La satisfacción propia y la tranquilidad interior se funden en una misma cosa y así se logra el ideal humano.
"Todas las sociedades humanas piensan y actúan a partir de una base cognitiva y emocional que no depende de las experiencias propias de cada persona ni de sus diferencias individuales". Para el psicólogo suizo Carl Jung, esta es la idea que define el inconsciente colectivo sobre el cual se construye la "cultura", cualquiera que sea. Si se separa la satisfacción propia de la tranquilidad interior, inevitablemente se genera la ruptura del SER, surgiendo el individualismo y la competencia que divide a la humanidad.
Vivir en armonía con el entorno y consigo mismo, significa alcanzar un estado en el que individualmente reconozcamos la unidad del SER en todo lo vivo para poder coexistir en armonía y procurar el beneficio colectivo, logrando la satisfacción personal de servir en este mundo.
La competitividad reduce la satisfacción del cumplimiento de los deseos personales, generando distancia entre los individuos, desigualdad y pobreza. Acumular de manera individual crea una falsa seguridad que se convierte en dependencia.
El apego reduce la conciencia de lo colectivo y genera el temor de perder lo ganado; por tanto, surge la desconfianza y la ruptura de los vínculos originales que unen a toda la especie humana; por eso la guerra, con el consecuente el derramamiento de sangre, es lo que prevalece en nuestra especie actualmente. Desde su nacimiento, cada individuo es impulsado a la competencia, en la interminable carrera por sobresalir en la sociedad a la que pertenece, abandonando inmediatamente los ecos del instinto que le hicieron respirar al llegar a este mundo.
El sentido de la vida por sí misma es algo que el humano dejó de conocer, y ese es el principal impulsor de su temor y también de su dolor. Ni el pasado, ni el futuro pueden dar seguridad; solo el presente puede ser creado y es allí donde la humanidad tiene su lugar.
El libre albedrío permite al individuo sano discernir con claridad aquellas situaciones que implican una "bifurcación". Es entonces cuando la base cognitiva y emocional de nuestro inconsciente colectivo se despierta y, aplicando eso que llamamos "intuición", logramos elegir con seguridad el camino a seguir. Debemos confiar en la evolución adaptativa que nos ha permitido, a través del tiempo, perfeccionar los conocimientos adquiridos por la humanidad a lo largo de su existencia en la Tierra.
Las tribus de Norteamérica afirman que se debe pensar con el corazón para que la mente haga bien su trabajo. Para armonizar con el entorno, el individuo debe primero lograr la armonía en su interior, trabajando por identificarse él mismo con la esencia del SER. La humildad y el servicio en favor de la vida representan el AMOR verdadero, desinteresado e inmaterial. En él se alcanza la tranquilidad interior y se vive en el presente, reduciendo el temor de perder lo acumulado. El desapego es lo contrario al deseo que nos mantiene alejados de la realidad, viviendo siempre entre el pasado y el futuro.
Más que planificar y controlar, se debe aprender a recibir, aceptando y reconociendo nuestro lugar y confiando en nuestra propia esencia, dejando a un lado los juicios de la razón. El sentido de la sutileza incluye, justamente, la sensibilidad que nos permite entender el lenguaje del corazón humano desde el interior y la sabiduría de la mente para enfrentar las dificultades del mundo exterior, y así tomar decisiones que favorezcan el bien común. Solo desde nuestro interior podremos lograr que el inconsciente colectivo se manifieste para dirigir el devenir de la especie humana como parte del "conjunto de seres vivos dotados de inteligencia que existen sobre la faz de la Tierra".
*Bióloga, máster en Ecología Tropical de la Universidad de Ámsterdam.
Acertadas reflecciones que contrastan con la violenta realidad de la sociedad actual.