top of page
Gonzalo Echeverri

Lo extraño y lo absurdo en la ciencia 

El escritor Mario Mendoza publicó hace algunos años, una obra realmente atípica: El Libro de las Revelaciones. No es una novela, ni un escrito de ficción. Es una colección de ágiles narraciones sobre una gran variedad de hechos extraños, tan insólitos que trasgreden abiertamente nuestro concepto de lo posible, de lo lógico, de lo que es real, en una palabra. Hechos maravillosos algunos, pero sórdidos e inquietantes otros : fuerzas y energías desconocidas que se posesionan de algunos infortunados seres humanos  según la investigación de los psiquiatras William Baldwin y Alan Sanderson; recuerdos detallados de vidas anteriores  con múltiples  hechos  comprobados según la ya clásica investigación de Ian Stevenson de la Universidad de Virginia; conciencia del entorno y visiones  del más allá  de pacientes totalmente inconscientes con parálisis cerebral como  el caso de Pamela Reynolds; la resurrección de George Rodonaia después de encontrarse  tres  días sin signos vitales en la morgue de un hospital ruso; la milagrosa curación de la niña  Natalia García Mora inválida irrecuperable por causa de un disparo   que le afectó severamente  la médula ósea; la abducción por seres extraterrestres de Adela Cruz  y el inexplicable implante hallado en su cuerpo ; los viajes  en el tiempo por  medio del cronovisor inventado por el sacerdote benedictino Pellegrino Ernetti; las relaciones entre el biólogo  Dan Burisch y el extraterrestre J. Rod; las visiones  de gigantescos seres celestiales  por los seis astronautas de la estación soviética  Salyut 7 en 1985, y muchos otros  no menos increíbles.


Estas narraciones, hay que decirlo, no son un mero pasatiempo, porque plantean profundos interrogantes sobre lo que es la realidad y sobre la existencia humana y su arcano sentido. Esta es la gran inquietud vital que el autor deja entrever. Porque después de considerar hechos como los expuestos, el mundo del sentido común, de lo lógico y comprensible comienza a palidecer y a mostrarse como un conjunto de creencias convencionales más bien superficiales. En ellas nos afincamos sólo por nuestra ignorancia, nuestra inercia mental y nuestras rutinas intelectuales. Por ello el autor dice lúcidamente:” Quizá no hay una materia como tal, sino una lectura que hace nuestra cabeza a partir de las fuerzas circundantes. La realidad no es más que un caos vertiginoso que nos afanamos por alcanzar y que siempre se nos escapa como agua entre los dedos”.


Un desafío para la ciencia


Hechos como los relatados no pueden ser aceptados como verdaderos por la ciencia oficial porque no encajan con los paradigmas aceptados de lo que es la realidad. No concuerdan con las percepciones ordinarias, ni con la experiencia sensible común e incluso ni siquiera con principios elementales de la lógica. No pueden ocurrir y por lo tanto se niega cualquier evidencia empírica por bien demostrada que esté.


Pero la nueva física plantea justamente lo contario pues sus hallazgos, basados en rigurosas investigaciones y sofisticados cálculos matemáticos, conllevan una rica colección de concepciones extrañas, contraintuitivas e incluso ilógicas. Según la teoría de la relatividad, la velocidad de la luz es siempre la misma, aunque provenga de una fuente en movimiento y dos acontecimientos pueden ser simultáneos para un observador, pero sucesivos para otro. Pero es la física cuántica quien se lleva la palma de las ideas extrañas: las partículas pueden estar al mismo tiempo en lugares diferentes o pueden pasar por dos agujeros sin dividirse, o pueden retroceder en el tiempo. O más raro aún: según dice el físico Paul Davies “una observación realizada hoy puede contribuir a la construcción de la realidad en un pasado remoto”. Y lo que es el colmo, según el mismo científico:” El factor cuántico permite que ocurran sucesos sin causa en el mundo subatómico: las partículas, por ejemplo, pueden surgir de la nada sin ninguna causa específica…” Y por supuesto, el universo mismo pudo surgir de” fluctuaciones de la nada.” Por todo ello Niels Bohr decía que “quien dice comprender la física cuántica es porque no la comprende”. Y después de sus debates con el genio danés, Heisenberg se preguntaba atormentado “si el mundo puede ser tan absurdo como parece “.


Las llamada leyes de la física, han dejado de ser inexorables para convertirse en simples probabilidades estadísticas. Por ello, el notable físico Michiu Kaku da este ejemplo insólito:” Incluso los sucesos más extraños y poco probables - tales como despertarse una mañana y encontrar nuestra cama en la mitad de la selva amazónica - suceden realmente “. Los sucesos más extraños por tanto pueden ocurrir, aunque su probabilidad sea ínfima. Al tirar una moneda al aire no es imposible que esta caiga hacia arriba. Algunos llegan a decir que el determinismo de la ciencia oficial es “una superstición”


Es inevitable concluir, por lo tanto, que no puede rechazarse una idea o negarse un hecho solo por su extrañeza. Y es claro que ya no puede invocarse a la ciencia para recusar apresuradamente lo insólito. Es pertinente, por lo tanto, muy pertinente, recordar lo que advierte CG. Jung:”no cometeré la estupidez usual de acusar de fraude a todo aquello que no pueda explicar “.


La ciencia como tal no puede convertirse en un sistema cerrado y dogmático, porque por naturaleza es abierto y controversial de tal manera que todos sus planteamientos están sometidos a revisiones y rectificaciones permanentes. Durante más de mil años la teoría geocéntrica de Ptolomeo se consideró sin discusión como la correcta, pero, como bien se sabe, a partir de Copérnico se estableció que la mejor explicación es justamente la contraria. Lavoisier decía que no existen los meteoritos porque “en el cielo no hay piedras “y científicos destacados como Lord Kelvin consideraban que la radioactividad “era un fraude, “al tiempo que Berthelot decía insistentemente que el átomo era solo una especulación infundada. Y así por el estilo son innumerables las ideas científicas que con el paso del tiempo han resultado erróneas a pesar de que eran sostenidas por científicos eminentes.


 Hay que decirlo, la ciencia la hacen los científicos y ellos caen con frecuencia en el dogmatismo y la intransigencia. Así convierten sus concepciones en verdades infalibles y privilegian la teoría sobre la evidencia empírica, convirtiendo la ciencia en una especie de religión con dogmas y herejes. Se niegan a rajatabla los hechos que no encajan en sus planteamientos: no creen, no quieren, ni pueden creer.  En palabras de Claude Bernard, destacado biólogo francés “La verdadera ciencia no suprime nada, sino que automáticamente busca las cosas que no comprende y las mira cara a cara sin titubeos. Negar los hechos no equivale a suprimirlos. Eso sería tanto como cerrar los ojos para hacerse la ilusión de que aquellos no existen”. Negar la evidencia empírica implicaría traicionar el método científico para el cual la observación imparcial de los fenómenos es esencial, aunque tales fenómenos sean de entrada incomprensibles, insólitos o ilógicos.


Por todo ello T. Kuhn, el famoso filósofo de la ciencia escribió en su obra Estructura de las revoluciones científicas: “Lo único que no podemos decir es que ahora hemos descubierto como es realmente el mundo “.


Ciencia de lo extraño


Y por  extraño que parezca, existe  una ciencia de los extraño : la parapsicología, la cual se  ocupa  de fenómenos  tales  como la acción de la mente sobre la materia (telequinesis),  el compartir  estados mentales sin mediación de los sentidos ordinarios (telepatía), percepción extrasensorial de hechos desconocidos (clarividencia), apariciones fantasmales, conocimiento paranormal del futuro ( precognición ), separación de la conciencia del cuerpo (desdoblamiento), conocimiento  paranormal de lenguas  (xenoglosia) y un largo etcétera  que abarca muchos  hechos que, de acuerdo  a nuestra experiencia normal, no deben existir: “son imposibles, pero ocurren”, decía el Nobel Charles Richet.

Esta ciencia tuvo un origen notable. A raíz del gran auge del espiritismo en la segunda mitad del siglo XIX, muchos científicos destacados decidieron estudiar con rigor e imparcialidad los fenómenos que se presentaban en las sesiones con la presencia de un psíquico o médium, tales como desplazamiento de objetos, apariciones fantasmales, informaciones paranormales y muchos otros. Así surgió en Londres la respetada Sociedad de Investigaciones Psíquicas en febrero de 1882 a la que han pertenecido muchos científicos de valía.


Es indiscutible que sólo con razonable apertura a lo nuevo, a lo desconocido y oculto, la ciencia puede progresar. Por ello el auténtico espíritu científico es capaz de “torturar al sentido común y humillar la intuición” en palabras de Mario Bunge, quien también puntualiza que “probar cosas nuevas e inciertas es preferible a rendir culto a las viejas y garantizadas.”


En conclusión: la ciencia y los hechos extraños, no son incompatibles. La verdadera ciencia no debe desconocerlos, sino que debe examinarlos con objetividad y rigor. Va en ello su verdadero progreso.


*Abogado, exmagistrado Consejo Nacional, Electoral

      

 

 

      

      

 

 

 

 

63 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page