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Los partidos políticos extravían el rumbo

Gustavo Gaitán Thornee

Complejo luchar por la democracia cuando es incapaz de dar alimento, evitar el alto costo de la vida o de poner fin a la corrupción para alcanzar la libertad.


El fracaso de la revolución bolivariana en Venezuela, que no logra consolidar una economía sustentable, pero mantiene al chavismo en el poder, obliga a entender al régimen como una paradoja cívico - militar, o como parte de un proyecto político socialista que atraviesa una crisis temporal. 


Los fenómenos políticos no los podemos ver en blanco y negro. La espada de Bolívar ya no camina soberana por América Latina y los proyectos del socialismo del siglo XXI están en desbandada hacia el centro y la derecha populista. Se sienten los estragos del hambre, la falta de justicia y se ha estancado la participación de lideres sociales en los gobiernos de la región por la consolidación de élites políticas alejadas de las demandas populares.


La revolución ciudadana de Rafael Correa en Ecuador lleva doce años en la oposición, con sus principales líderes en el exilio y la cárcel. El MAS boliviano está dividido con un Evo Morales criminalizado y un gobierno de Arce Catacora estancado, mientras que Daniel Ortega en Nicaragua es retratado como un dictador y Nicolas Maduro con orden de captura de la Interpol y recompensa de la DEA, muestran las profundas grietas estructurales del progresismo en la región. 


El regreso de Luiz Inácio Lula Da Silva al gobierno Brasil no ha sido cómodo, Gustavo Petro en Colombia, el primer presidente de izquierda en su historia, no logra consolidar su proyecto progresista por la férrea oposición interna y los Kirchner, en Argentina, se encuentran en franca retirada, lo que ha hecho surgir un nuevo eje Buenos Aires-San Salvador-Washington como hilo conductor de los flujos del nuevo imperialismo norteamericano: la derecha neoliberal y autoritaria que desprecia las derechos humanos de la población pobre y vulnerable. Queda casi aislada la nueva mandataria mexicana, Claudia Shimbaum, blanco predilecto del segundo mandato de Donald Trump en Estados Unidos.


Qué hacer


Cuando el líder de la izquierda estadounidense Bernie Sanders señaló que el partido Demócrata había perdido las elecciones por “alejarse de la clase trabajadora, la pérdida de empleos y el estancamiento de los salarios”, señaló el problema medular de la intención de voto que había capitalizado Donald Trump, del partido Republicano. 


Thomas Piketty un economista de izquierda, que estudia la desigualdad, dijo en un reciente foro “en los años 1980, 1970 o 1960, la élite socio económica estadounidense, la élite educativa, votaba mayoritariamente a los republicanos. Al Partido Demócrata no le fue tan bien con las élites. Pero hoy, en muchas de las zonas más elegantes, los lugares más ricos, votan a los demócratas, y esto ha permitido a los republicanos de Trump atraer a los votantes de la clase trabajadora”.


Y agrega: “Mientras los demócratas predominen en zonas ricas, es poco probable que ofrezcan medidas serias para combatir la desigualdad. También significa que el otro bando puede retratarlos fácilmente como elitistas. Pero la manera de atraer a los no elitistas no es competir con los republicanos en cuestiones de identidad en el sentido de preocupación por los inmigrantes”.


Piketty se reunió con el filósofo Michael Sandel de la Universidad de Harvard, uno de los filósofos políticos más destacados del planeta, para debatir sobre los límites morales de los mercados, el futuro de la izquierda y qué hacer para contrarrestar una marea creciente de nativismo de Donald Trump y otros políticos conservadores que están ganando terreno en el mundo y coincidió con Sandel: “Los partidos socialdemócratas han permitido que la derecha monopolice algunos de los sentimientos políticos más potentes a saber; el patriotismo, la comunidad y la pertenencia”.


A lo que Piketty respondió “Creo que lo que explica el voto por Trump o el voto por Marine Le Pen en Francia, son las pérdidas de empleos en el sector manufacturero debido a la competencia comercial, más que la afluencia de inmigrantes. En Francia atrae a sus seguidores en pequeñas ciudades sin población migrante, donde el verdadero problema es la oposición a la política comercial europea y la deslocalización de puestos de trabajo. “Nuestro principal problema es la competencia comercial. No se trata de si proviene de Turquía, de China, de Argelia o de México. El problema es que estamos perdiendo puestos de trabajo”, señaló un trabajador francés al New York Times.


El futuro


Ahora que Donald Trump regresa a la Casa Blanca, los Demócratas necesitan un proyecto más amplio de renovación cívica. Deben afirmar la dignidad del trabajo, especialmente para quienes no tienen títulos universitarios; poner freno al poder de las grandes empresas tecnológicas y dar voz a los ciudadanos en la configuración de las tecnologías, de modo que la inteligencia artificial mejore el trabajo en lugar de reemplazarlo. Los ciudadanos también deben participar en la configuración de la transición hacia una economía verde, en lugar de verse obligados a aceptar cualquier solución impuesta por las élites tecnocráticas desde arriba. Cuántas veces, en las décadas de 1990 y 2000, oímos a los demócratas (y a los principales republicanos) proclamando esta retórica del ascenso: “Si quieres competir y ganar en la economía global, ve a la universidad. Lo que ganes dependerá de lo que aprendas”. Pero la mayoría de los estadounidenses (y la mayoría de los europeos) no tienen un título universitario. Así que es una locura crear una economía que haga depender del trabajo digno y la estimación social de una credencial que la mayoría de la gente no tiene”, sentenció el filósofo Michael Sandel.


El diálogo entre Piketty y Sandel nos ilustra el camino que deben seguir las organizaciones de izquierda, y haciendo una analogía política con la actual situación que atraviesa Latinoamérica, debería decirse que las bases se deben sacudir de las nuevas élites consolidadas por el socialismo del siglo XXI y sintonizarse más con los lideres sociales, indígenas, ecologistas, obreros, sindicalistas, LGTBIQ+, ex guerrilleros y en fin con las minorías que tradicionalmente han sido su fuerte y razón de ser para estimular la lucha de clases y lograr mayor equidad y bienestar para las mayorías, que son en últimas, las que ganan las elecciones. 


Los legados


La izquierda, desde en Río Bravo hasta la Patagonia, se ha caracterizado por beber las aguas tanto del socialismo como del nacionalismo. Desde las primeras gestas de la revolución mexicana con Pancho Villa y Emiliano Zapata, y en Nicaragua con Augusto Sandino, todas han sido traicionadas por la oligarquía supremacista y por los gorilas militares. 


Los primeros partidos comunistas en la región lograron moverse a pesar de las restricciones a los derechos de huelga, la inexistencia de salarios mínimos y el terror a las expropiaciones “bolcheviques”. Desde mediados del siglo anterior con la “combinación de formas de lucha” y el surgimiento de las guerrillas armadas en Uruguay, Argentina, Colombia y Perú han surgido partidos socialdemócratas y progresistas que han alcanzado el poder y prácticamente en todas las naciones.

 

Algunos han logrado desarrollar gobiernos brillantes como el de José Mujica en Uruguay, otros verdaderamente tristes como Ollanta Humala o pobres como el de Pedro Castillo, ambos en Perú. La izquierda de la región todavía sufre el trauma de la victoria electoral de Salvador Allende en Chile que terminó en un golpe de estado auspiciado por la CIA. Cuando Fidel Castro conversaba con Hugo Chávez, luego de su última victoria electoral, el líder cubano le increpaba con una pregunta sórdida: ¿Por qué sigues haciendo elecciones burguesas?


*Politólogo y estratega en comunicación política. Periodista y cinematógrafo.


1 Comment


Guest
Feb 02

Importante análisis y valioso aporte

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