Las palabras también son balas.
- Esperanza Niño Izquierdo
- 24 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 1 jul
“El odio es la demencia del corazón”.( Lord Byron)
“Es difícil hacer una lista que contenga palabras consideradas peligrosas porque todo depende de quién las dice a quién y en cuáles circunstancias se dice” expresa Susan Bennett en su estudio “proyecto discurso peligroso”, quién se encuentra desarrollando un proyecto técnico que fue presentado al consejo asesor de contenidos de Facebook y que trata sobre la moderación de cuentas y contenido en esa red.
Es una preocupación existente al día de hoy la invasiva manipulación del internet y su materialización a través de las redes sociales que, en últimas, son el medio que de manera indiscriminada usan los youtubers para comunicar sus ideas, informar noticias, difundir proyectos o los usuarios de Facebook y demás aplicaciones similares, mediante las cuales se da rienda suelta a la privacidad con el objeto de sentirse escuchados y admirados o envidiados en el peor de los casos. Pero también es el medio escogido hoy por personalidades de la política tanto nacional como internacional para comunicar las más importantes decisiones de su gobierno en materia económica, social, y en general, de cualquier asunto sin importar el impacto que produzcan sus declaraciones.
El twett o ahora el X, obedece a una pulsación inmediata del personaje que lo conduce a informar o afirmar sobre hechos, decisiones, nombramientos, destituciones, peleas, etc., sin que el cerebro haya depurado el discurso. Sin que hayan escogido las palabras adecuadas para informar del hecho, sin mediar el decantamiento del lenguaje o realizar una discusión si fuera el caso con sus colaboradores u oponentes. El tweet nace como un latido, una descarga casi involuntaria de pensamiento o emoción. No se construye, se expulsa se trata de escribir en estado de urgencia, de inmediatez, donde el filtro de la reflexión profunda muchas veces cede ante la necesidad de decir. El lenguaje se vuelve pulsátil: breve, directo, a menudo crudo o cifrado.
No hay búsqueda de equilibrio, ni justificación. Solo una voz que brota desde el instante, que quiere existir, aunque solo sea por unos segundos en el torrente digital. “El tweet no espera ser leído con detenimiento, espera ser sentido”. Es afecto textual. Es un acto, no contienen argumentos. Se tuitea como se parpadea: a veces sin saber por qué. No interesa si está bien dicho, si es justo o injusto lo que se afirma o si es correcto. Solo interesa que sea. Que estalle y se disuelva, es como “un fósforo encendido en la lluvia”.
Este tipo de mensajes son hoy los escogidos, mediante el uso de estos canales para controvertir airadamente una situación que va en contra de sus posiciones ideológicas o económicas usando el lenguaje virulento llamando a la desobediencia civil o recriminando jueces, magistrados, legisladores o autoridades de control, abocando a situaciones que podrían fácilmente desatar el efecto de “contagio” que genera reacciones en cadena sin procesar, haciendo que otros también respondan con pulsaciones impulsivas hasta provocar, en el peor de los casos, una guerra civil, o llevar al rebaño a apoyar una guerra internacional, sin medir sus fatales consecuencias.
“Las palabras tienen poder”, son procesos mentales que afectan intensamente el cerebro de la persona. Las palabras negativas generan cambios en el interior de los seres humanos provocando desesperanza, depresión, estrés en algunos casos y en otros cuando el lenguaje es utilizado con fines específicos de manipulación llegan hasta producir emociones de odio en los receptores del mensaje.
Se convierte el lenguaje negativo, en adoctrinamiento, es decir, en una ideología peligrosa llevando a un conglomerado social a convencerse de que el enemigo es el otro, los otros. El otro, es un animal que se puede exterminar. Porque estos pensamientos llevan a negar al otro, se descalifica con adjetivos cargados de intencionalidad para que los otros se conviertan en adversarios, advenedizos, que sin lugar a dudas no deben existir, con lo cual se pone en inminente riesgo al opositor o a los objetivos últimos contra los cuales se dirige el discurso negativo.
Estas pulsaciones a menudo presentan una visión unilateral, definitiva, cerrada que no permite abrir diálogos y por el contrario los clausura, generando lo que hoy llamamos la polarización y simplificación de las cosas. Únicamente y de manera eficaz logran enfrentar a las personas como bandos, en lugar de extender puentes de comunicación.
Por otro lado, el lenguaje “se privatiza” o mejor la “privatización de la palabra”, lleva consigo la restricción de la información, por la censura; el uso de algunos términos impuestos por el propio gobierno o por parte de las multinacionales que son los propietarios de los medios de comunicación. Un ejemplo tan contundente es que en las redes sociales, en los canales públicos y privados o para los youtubers o comunicadores privados, se les prohíbe el uso de la palabra GENOCIDIO, escrito o hablado con el prurito de que tiene un mensaje negativo, pero el GENOCIDIO sí se puede cometer tal como hemos sido testigos contra el pueblo palestino por parte de Israel o la palabra GUERRA que está proscrita bajo pena de sanción al comunicador que la utilice pero sí se puede provocar, matar, destruir con la connivencia de los “señores de la guerra” y de las grandes corporaciones que hoy nos tienen al borde del caos mundial. Pero no diga GUERRA (Gu3rr4) está prohibido. Es un contrasentido, una paradoja, un doble rasero.
En conclusión, todo el discurso que se consideraba tradicionalmente encaminado a producir bienestar en la comunidad se ha privatizado y controlado por quienes tienen el poder de los medios de comunicación.
Por tanto, es necesario que pongamos un ojo crítico ante los anuncios, las noticias mal intencionadas, la desinformación o los discursos que contienen discriminación cualquiera que sea ,raciales, religiosas, étnicas o de cualquier otra índole. Ya que estas palabras dichas como hemos visto, pueden incitar a lastimar la dignidad de los otros llevando hasta las posibilidades reales e inminentes de que ese daño que se quiere producir se materialice, máxime en un clima social como el que vivimos hoy en el mundo, en el cual los “dueños de la palabra” tienen poder frente a sus usuarios conduciéndolos a ejercer y a votar sin más miramientos por la escalada de violencia como un bien común.
Por último, cabe recalcar que los yutubers o influencers de hoy que pululan en las redes sociales o los que posan de sabios en el análisis político y social porque creen tener la verdad revelada, que destilan palabras sin control y de forma arbitraria, soez y negativa, no deben convertirse en nuestros guías en el pensamiento y análisis de la realidad, pues es a todas luces claro es que estos traen consigo la coraza del odio.
*Abogada, Magister en Administración pública, . Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed SKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.
Excelente Artículo
Nada más cierto que esta frase "Las palabras tienen poder"
Excelente artículo, y muy acertado.
Muy interesante articulo.Medir las palabras y el tiempo antes de lanzar una opinión en X, es fundamental,pues la emoción, al contestar de inmediato,puede llevarnos a expresiones que después no se pueden borrar.
Muy acertado análisis. Ciertamente nos encontramos bombardeados por desinformación.
Muy cierto. Debemos leer cada palabra en las redes con beneficio de inventario. Siempre mirándolo "más allá " quien lo escribe? Que es lo q en realidad quiere decir? Y lo más importante. Quien está detrás?