"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar". (Eduardo Galeano)
Las ciudades son como las personas, poseen como ellas, todas sus características y rincones ocultos. Son dueñas de una figura, un alma que aflora a cada paso, tienen también sus rincones oscuros. Algunas los exhiben sin pudor, otras buscan la excelencia cultural o arquitectónica que las hace únicas e identificables fácilmente por su icónica personalidad.
La ciudad de Santa Marta, desde hace un tiempo, se ha convertido en el hogar de muchas gentes que vienen del interior del país, como también de extranjeros que encuentran lo paradisíaco de este territorio y deciden invertir y hacer de esta ciudad el lugar para quedarse. Son míticas sus playas, los atardeceres multicolores y la exuberante vegetación que ofrece la Sierra Nevada, el Parque Tayrona, Minca, Taganga, entre otros sitios.
Todo lo anterior, define una parte de la personalidad de la ciudad. También lo es la visión panorámica del Centro Histórico ofrece todo lo que verdaderamente representa un pueblo. Es así como, el deterioro ambiental que se manifiesta en la decrepitud de muchas fachadas de las casas, las telarañas amenazantes de cables colgando de los postes de luz, los andenes rotos e intransitables y el mal olor que se desprende cada mañana después de albergar a personas en condición de calle, son el día a día de los habitantes locales. Aquellos que tienen sus residencias en el centro histórico y que son los que verdaderamente sufren y resisten, además del turismo de bajo costo, los comederos callejeros, los indigentes, las innumerables motos estacionadas en las calles sin ningún control, los animales callejeros famélicos que deambulan por sus calles hasta morir en algún rincón. Los residentes locales que sufren este caos, resisten solos, la personalidad de la ciudad.
El panorama que someramente describimos, demanda la necesidad urgente de repensar en la ciudad. Bajarnos de esa nube mítica que se ha construido en torno a esta ciudad caribe que por su belleza atrae al turismo per se y como único factor de desarrollo, se cree equivocadamente que genera progreso. La realidad es a la inversa. Se debe planificar primero cómo construir ciudad y luego sí, conseguido este objetivo plenamente, poner en marcha una política turística sostenible.
Algunos puntos que destacó el arquitecto e investigador de la universidad Tadeo Lozano, Joel Samper, en el análisis de cómo se deben abordar los principios necesarios para diseñar una ciudad turística, tal como se instauraron en Cartagena. Sería conveniente tenerlos en cuenta y aplicarlos desde nuestra perspectiva política.
Entre los aspectos a los que se les da mayor relevancia es el hecho de volver el centro histórico funcional, es decir, como en todas las ciudades grandes y turísticas se encuentran los edificios institucionales y oficinas públicas que atienden a sus ciudadanos. Así como la oficina de turismo abierta a los viajeros que quieren información oficial de la ciudad, mapas y sitios de interés entre otros.
Un asunto relevante es la ubicación del Concejo de la ciudad de Santa Marta que se encuentra a gran distancia del Centro Histórico lo cual impide física y políticamente una conexión con la realidad que se pretende administrar. Este sesiona en un edificio desangelado, al cual acuden muy pocos concejales a las reuniones ordinarias, rompiendo con el principio fundamental de funcionalidad, el cual permite una mayor visión del desarrollo y problemáticas ciudadanas para planificar la política pública.
Otro aspecto de gran relevancia tiene que ver con el desarrollo de una campaña ciudadana encaminada a discutir y posteriormente expedir un “Código Urbano”, como decíamos en un artículo anterior, siguiendo los principios rectores de la política de convivencia ciudadana institucionalizada por Antanas Mockus en Bogotá, que orienten y encausen tanto la conciencia de los ciudadanos hacia sus derechos y responsabilidades así, como las actividades económicas que en últimas son las que transforman la ciudad.
Sería conveniente preguntarnos ¿Qué tipo de ciudad queremos? Si la respuesta es estructurar una ciudad cultural, entonces se debería iniciar una verdadera recuperación del Centro Histórico mediante campañas que inviten a restablecer las fachadas que son tan representativas de la ciudad antigua; renovar la pintura de las mismas a cambio de rebajas en impuestos distritales que las normas locales permiten. Iniciar campañas de limpieza y recuperación de lugares icónicos, hoy en lamentable descuido.
Profesionalizar la actividad turística previo a la oferta de venta, en las redes oficiales como Santa Marta “centro turístico y cultural". Prioritario sería, orientar tal actividad ofreciendo formación universitaria y técnica a los guías oficiales y privados, siguiendo el ejemplo de Cartagena que brinda recorridos de 2 horas por la ciudad mostrando sitios emblemáticos en arquitectura, históricos, religiosos, artísticos, literarios, gastronómicos, acompañados por un guía experto que ofrece traductores portátiles cualificando el servicio. Primero Construir ciudad.
Sin ahondar más en problemas sociológicos que serían sin duda tema de otra columna, podemos afirmar que cualificando el ámbito cultural, cívico y turístico iremos construyendo una cultura propia que poco a poco vaya convirtiendo al turista convencido de que su visita es meramente de ocio y consumo, en un verdadero viajero interesado en el lugar que escoge para disfrutar plenamente, conocer y llevar en su equipaje interior los recuerdos de una icónica ciudad.
Para conseguir este objetivo, insistimos en el establecimiento de una política cultural para los samarios, encaminada a entronizar el valor de la ciudad en la conservación y cuidado de lo público, de reconocer la inversión de obras en general. Para ello es preciso diseñar normas urbanas que orienten hacia el valor que tiene su “patria chica", el cuidado de su entorno, el respeto por el otro. Cabría aquí el llamado urgente a establecer una política de movilidad y estacionamiento de motos y vehículos, mediante una normatividad de obligatorio cumplimiento y cuya transgresión acarree sanciones claras y ejemplarizantes.
Por último, la propaganda que invita a visitar nuestra ciudad no es la mejor ni la más edificante. Si queremos respeto. primero hagámonos respetar como ciudad, pues no es consecuente con ello leer vallas, las más grandes y en el paso más visible del Ziruma como aquella, por ejemplo, que dice: “Playa Brisa y Guaro” o “Si hay playa y guaro la fiesta no falla”, y para completar, el gran letrero, el único y visible por el sendero que bordea la montaña que conduce a Santa Marta y que invita a las fiestas más importantes que realiza la ciudad como son Las Fiestas del Mar, es el Aguardiente Antioqueño. O la otra propaganda que dice: Aguardiente antioqueño y “p’a las que sea”. ¿Eso somos? Así que la consigna es ingerir bebidas alcohólicas para que la ciudad y las fiestas sean agradables y atractivas sin dar relevancia a las actividades culturales que son la esencia de dichas fiestas o también el disfrute de sitios y playas que ofrece la ciudad. ¿Qué le dicen al viajero estos mensajes? ¿A que los estamos induciendo, que les ofrecemos?, ¿ese es el plan? Y después nos quejamos de los desmanes de las personas alcoholizadas y de las riñas en las playas que provocan su deterioro.
Sería más conveniente entonces seguir una brújula orientadora de principios fundamentados en el respeto y la sana convivencia, que invite a compartir en familia o con amigos a disfrutar de Playa, Brisa, Mar y Cultura.
Primero, construir cuidad, Así sea una Utopía, !!!
*Abogada especializada en Administración Publica de la ESAP.
He notado que los samarios no tienen para nada el sentido de pertenencia a su ciudad. Con un extraño complejo de inferioridad siempre se están comparando con Cartagena. Hay que comenzar por querer la ciudad, sentirse orgullosos de pertenecer a esta belleza natural. Pero para eso la gente también debe sentir que existe interés por parte de sus gobernantes para procurar su bienestar, su salud, su estudio, la atención a sus necesidades básicas como el agua, la luz, el alcantarillado y una vivienda digna. Tal vez sea muy difícil sentirse orgulloso, cuando no se es al menos, un poquito feliz.