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El pensamiento identitario.

  • Dinier S. Sandoval Cardona
  • 24 sept
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 1 oct


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El nuevo extremismo en nombre de los valores de la democracia, del imperio de la ley y los derechos humanos.

 

Los delirios de la derecha europea de promover, fomentar y defender la “identidad cultural” ha llegado a unos límites intolerables que se confunde con la ideología fascista.

 

En nombre de la democracia, el nuevo lenguaje de los partidos de la derecha, supera lo permitido por una democracia constitucional. Son los movimientos ultranacionalistas y disgregadores, quienes, en el afán de buscar una identidad europea, se oponen sin reticencia a todas las políticas de inmigración y no esconden sus tendencias racistas. Con esas manifestaciones, el espíritu europeo aparece sin la más mínima sospecha, de enarbolar un supremacismo con la pretensión de cerrar sus fronteras nacionales.

 

Este identitarismo europeo, como también se le conoce, se encuentra basado en el más recalcitrante nacionalismo étnico, que explícitamente manifiesta sus ideas de xenofobia a través de un lenguaje que riñe y contradicen con los mismos valores de la democracia y derechos humanos que reclaman.

 

En clara oposición al multiculturalismo, se enfrentan sin pausa a evitar cualquier mezcla cultural que pretenda “islamizar” a occidente. Es el idéntico rechazo al diferente. En los últimos años los partidos y políticos identitarios, apelando al miedo, agitan el debate y arrecian la confrontación con un pensamiento político que se pretende imponer como hegemónico y estandarizado.

 

Para tal efecto, utilizan el discurso chovinista y populista para obtener unos réditos electorales, de una ciudadanía que cada día se encuentra más abierta a escuchar propuestas anti inmigratorias, como un bálsamo protector frente a las amenazas de ser desplazada en sus derechos por extraños, llegados de lejanas fronteras. Son agrupaciones cínicas que esconden una doble moral. Por un lado, hablan de respeto a la igualdad y la libertad y por otro defienden la opresión contra el diferente.

 

Estos brotes de sectarismos por parte de una derecha infame, enemiga del pluralismo y la tolerancia, esconde la decadencia de unas estructuras políticas con la coartada de buscar chivos expiatorios a su propia incompetencia, apostatando a su fiel pensamiento, para adentrar en la más esquizofrénica carrera demagógica de un proyecto identitario, que tantos y tontos, siguen para darle una justificación de existencia a unos partidos que llegaron a su periclitado derrumbe moral y político.

 

Sería injusto culpar exclusivamente a la derecha europea de estos brotes xenofóbicos y raciales, mimetizado en proclamas de un proyecto identitario, cuando la izquierda ha sido connivente al abandonar su histórica defensa al estado bienestar y los derechos humanos para plegarse sin reticencia a este esperpento ideológico y excluyente que agita los miedos identitarios.

 

No existe una mejor autoridad intelectual, que comprenda y explique sintácticamente la realidad que vive la izquierda política en Europa, como el francés Francis Juillien, quien describe a rajatabla el debate identitario que sacude a Europa, cuando sostiene, “La izquierda se ha vuelto cínica”. Habla de igualdad y por debajo hace todo lo contrario. Ha tenido tantos casos de corrupción como la derecha y pagara caro su inmoralidad política cubierta de igualdad ficticia”. En esa misma orientación coincide Mario Barcellona, que de manera descarnada y tozuda hace valientes denuncias sobre la crisis de la izquierda.

 

“El lenguaje de la izquierda fue colonizado por la semántica del mercado, de la competición, de la productividad, de la competencia internacional y del crecimiento. Al punto de convertirse esencialmente, al empezar a decir lo mismo que los demás, en afásica, en incapaz de expresarse con un lenguaje propio. Esa izquierda, ya en los últimos veinte años del siglo pasado, termino por rendirse a los poderes del mercado y experimento una mutación profunda.

 

En vez de salvaguardar lo esencial de sus viejos valores, los extravió” Con esta crisis de identidad ideológica y de profundas confusiones morales, la izquierda viro hacia el pensamiento único del consumismo, hasta terminar por completo desarmada de su retórica redistributiva, que antaño, fue su principal bandera de lucha política. Al caer en el precipicio de su desideologización, la izquierda política cavo su propia tumba y esculpió la lúgubre lapida de su fin histórico.


*Abogado Especialista en Derecho Constitucional Comparado y Politólogo de las Universidades de Castilla La Mancha, (España) y Pisa Bolonia,( Italia) y del Instituto Superiore di Formazione Político-Sociale di Calabria, del mismo país.  

1 comentario


Invitado
03 oct

Excelente columna

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