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Dinier S. Sandoval Cardona

El discurso del odio. Tercera Parte. 

La antropofagia cultural de la política moderna. Un fenómeno sin fronteras. 

 

El fenómeno del odio se expande en todo el mundo, como un sino trágico de la humanidad en los tiempos modernos. Sin embargo, este fenómeno que no es de reciente aparición, es tan antiguo como la misma humanidad. 


El pensador Frances, André Glucksman, que era de origen judío, al analizar la presencia del odio en los tiempos presentes se expresó de la siguiente manera. 

“El odio existe, el odio no respeta nada, el odio juzga sin escuchar, el no atiende a razones, odio luego existo.


Este fenómeno que se expande a toda velocidad por el mundo, se encuentra avalado por una impunidad contra los poderosos, quienes desde las comodidades que produce el capital y los resortes del poder político, se atreven a difundir toda suerte de ofensas contra la dignidad humana, a todos aquellos que no tienen ninguna proximidad ideológica, racial o económica. Son los llamados discursos del odio, que se encuentran alimentados en los principales Parlamentos del mundo, como verdaderos botafuegos del lenguaje del odio y la discriminación. 

Este discurso del odio, que resuenan en los principales parlamentos de Europa, viene encontrando la excusa perfecta. La migración. Que, sin ningún escrúpulo, los principales lideres y partidos de la derecha se oponen a los derechos a las personas inmigrantes con políticas de claro matiz racista….  


En esa narrativa del odio, el discurso parlamentario de la extrema derecha se encuentra empeñada en asociar la migración con la inseguridad y criminalidad. Ante el ruido de cerrar las fronteras y promover las devoluciones al país de origen, se recrudece el rechazo al inmigrante, pese a que la Declaración Universal de Derechos humanos en su artículo 13 consagra el derecho a toda persona de emigrar de su país y retornar. Sin embargo, en la práctica existen drásticas barreras que imposibilitan la entrada libre al país de destino. No sin razón, el politólogo español, Ignacio Sotelo, indico inequívocamente que “la emigración es un derecho de cada persona; la inmigración, un derecho que cada Estado se reserva” 

 

Un ejemplo de lo que ocurre en los parlamentos, lo protagonizo el Partido Vox de España, que fiel a un ideal “identitario” se aferra visceralmente en los debates parlamentarios a rechazar cualquier intento de garantizar los derechos de todas las personas inmigrantes, forzando a los otros partidos a aliarse en esa retórica del odio. 


La ferocidad de este discurso, ha llegado a un techo de la degradación moral de los parlamentos, al existir en su interior, severos enfrentamientos y acusaciones de racismo, como ha ocurrido recientemente, con el penoso  espectáculo protagonizado en el Parlamento francés, donde el Diputado del Partido de Agrupación Nacional , Gregori De Fournas grito a su par Carlos Martens Bilongo, “Vuelve a África”, cuyos orígenes y ascendencia son de ese continente y perteneciente del  Partido Francia Insumisa. Lo mismo ocurrió, con las acusaciones de Donald Trump contra cuatro congresistas del partido demócrata, pertenecientes a la cámara baja, a los que  acusó con el mismo lenguaje del odio, “que regresaran a sus patrias”, después de señalarlas a través de las redes sociales de provenir de países “infectados por el crimen de los que vinieron”. Las víctimas del virulento señalamiento, se dirigieron  contra Ocasio-Cortez de ascendencia puertorriqueña, Tlaib, hija de padres palestinos y Omar, nacida en Somalia.  Ante los episodios citados, el Parlamento francés procedió a suspender la sección y evaluar las sanciones de rigor contra las expresiones racistas del mencionado político de la derecha. En cambio, las acusaciones de Trump, a pesar de los ruegos de que se abriera formalmente un impachment en su contra, ha gozado de la absoluta impunidad, gracias a la primera enmienda de la constitución política, que todo lo permite, hasta los discursos racistas. 


Este ascenso vertiginoso del odio en las democracias, ha tomado sus mayores dimensiones, luego del fracaso del comunismo y el fin de la guerra fría, “como si la vida política de un país necesitara un enemigo que al rechazar, después que desapareciera el rival comunista" Son los extranjeros, el nuevo enemigo al que hay rechazar y que ocupa el vacío del anterior. 


La situación que da origen a este nuevo paisaje xenofóbico de la política mundial, descansa en una cruda y dolorosa realidad. Son las migraciones masivas en un mundo sin trabajo, que empuja al emigrante a salir de su país en búsqueda de mejores oportunidades, obligado por el hambre y la violencia, que los lanza a la aventura de llegar a tierras con mejores posibilidades de un buen vivir, sin contar, que en ese “viejo mundo”, se fomenta un “choque de culturas” como una especie de apartheid social, que marcan incomprensibles estereotipos, prejuicios y racismo que los tiende a criminalizar. 


Un mundo globalizado de libre circulación de capitales. No ocurre lo mismo con la circulación de personas


El concepto universal de derechos humanos que se predica con la Carta de las Naciones Unidas proclamada en 1948, no cumple las promesas de la revolución jurídica de sepultar por completo los viejos totalitarismos del pasado. 


Si bien los capitales en el mundo circulan sin ninguna restricción a través de los llamados “capitales golondrinas” o “fondos buitres”, no sucede igual, con la libre circulación de personas, especialmente aquellas que provienen de países de economías emergentes, que sufren las embestidas de las peores políticas anti inmigratorias, que le cierran el paso a los migrantes indocumentados.  


En virtud de esas severas políticas de exclusión, justificadas por temores y odios contra el migrante, que los enfrenta con el destino fatal de la muerte, se desdibuja la esperanza de muchos de buscar un empleo y mejorar sus condiciones socioeconómicas. Son los “inmigrantes económicos o extracomunitarios”, para emplear el termino acuñado por José Antonio Estevez Araujo, quienes sufren sin piedad los horrores de una normativa europea que limita, a la vez que prohíbe, la libertad de circulación de personas para trabajar y fijar su residencia en contraposición a las previsiones del Derecho de Gentes o el derecho internacional.   


Quien mejor intenta describir el drama y las tragedias que han sufrido miles de migrantes, antes de desembarcar en las costas europeas, sin duda ha sido el jurista Luigi Ferrajoli, que, acompañado con los mejores datos y estadísticas del número de migrantes muertos, se atrevió a denunciar las desgracias de estas personas sin derechos. 


“Según los datos recogidos en la página web de Fortress Europe, desde 1988 y hasta la fecha de 2012 han muerto , en el intento de penetrar de pentrar en la fortaleza europea , nada menos que 18.635 personas. De ellas, 13.701 se ahogaron en el mediterráneo y en el océano Atlantico. En concreto, 6435 perdieron la vida en ese gran cementerio en el que se ha convertido el canal de Sicilia en su intento por alcanzar Malta o Italia , procedentes de Egipto, Libia o Tunez. Otras 4739 personas murieron en la ruta que, desde Marruecos, Argelia, el Sahara occidental, Mauritania y Senegal, conduce hacia España o las Islas Canarias. 1462 personas se ahogaron en el mar Egeo, entre Turquia, Egipto y Grecia, otras 705 en el mar Adriatico y en el Jonicco, entre Albania y las Costas de Apulia. Además, 1703 han perdido la vida desde 1996 hasta hoy atravesando el desierto del Sahara en dirección al mediterráneo; 372 migrantes han muerto, asfixiados o deshidratados o aplastados por mercancías , escondidos en camiones; 412 se han ahogado atravesando ríos fronterizos de montañas; 292 han perdido la vida a causa de los disparos de las policías”. 


Lo cierto de todo esto, es que cada día se hace más imposible penetrar a las fortalezas europeas por parte miles de migrantes que provienen de países que sufren de los embates de la violencia intestinas, las persecuciones políticas  si no, de la falta de oportunidades de un empleo digno que permita la mínima subsistencia. 


En esa lógica de leyes anti migratorias, que se han impuesto en la mayoría de los países de la unión europea, subyace claras motivaciones racistas que hacen del inmigrante un ser antropológicamente “inferior” y carentes de derechos, convirtiéndolo  en un enemigo peligroso al que hay que enfrentar para proteger la seguridad nacional. 


Estas medidas racistas que han sido avaladas por los distintos gobiernos y Parlamentos, ha traído importantes pronunciamientos por parte del Tribunal Estrasburgo, al condenar a Italia y España por la violación sistemática de los derechos humanos ante la practica deshumanizada de la “devolución en caliente” de quienes se asoman a sus costas.   


Esta aparente peligrosidad que representa el migrante, que esgrimen como argumentos las autoridades europeas, para levantar las murallas en su contra, constituyen los viejos residuos del peligrosísimo penal de la escuela positiva italiana, cuyos mejores exponentes fueron Cesar Lombroso y Rafael Garofalo. Odiosa doctrina del pasado, que termina ensamblada en una nueva legislación que da origen a un derecho penal del enemigo.  

 

*Abogado Especialista en Derecho Constitucional Comparado y Politólogo de las Universidades de Castilla La Mancha, (España) y Pisa Bolonia,( Italia) y del Instituto.Superiore di Formazione Político-Sociale di Calabria, del mismo país.  


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