proceda y decida tal como lo quiere el “Gran Hermano”, E.U. y la OTAN.
El silencio de los tibios hace tanto daño como el mismo mal, pues cierran los ojos para no sentir ni ocuparse del tema que creen que no les afecta directamente, con lo que los actores del mal se cubren bajo la sombrilla de la impunidad. Como se ha recordado en estos últimos tiempos, unas frases que en su momento movieron las fibras de los americanos, y hoy todavía resuenan actuales, obligando a despertar a todos los ciudadanos que están viendo el genocidio online de palestinos: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética, lo que más me preocupa es el silencio de los buenos (Martin Luther King).
Por: Esperanza Niño Izquierdo
Abogada, Magister en Administración pública, Subcontralora de Bogotá. Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed EKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.
Identificado con lo expuesto en este artículo, claramente expuesto por su autora doc Esperanza, definitivamente la guerra es la sin razón Universal
Increíble que un pueblo que ha sufrido las desgracias de la guerra se conviertan hoy en el ente victimario, muchas gracias el artículo muy interesante.
Que articulo tan interesante y bien planteado. Aun más ante hechos como el de la semana anterior en la ciudad de Jenine, donde un joven palestino fue atado al capo del véhiculo militar israeli , no sin antes ser golpeado y pateado brutalement por los soldados. Imagenes como estas solo causan repudio, verguenza y dolor; y las acciones de estos soldados no solo atentan contra los D.H. de este joven, si no que tambien contra el codigo de déontologia, de guerra o militar que se réfiere à las règlas, à la etica, normas y a la conducta de guerra (disciplina, lealtad, profesionalismo, honor, etc). Pero lamentablemente esto no va à parar aqui, por que para nuestra "sorpresa" se viene …
Siii, el silencio de la ONU y de la mayoría de países subyugados por el poder de las armas y de la economía de los hegemones del mundo actual, será objeto de repudio de las generaciones venideras.
Muy buen articulo Esperanza. Me gusta mucho la referencia que haces de George Orwell. Una visión terrible y anticipada de lo que estamos viviendo hoy en día. Con la diferencia de que no vamos cada mañana a la plaza a ver la pantalla enorme, sino que cada uno tenemos nuestra pantalla individual, desde que amanece, en nuestros celulares, llenándonos el cerebro de las ideas y noticias que "conviene conocer"