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Impresiones sobre el boom literario latinoamericano

  • Foto del escritor: Luz Marina Avila Sotomontes
    Luz Marina Avila Sotomontes
  • 22 ago
  • 7 Min. de lectura

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Soy la madre del coronel Aureliano Buendía se anunció. Los centinelas le cerraron el paso, “de todos modos voy a entrar”, les advirtió Úrsula “de manera que, si tiene orden de disparar, empiecen de una vez “….había orden de no permitir visitas a los condenados a muerte” – Cien años de soledad “


Estas líneas permiten comprender varios aspectos del contexto de América Latina, tierra que parió el surgimiento del denominado Boom literario y señalo en la brevedad del diálogo, la omnipresencia del dictador, propio de estas latitudes, del condenado a muerte por el delito de rebelión y de la fuerza sobrenatural de la desafiante madre que no teme a las balas del régimen.


Diría que el Boom, como expresión literaria, hace metástasis a la pintura, esos muralistas rebeldes que riñen con la perfección, no hay per se nada perfecto; sus trazados son gritos de libertad; que repulsan el poder arbitrario, que no conciben a los militares en los palacios de gobierno, deben estar en los cuarteles y en las fronteras defendiendo la soberanía; el historiador investiga, el novelista crea, imagina e inventa, es un padre que da vida a cada personaje. En la música, los grupos argentinos, chilenos se oponen a los dictadores de la junta y al usurpador  Pinochet que rompió el sueño generacional. Los desaparecen o asesinan pero antes para que no lo repitan, los torturan .A fe que nunca más soñarán por que los asesinan o los amputan como a Víctor Jara, pero su canto aún se escucha en los andes.


El Boom es dignidad, es libertad, es rebeldía, coincide con los movimientos socialistas locales; es denuncia, los artistas son los evangelistas de su tiempo que llevan en sus letras y cantos vientos a veces huracanes que amenazan derrumbar un pasado de inequidad; cada vez que veo las pinturas de Goya diría que es un cronista y su pintura el testimonio. Las letras esa forma de combinación de caracteres y algoritmos, en adelante será magia será, agua fresca, prosa libre, tinta roja, convulsión, fuego vivo. También diversión, resurrección.


El poeta cubano Heberto Padilla levantó su pluma para criticar el régimen, lo que le costó el apresamiento y el de su esposa y la posterior obligada retractación propia de los regímenes dictatoriales lo que marcó el distanciamiento de los escritores Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa de la revolución cubana.


La definición que encontramos en las plataformas como “El boom latino americano de literatura es un fenómeno literario y editorial, surgido entre 1960 y 1970”, nos permite establecer una ecuación tempo espacial; llega a su clímax por esa época y entra a los años 80 ya madura, experta, cuajada, victoriosa y laureada con el premio Nobel en Estocolmo, distinción que recibe nuestro escritor Gabriel García Márquez, por su novela Cien años de soledad.


El Boom es más que eso. Es historia, política, humanismo, psicología, biología, botánica, las descripciones del ser humano, sus paisajes, fauna; sus costumbres, sus pasiones y ensimismamiento por el efímero poder hasta convertir a sus fantásticas creaciones de sátrapas; todo lo imposible es posible en esta América que duele por aquella costumbre de copiar modelos importa la figura imponente de un líder mesiánico que pronto cae en el embeleso del populismo y la demagogia. La pobreza es tal como lo ha sido y tiende a agravarse, así como la desigualdad, son enfermedades terminales que genéticamente se trasmiten y eso, todos lo sabemos, pero ellos prometen como pócima el cambio, la igualdad, la felicidad.


La literatura latinoamericana alcanza un nivel internacional debido no solo a sus singulares creaciones literarias si no a la intervención de famosas editoriales de Barcelona en España, ciudad de México, Buenos Aires y Santiago de Chile que promociona sus obras por Europa y otros continentes posicionando a la literatura Latinoamericana en su punto más alto. Los autores más destacados dentro del boom Latinoamericano son el colombiano Gabriel García Márquez, el peruano Mario Vargas Llosa, el belga argentino Julio Cortázar y el mejicano Carlos Fuentes, entre ellos dos premios nobel, Gabriel García Márquez (1982) y Mario Vargas Llosa (2010).


Sin olvidar por supuesto autores anteriores, como el argentino Jorge Luis Borges, el uruguayo Juan Carlos Onetti y el mexicano Juan Rulfo y de los que emprendieron una renovación literaria en la primera mitad del siglo XX, los escritores José Martí, Rubén Darío, Jorge Isaac y José Asunción Silva.


Todo esto dentro del contexto político y económico mundial de la Guerra Fría, el triunfo de la revolución cubana en 1959; el intento fallido de Estados Unidos de invadir la isla a través de la bahía de cochinos y los regímenes dictatoriales que predominaron en los países de la región, que precedieron a la democracia como el peruano Juan Velasco Alvarado, que expulso del poder al presidente constitucional Fernando Belaunde Terry. En Chile Augusto Pinochet que derroco al primer  presidente socialista democráticamente elegido Salvador Allende. En Argentina la caída de Juan Domingo Perón, a manos de varios generales de la derecha patrocinados por Estados Unidos, bajo la denominada Operación Cóndor. En Colombia bajo la violencia política partidista. Toda tierra propicia para cultivar el pensamiento entre las ideas surrealistas y la ensoñación de unos pueblos, sin esperanza de una redención.

Todo esto lo ven los autores. Saben de lo que ocurre en el mundo y lo escriben. Algunos de ellos se inician como columnistas en los periódicos locales y luego trascienden a los nacionales e internacionales. Estos sistemas políticos y económicos regulan la vida en todas sus expresiones. Surge el espionaje y el temor por la siguiente guerra nuclear. Se vive en consecuencia, una nueva forma de control “detente “o la guerra fría ante la inminencia de bombas insospechadamente más poderosas que las de Hiroshima y Nagasaki, con la certeza que será la última capaz de acabar con toda manifestación de vida en el planeta.


Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes, representan todo un continente de cordilleras, océanos, llanuras, grandes urbes, tierra húmeda, selvas con ríos caudalosos donde los caimanes hacen la siesta en sus riveras, páramos,  caseríos con aromas de romero y sudor campesino. Esta América de las nostalgias de sus autores, recuerdan los primeros amores, las campanas anunciando los oficios de la fe, también esos amores tórridos, censurados o imposibles; huyen de las botas, fusiles y uniformes verde oliva, esa nueva ola que se gesta en las mismísimas carencias.  


Escritores famélicos que residen en París y Barcelona, en donde conocerán y cruzarán cartas con la élite de la intelectualidad, irán a sus museos, oirán los estruendos de lo metros, verán los artistas callejeros de Montmartre, las noches de las luces, la bohemia de la primera juventud.


Sus autores predilectos en sus mesas de noche hacen fila: James Joyce, William Faulkner, Virginia Woolf y Miguel de Cervantes Saavedra. Tienen una ventaja, son insomnes, sus máquinas replican como los proyectiles de una metralleta, solo que no matan”, dan vida, llevan el pan al menesteroso y dignidad a los pueblos, en otras palabras, son inmigrantes que llegaron a los puertos con una maleta de ilusiones. Huyen del dictador porque corren el peligro de Aureliano Buendía.


En el análisis de críticos literarios las obras de este movimiento se nutrieron de las características de las vanguardias europeas, como la secuencia no lineal en la narrativa, jugando con el tiempo con saltos hacia el pasado y el futuro, o el uso de varias voces para narrar en vez de un solo narrador, como tradicionalmente se solía hacer. O la búsqueda del lector cómplice donde las historias implican al lector a tal grado que este ayudara a estructurar la historia. Generalmente, eran historias generadas en medio de conflictos sociales o políticos, como la pobreza, las dictaduras, las guerras y crisis sociales en escenarios rurales o urbanos.


Las historias lograron mezclar acontecimientos reales con elementos fantásticos, como es el caso de la corriente literaria conocida como el realismo mágico surgida dentro del boom latinoamericano, cuyas obras combinan la realidad con la fantasía. Es el caso de la laureada novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez ,siendo la obra más representativa del realismo mágico y en general del boom latinoamericano.


Otros precursores del boom latino americano fueron el mexicano Agustín Yáñez, los brasileños Jorge Amado y Joao Guimarães Rosa, el uruguayo Filisberto Hernández, la chilena María Luisa Bombal y los argentinos Silvina Ocampo, Adolfo Biol Casares y Leopoldo Marechal. Es de destacar la importancia de la mujer en la universidad y en la academia. Aun así, varias escritoras mexicanas que precedieron e incluso fueron coetáneas con el selecto grupo del boom fueron desconocidas dadas las condiciones patriarcales de la sociedad y el escaso interés por parte de las editoriales en sus publicaciones hicieron que estas no fueran visibles y reconocidas


Entre ellas tenemos a la escritora, Elena Garro, esposa del poeta y escritor Octavio Paz, que dio a luz muchos escritos periodísticos y cuentos que con su novela “Los recuerdos del porvenir”, anticipa el género literario del realismo mágico. Escrita en 1953 y publicada en 1963, obtuvo el premio Xavier Villurrutia en el año de su publicación. Otra es Rosario Castellanos, cuentista y novelista, con su obra más reconocida “Balun Canán” y que describe la lucha de los indígenas por reconquistar memoria, tierra y libertad.

Adicionalmente tenemos a Helena Poniatowska, quien recibiera el premio Cervantes y con sus novelas “Hasta no verte, Jesús mío”, y “La noche de Tlatelolco”, esta última, crónica sobre la matanza estudiantil en la plaza de las tres culturas en ciudad de México el 2 de octubre de 1968. Luisa Josefina Hernández, dramaturga y narradora de prolifera obra, así como Amparo Dávila e Inés Arredondo.


En fin, una serie de escritoras que no tuvieron la oportunidad de ser reconocidas como autoras de importantes obras literarias, al ser excluidas de la industria editorial en razón del machismo existente tanto en las letras como en la sociedad excluidas por tanto del del boom literario, así como de la política y las artes plásticas.


“Aquí estoy, sentado sobre esa piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las yerbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria de que de mi se tenga.” (Recuerdosdel porvenir, Elena Garro).


*Abogada. Ex-Asesora de la Contraloria de Bogotá. Ex-Personera Delegada  ante las entidades descentralizadas de Bogotá. Ex-Procuradora Judicial ante el Tribunal Superior. Artista plástica.

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