La experiencia mística.
- Gonzalo Echeverri
- 22 jun
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 1 jul
Plotino, que en concepto de Jaspers es el más grande de los filósofos místicos de Occidente, describe en los siguientes términos su experiencia:
“A menudo, cuando despierto del sopor del cuerpo para volver en mí, veo una maravillosa belleza; entonces creo con la mayor firmeza en mi pertenencia a un mundo más alto y mejor y obra enérgicamente en mí la más gloriosa de las vidas y me hago uno con la Divinidad “.
Esta experiencia es universal y tiene similares características en todas las tradiciones de la humanidad. Se vive como unidad de todas las cosas, su infinita totalidad con la intuición de algo que trasciende todas nuestras experiencias particulares. Se siente un gozo intenso, sensaciones de luz y se experimenta el mundo como algo bueno, hermoso y valioso, pleno de sentido y propósito sublime. Un minuto se vive como si fuese un día y se puede perder la conciencia de estar en determinado lugar. Todos los que han experimentado este estado superior de conciencia coinciden en que es lo más real y que es imposible de expresar fielmente en palabras y que generalmente provoca grandes transformaciones de personalidad.
Esta vivencia se ha denominado de muchas maneras que pueden generalizarse con la denominación de experiencia mística. Es el samadhi de la tradición hinduista, el nirvana budista, el satori del zen japonés, el éxtasis de los místicos cristianos, la conciencia cósmica, la iluminación, etc.
Sustancialmente es la misma experiencia que tuvo el doctor Richard M. Bucke en Londres una noche de primavera de 1872, la cual expuso en los siguientes términos: ” La experiencia acude repentinamente y sin ser esperada. Sin previo aviso, el individuo tiene la sensación de estar rodeado de llamas, y en el instante siguiente se encuentra embargado por una intensa alegría, elevado al éxtasis…..también de repente, una intensa lucidez intelectual se apodera de él, una lucidez que implica el conocimiento del género humano y la seguridad de estar todo destinado a la vida eterna, de la unidad de todo, y de la identidad del universo con la vida, que queda impregnada de lo que llamamos amor .Durante aquellos segundos, el individuo aprende más que durante años de estudio. Con esta certidumbre de la inmortalidad individual, desaparece todo miedo a la muerte… y ejerce profunda influencia sobre el resto de su vida……”
Bucke se dedicó entonces a estudiar informes de experiencias similares de otras personas y en 1901 reunió sus observaciones en un libro que tituló Conciencia Cósmica, es cual es un verdadero clásico en esta materia.
La experiencia y la religión
La” mística” constituye una forma de trato con una realidad superior en la que se niegan el mundo y el yo, y la personalidad humana se disuelve, para sumergirse en el Uno infinito de la divinidad, según F. Heiler. Y como lo señala Abraham Maslow en esencia el núcleo universal de toda gran religión, ha sido a través de toda la historia esta iluminación que se experimenta como una revelación o éxtasis de un gran profeta o vidente, lo mismo Zoroastro que Buda ,Moisés , Jesús o Mahoma, pues como se ha indicado, podemos constatar que aparte de las particularidades culturales, la experiencia tiene rasgos comunes , aunque la realidad absoluta puede experimentarse como personal en la tradición judeo-cristiana e islámica o como impersonal en el oriente, especialmente en el budismo.
Recordemos el caso de San Pablo gran perseguidor de los cristianos que basó su conversión en una visión mística cuando viajaba de Jerusalén a Damasco, momento en el que percibió una luz cegadora al tiempo que escuchó que Cristo le reprochaba su actuación. Asimismo, en la segunda epístola a los Corintios relató la visión extática en la que fue llevado al “tercer cielo viendo cosas inefables”.
Puede afirmarse además que la religión organizada con sus rituales y ceremonias y su teología, constituye un intento de comunicar a sus fieles la experiencia trascendental de los fundadores, para que aquellos expresen su naturaleza de Buda o su unión con Cristo, aunque con el tiempo se ha desvirtuado su sentido original en medio de una hojarasca de formalismos y dogmas.
El contexto no-religioso
A pesar de lo que pudiera pensarse, la experiencia mística ocurre también en contextos ajenos a cualquier religión, incluso agnósticos o francamente ateos y puede ser provocada por medios exentos de connotaciones religiosas. Como señaló William James el óxido nitroso, al ser diluido en el aire “estimula la conciencia mística en una medida extraordinaria”. Aldous Huxley, por su parte basaba sus experiencias en el consumo de mescalina y afirmaba que bajo sus efectos había alcanzado una” visión de la realidad absoluta”. Se sabe además que ciertos estados psicóticos, epilépticos o regresivos tienen elementos comunes con esta experiencia y que el consumo de LSD puede llevar a un nivel de consciencia indistinguible de la experiencia mística. Este hecho nos lleva a la conclusión de que este tipo de experiencia es común a toda la humanidad y no es exclusivo de místicos impregnados de ideales y valores religiosos.
Es así como C.G. Jung llevó a cabo una de las investigaciones más extensas acerca de esta clase de experiencias y para el efecto estudió cientos de sujetos, tanto normales como neuróticos y psicóticos y como resultado de esta indagación pudo decir que “el misticismo constituye la tendencia natural del inconsciente más profundo y si se le considera patológico es por falta de comprensión; fue así como comparó esta clase de experiencias con “un tesoro” enterrado bajo el inconsciente” ...
Es común a cualquier estado místico, sea espontáneo o provocado, la capacidad de producir una liberación de energía que permite la actualización de las potencialidades más altas del hombre, demostrando que nuestra conciencia despierta normal, la que podemos llamar “conciencia racional” no es más que un tipo especial de conciencia. Es por tanto perfectamente lícito aseverar que existen formas de conciencia diferentes y axiológicamente más elevadas que la conciencia ordinaria.
Impersonal o personal
La experiencia mística puede tener características impersonales como en el budismo, o personales (unión con la divinidad más o menos antropomorfa) como ocurre con la mayoría de místicos cristianos e islámicos. Los budistas justifican filosóficamente la supresión de lo personal con el argumento de que lo personal implica una dualidad y por tanto, no puede aplicarse a la realidad suprema.
Sobre este punto en concreto, el jesuita Heinrich Dumoulin en su erudita obra Encuentro con el budismo emite este concepto:” La experiencia, incluida la experiencia mística, que toca la realidad suprema y trascendente, no puede proporcionar ninguna conclusión segura sobre su carácter personal o impersonal. La relación entre las esferas de lo personal e impersonal sigue sin esclarecerse en el campo místico…”
Pero a pesar de que lo impersonal aparece como propio del Oriente, en una de las escrituras fundamentales del hinduismo, el famoso Bhagavad Guita se discute esta disyuntiva y se consideran igualmente válidas ambas alternativas, aunque claramente se plantea que el camino de lo impersonal es el más arduo. Son estas las palabras de este texto fundamental:” El sendero de los que me adoran como el absoluto inmanifestado es mucho más áspero que el de los que me adoran como Dios manifestado, porque es difícil para la finita mente del hombre concebir el Absoluto…”
Podría decirse empero que la experiencia mística abarca todas las posibilidades y que, por tanto, en cierto nivel es tanto personal como impersonal, siendo su caracterización, que es inefable, como transpersonal.
El teólogo suizo Hans Kung, puntualiza “Dios evidentemente no es persona de la misma forma que es persona el hombre; el que todo lo abarca y lo penetra jamás es un objeto del que el hombre pueda distanciarse para hablar de él…Dios no es la persona más elevada entre varias personas. Dios desborda también el concepto de persona ¡es más que persona ¡“Pero también cabe decir que las propiedades positivas del hombre pueden predicarse de Dios siempre que se las eleve hasta lo infinito. Porque esta es la única forma de que el Absoluto no sea para nosotros absolutamente nada, cosa que ni siquiera sostienen los budistas…” Y ¿podría ser Dios un Dios sin espíritu, ni inteligencia, sin libertad ni amor?”
Valor ontológico
Debemos preguntarnos si la experiencia mística permite acceder a algún conocimiento superior o sólo corresponde a un estado mental puramente subjetivo teñido por las creencias y expectativas de quien la experimenta. Es el propio Richard M. Bucke quien lo plantea en estos términos:” ¿De qué manera entonces, podemos saber que se trata de un nuevo sentido, de un hecho de revelación, y no de una forma de psicopatía que sume al sujeto en ilusiones?”
Desde luego la posición agnóstica proclama la imposibilidad de demostrar que la experiencia mística corresponde a la percepción de una realidad objetiva trascendental; los positivistas niegan radicalmente tal posibilidad” …el misticismo expresa una emoción, no un hecho-dice B. Russell, no afirma nada y, por consiguiente, no puede ser ni confirmado ni contradicho por la ciencia. La certeza y la unanimidad parcial de los místicos no es una razón concluyente para aceptar su testimonio sobre una cuestión de hecho.”
Sin embargo, un análisis más refinado permite aceptar que la experiencia mística tiene ciertas características que la diferencian claramente de lo puramente ilusorio. Hay innumerables casos en que ha conducido a una trasformación permanente de la psique hacia estados de salud y autorrealización. Se experimenta el significado, sentido y valor de la existencia humana y su contenido está lejos de lo generalmente caótico, caprichoso y a veces absurdo de lo puramente fantasioso. El citado R. M. Bucke sostiene que esta experiencia es una nueva forma de conciencia que puede constituir un paso adelante en el proceso evolutivo de la humanidad cuando cada vez más seres humanos lo experimenten, creando así las condiciones para un mundo mejor. En el mismo sentido Claire Myers Owens considera que ciertamente el estado místico conduce a una regeneración de lo humano y a” la revelación de las capacidades latentes en el hombre para crear un mundo pacífico y justo“.
La experiencia mística ante la ciencia
Recientemente ha surgido un intento de explicar los estados místicos por su correspondencia con las condiciones cerebrales de acuerdo con la llamada “neuroteología” o neurociencia espiritual, disciplina por la cual se estudian las actividades neuronales relacionadas con las experiencias subjetivas de espiritualidad. Aunque los resultados de estas investigaciones son todavía muy incipientes, hay alguna evidencia que el experimentar subjetivamente la unión íntima con lo divino se encuentra asociado con un incremento de la actividad eléctrica de la corteza temporal derecha. Además, al parecer, la corteza ventromedial “crea” una sensación de significado y unidad del mundo, de manera que todo parece tener un propósito.
Particularmente polémico es el experimento del llamado “Casco de Dios” (God Helmet) del neurólogo Michael Persinger que usa un dispositivo en forma de casco al que se incorporan solenoides a la altura del lóbulo temporal, los cuales inducen campos magnéticos de 1 micro Tesla. Se informa que muchos sujetos perciben una presencia que identifican con seres angélicos o incluso aseguran algunos con el mismo Dios. Pero un redomado ateo, el famoso Richard Dawkins, no experimentó nada distinto a “un ligero mareo”, lo que, por supuesto sugiere que la actitud y expectativas del sujeto pueden ser determinantes.
Sin embargo, la sicóloga experimental Susan Blackmore declaró haber tenido “las experiencias más extraordinarias de mi vida. Me sorprendería que todo fue debido al efecto placebo”.
Es por tanto prematuro sacar conclusiones definitivas sobre estos experimentos y sus implicaciones. Hay que decir, en principio, que la correspondencia de la vivencia subjetiva con los estados cerebrales demostrados por examen de imágenes, no es prueba de que se trata de puras fantasías, porque tanto lo real como lo propiamente imaginario tienen una clara y específica correlación física, es decir, neurológica.
De otro lado, hay que decir que la ciencia ortodoxa considera como pseudociencia típica esta clase de experimentos.
¿Ya estamos iluminados?
Varios místicos y maestros religiosos miran la experiencia mística desde una perspectiva que no por lógica deja de ser desconcertante: que el estado de conciencia absoluta no es un estado aparte o diferente del estado de conciencia corriente, pues el intento de reunir el alma con Dios solo perpetúa la ilusión de que los dos se encuentran separados “No se puede alcanzar el Ser. Si se pudiese alcanzar el Ser, esto significaría que el Ser no se encontraba aquí y ahora, sino que aún hay que obtenerlo…no se alcanza el Ser: tu eres el Ser, ya lo eres.” dice Sri Ramana Maharshi, uno de los místicos contemporáneos más reconocidos.
De ahí que en palabras de Ken Wilber “toda búsqueda espiritual u otra, no tenga la menor importancia y considerar como un estado de conciencia particular el estado de conciencia absoluta es totalmente inaceptable…” No se puede alcanzar la iluminación porque ya se tiene y se sabe que se tiene.
¿Quiere esto decir que cualquier idiota puede llegar a la iluminación sin hacer nada en absoluto? Esto podría objetarse a este planteamiento radical, a lo que Wilber responde, que nadie, ni usted ni el idiota puede alcanzar la iluminación, porque ya se tiene y se sabe que se tiene según viene de decirse.
Si consideramos los hechos de experiencia, estas ideas, aunque lógicas, son contraevidentes. Jamás pueden compararse los elevados contenidos de conciencia de la experiencia mística con la conciencia ordinaria, tan elemental, tan prosaica y carente de profundidad y a menudo privada de sentido y valor. No serían explicables las grandes austeridades, la rigurosa disciplina de generaciones de monjes y religiosos de todas las tradiciones que procuran alcanzar con su práctica perseverante estos elevados estados de conciencia, cuyo carácter sublime e inefable los hace particulares y únicos. Años de meditación y prácticas exigentes para alcanzar un estado que ya naturalmente se tiene, si parece entonces cosa de idiotas. No tendría sentido, téngase en cuenta, que Buda, en sus últimas palabras, exhortara a sus discípulos a “esforzarse sin cesar “para llegar a la meta suprema de la liberación del sufrimiento inherente a nuestra condición buscado alcanzar el Nirvana.
Por todo lo dicho la experiencia mística debe considerarse con toda seriedad y profundidad y evaluarse con estudios interdisciplinarios rigurosos y extensos ; porque ellos pueden revelar los aspectos más elevados de la naturaleza humana y de lo verdaderamente real, al trascender el efímero e ilusorio mundo sensible.
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