¿Hasta donde Llegará la Operación Trump en el Caribe?
- Alvaro Echeverri Uruburu
- hace 7 días
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La movilización en el Caribe frente a las costas de Venezuela, de buques de guerra y desembarco, de un submarino nuclear y próximamente del más poderoso portaaviones de la armada de Estados Unidos según su gobierno supuestamente pretende combatir el tráfico de drogas procedentes del “cartel de los soles” que de acuerdo con este, estaría conformado por militares y miembros del gobierno venezolano.
Sin duda, ese enorme despliegue militar, resulta desproporcionado para hundir unas lanchas rápidas asesinando a sus tripulantes -van 57 personas-, presuntamente porque transportaban drogas ilícitas, sin ofrecer prueba alguna, configurando por tanto los delitos de “ejecuciones extrajudiciales”, condenados por varias organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, pero que para un neofascista como Trump poco le importan.
Como tampoco le inquieta que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, haya declarado que las acciones contra Venezuela se están llevando a cabo sin base legal. Que estas acciones violan el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, lo mismo que la prohibición de amenazar a otro país mediante el uso de las armas.
Todo parece indicar, ante la desproporción de medios para combatir a unos “estúpidos” narcotraficantes que se atreven a internarse en el Caribe cuando este se encuentra infectado del poderío militar norteamericano, que toda esta operación es sólo un pretexto: se trataría no solamente de derrocar a Maduro y a su gobierno, sino, una vez logrado este objetivo, como lo han hecho en tantos países donde los Estados Unidos han derrocado gobiernos, colocar un mandatario títere que les permita apoderarse de las mayores reservas de petróleo del mundo.
Y dentro esta estrategia de poder, parecería funcional el premio Nobel otorgado a la cabeza visible de la oposición , María Corina Machado, quien no solo en reiteradas ocasiones ha solicitado la intervención militar de los Estados Unidos para derrocar a Maduro, sino también se ha mostrado favorable a los cientos de sanciones económicas impuestas, no al gobierno venezolano, sino a su pueblo e igualmente ha ofrecido que de llegar al poder favorecería la presencia de las multinacionales petroleras de Estados Unidos. Tampoco le faltó solicitar el apoyo militar del criminal de guerra pedido por la Corte Penal Internacional, Benjamín Netanyahu.
María Corina Machado, posicionada internacionalmente gracias al reconocimiento que le otorga el Nobel de la Paz, celebrada como “heroína”, sin haber realizado ningún acto heroico que se le conozca, es la basa que jugará Trump en el momento oportuno si está puesta para apoderarse de la riqueza petrolera de Venezuela le resulta exitosa.
Colombia, un pueblo entrañablemente hermano con Venezuela, desea vehementemente que esa tragedia no llegue a ocurrir. La historia reciente demuestra que pueblos prósperos, así hubiesen estado sometidos a oprobiosas dictaduras, quedaron devastados y en la ruina después de cada intervención de "salvación democrática de Estados Unidos", como en los casos paradigmáticos de Irak y Libia, que habían sido países prósperos y estables, el uno en el Oriente próximo y el otro en el norte de África, antes de sufrir la injerencia norteamericana.
Estas y otras muchas experiencias, demuestran que cada pueblo debe dirigir y escoger su destino, crear y sustituir a sus gobernantes según el querer de sus ciudadanos sin injerencia de poderes externos.
Después de amenazas, invasiones, bloqueos a los puertos de los países latinoamericanos durante el siglo XIX por parte de las potencias europeas, los principios de no intervención en los asuntos de otros Estados y la resolución pacífica de las controversias, fueron los dos grandes aportes de estos países al derecho internacional. Este Derecho que hoy parece haber desaparecido de las relaciones internacionales, sustituido por el poder de la fuerza para el caso particular de la potencia hegemónica en este hemisferio.
La lucha que incumbe a quienes todavía creemos en la democracia, es la de rescatar la razón perdida y con ella, el funcionamiento de los países de acuerdo a reglas acordadas autónomamente por ellos, tal como se estructuró en el pasado el Derecho Internacional.
Las épocas de oscuridad que la humanidad ha vivido en el pasado no han durado para siempre. Tenemos la esperanza- “y la esperanza es una obligación moral de nuestra época” como dijo el escritor mexicano Juan Villoro- que la oscuridad y el caos en el que vive el mundo actualmente no durará demasiado tiempo.
El Editor,
