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Necesidad imperiosa del diálogo democrático

  • Juan Guillermo Durán Montilla
  • 23 may
  • 5 Min. de lectura

La democracia es conversación, no imposición; la democracia implica y supone pluralidad de visiones -no polarización extrema y divisora-, porque se parte de la libertad humana, la cual ve muchas posibilidades de construcción de mundo, y que, por tanto, deben ser consideradas mancomunadamente para construir un mundo mejor; es lo que Aristóteles llama “concordia”; y lo que Tomás de Aquino denomina “amistad política”; es expresión del amor que todos buscamos, en el campo político; no hay en democracia una sola posición acerca del mundo, hay muchas, solo que esas muchas visiones se discuten dentro de las reglas democráticas; el instrumento por excelencia para esa discusión es el diálogo.

 

No olvidemos que, siguiendo también a Aristóteles, el hombre, además de animal político, es ser de palabras, ser comunicativo; Habermas ha encarnado esa cualidad en lo que denomina “acción comunicativa”.

 

Existen varios frentes en la vida actual que hay que discutir democráticamente mediante la conversación de todos con todos para que verdaderamente se salvaguarde la democracia; la vida prenatal, el feminismo, la libertad sexual… En casi todo lo demás existe más o menos consenso: ecología, paz, multipolaridad internacional… La unidad en todo es un ideal que se puede encontrar al interior de una determinada comunidad; pero en política, dado el pluralismo, se debe dialogar y llegar a consensos dadas las diferencias de ópticas; de no ser así se maltrata la vida política y la democracia, explotando en barbarie. Solo los autócratas imponen sí o sí su parecer.


Ejemplos que podríamos traer a colación podrían ser: Que, dado su amplitud y extensión, se ha escogido un acápite de acuerdo a las normas de publicación de la Revista Hojeando,

En Colombia el aborto se ha visto como un derecho que debe ser acompasado de la objeción de conciencia; es que en realidad todo derecho es relativo a otro derecho; el aborto es un caso por ir junto al derecho a la vida y su defensa; sin embargo, en el gobierno de Petro, se ha eliminado la objeción de conciencia frente al aborto; se ha eliminado la objeción de conciencia personal e institucional; eso, no es correcto; no es justo; es absolutizar un derecho, el del aborto, cuando en realidad todo derecho requiere la consideración de otro derecho, en este caso, el derecho a objetar el aborto en conciencia en aras de la vida; los derechos son, co-derechos; quien esté de acuerdo seriamente con el aborto allá él, pero ello no debe absolutizarse, pues hay quienes no están de acuerdo con el aborto, y su derecho está protegido por la objeción de conciencia personal e institucional en pro de la vida humana. Esa es la regla de la Corte Constitucional colombiana, pero el gobierno Petro no la ha tenido en cuenta[1].

 

Podemos tomar otro ejemplo; en Argentina, Milei ha clausurado el Ministerio de la mujer, con lo que se deja a un lado a esta institución, que velaba contra los vejámenes a ella; no porque se está en desacuerdo con un gobierno antagónico antecesor, debe clausurarse todo lo que dicho gobierno había instaurado porque tenía errores; también se deben tener en cuenta los aciertos; entre todos se construye sociedad. Para proceder a una medida como la de cerrar el Ministerio de la mujer, se debe tener en cuenta que algunos aciertos se habían conseguido con él, y eso debe respetarse y proseguirse so pena de hacerse reprochable y levantar ampollas sociales y políticas que violentan la democracia.


En todos los temas donde el consenso no exista, e incluso en los que exista pero se puedan considerar matices discordantes, el diálogo debe ser la regla; puede ser que en ciertas esferas no haya lugar a discrepancias graves, pero en el seno de la sociedad política, sabemos que existen muchas posturas, y, para no caer en totalitarismos se debe respetar la regla de la conversación de todos con todos; si algún actor social queda excluido viene irremediablemente la imposibilidad de alcanzar verdaderos consensos.

 

Si no existe lo anterior, se vulnera a la democracia y se cae en la autocracia.

 

REGLAS DEL DIÁLOGO POLÍTICO DEMOCRÁTICO.

 

En el ámbito latinoamericano existe el Acuerdo de Escazú, adoptado en el año 2018; Colombia, en el gobierno Petro, lo firmó plausiblemente. La Corte Constitucional lo aprobó. Uno de los derechos allí contemplados es la “participación pública”.

 

El anterior es solo un ejemplo de lo que debe ser el diálogo de todos.

 

Pues bien, allí aparece lo antes mencionado: el diálogo de todos, especialmente de los principalmente concerniente al tema en debate. De lo que se trata ahora es de cómo participar, qué reglas se deben establecer para que todos hablen y dialoguen, sin exclusiones. Si esto no se desarrolla e implementa, las buenas ideas de dialogar y consensuar caen en el vacío y la democracia es afectada negativamente. En esto el gobierno Petro ha fallado pues se dice que, en el caso del páramo de Santurbán en Santander, no se oyó a todos los actores “verdes”; por esto hay inconformidad. Y eso en un punto tan predicado por Petro como es el del medio ambiente. Cayó en incoherencia.

 

Ello habla de la necesidad de establecer y delimitar reglas del diálogo en todo el ámbito político democrático; Habermas, habla de ello con gran acierto: que no existan privilegios, que existan comprensibilidad, veracidad, racionalidad, universalidad, y, rectitud. Podrían agregarse otras reglas: imparcialidad, publicidad y transparencia, celeridad… Todo para llegar a consensos que, necesariamente son temporales, esto es, revisables, para, de nuevo, establecer otros consensos posteriores, progresivos y mejores; eso es democracia liberal.

 

Las anteriores reglas no necesitan explicación, son fácilmente entendibles para todos al menos en su terminología. De esta manera, la democracia es un sistema político de mesas de diálogo múltiples; sólo así los consensos, y, finalmente las leyes, resultan siendo aceptadas con paz.

 

NECESIDAD IMPOSTERGABLE DE LA SEPARACIÓN RADICAL DE LOS PODERES PÚBLICOS PARA MEJORAR LA DEMOCRACIA.

 

En la Carta Constitucional colombiana se establece, en el art. 113, con respeto a una tradición en este aspecto, que existe separación de poderes públicos con colaboración armónica entre ellos. No nos parece que deba existir tal colaboración armónica para la realización de los fines del Estado. La separación, por el contrario, debe ser radical, plena, so pena de que se caiga en corrupción, en mermelada. Lo anterior no implica tener la mirada puesta en el bien común del país. Tal separación radical, exige una reforma constitucional.


El principio de colaboración armónica ha llevado a que se establecieran constitucionalmente nombramientos de unos con otros: el yo te doy y tú me das lo cual ciertamente pervierte la separación de poderes.


No es que los poderes públicos no puedan ser absolutamente, nominadores o incluso electores, pero lo deben hacer conjuntamente con los expertos como ya dijimos atrás, con muchas más instituciones técnicas, con otros poderes públicos y privados, donde el poder público nominador-elector no sea sino un voto más entre varios, nunca constituyendo la  mayoría.



[1] En realidad, uno de los lunares del gobierno Petro ha sido la falta de diálogo en temas como el de la salud, el comercio, y otros; en algunos casos, además, el diálogo ha sido endeble pues se ha hecho sin la fijación de reglas claras, como en el tema de la paz, y por eso la no consecución de ella. De manera que junto al tema del diálogo democrático debe tenerse en cuenta el punto de las reglas del diálogo.


*El Presente artículo, hace parte de un estudio más extenso, Titulado “Democracia Vs. Autocracia. El caso colombiano”


*Abogado. Doctor en Derecho de la Universidad de Navarra. Exdocente de las Universidades Santo Tomás y Católica de Colombia en Bogotá.

 

 

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