La cuestionable reconstrucción de la gobernabilidad del mandato Petro
- Alvaro Echeverri Uruburu
- 27 feb
- 3 Min. de lectura
El escabroso consejo de ministros, celebrado el 4 de febrero y televisado a todo el país en el horario de mayor audiencia, dejó al descubierto la crisis de gobernabilidad o “gobernanza”, como otros la llaman con un término castizo, más antiguo, a lo que el ciudadano común denomina desgobierno.
En efecto, el país vio, “en vivo y en directo”, a un presidente que después de dos años, para el caso de algunos ministros y en general para los demás que ya llevan tiempo suficiente en sus cargos, les reprochaba los magros resultados obtenidos en su desempeño administrativo.
El agrio balance de la gestión ministerial, presentada en números redondos y porcentuales con respecto a las metas y objetivos trazados, fue a nuestro juicio lo más destacable del polémico consejo de ministros, mucho más importante que lo que fue para los medios de comunicación el conato de rebelión de algunos funcionarios del gobierno en contra de la designación como “superministro” del cuestionado Armando Benedetti y que dio lugar posteriormente a varias renuncias de algunos de ellos, pero que en algunos casos estas no fueron impedimento para ser trasladados por Petro a otros cargos de la administración, al parecer , sin mayores remordimientos de parte de estos.
La crisis de gobernabilidad ocurre no solo- como sostiene Jürgen Habermas- por una mala gestión gubernamental como en este caso, sino, además, cuando se pierde el apoyo político de la mayoría de los ciudadanos. Este respaldo parece haberlo perdido el gobierno, tal como lo denuncian las encuestas- algunas realizadas por empresas serias y objetivas que no pueden ser calificadas como de tendencia opositora, tal y como lo señalan los petristas “pura sangre"-.
Entre los factores de la crisis de gobernabilidad, en lo relativo al apoyo ciudadano y más allá del desgobierno administrativo, es indudable que los continuos escándalos de corrupción uno tras otro, han erosionado profundamente las relaciones del gobierno con gran parte de la ciudadanía.
Otros factores sin duda tienen que ver con la pugnacidad permanente del presidente, “contra todo y contra todos”, sus malas relaciones con las altas cortes de justicia a raíz de presiones y descalificaciones a sus personeros o a sus decisiones y finalmente, el manejo clientelista del Congreso, apoyándose en prácticas corruptas, como ha quedado en evidencia a raíz del escándalo de la (UNGRD) (Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres ),todo lo cual ha superado con creces los manejos vitandos de anteriores gobiernos.
La recuperación de la gobernabilidad ha querido hacerla Petro en la persona de Armando Benedetti, es decir, en una figura que representa lo peor de la política tradicional. Como dice el analista Gabriel Cifuentes: “Benedetti conoce el Congreso, las dinámicas tradicionales, el cripto lenguaje de los acuerdos parlamentarios y sobre todo, comparte el ADN de los políticos tradicionales. Sus dotes le permiten ejecutar una doble función: de cara a la agonizante agenda legislativa, aplicar el bien conocido “lentejismo” [o “mermelada” en un argot más moderno del lenguaje parlamentario colombiano]... respecto a las elecciones del 26, le apostará a capitalizar apoyos de todo tipo ante una campaña feroz.,,” (El Tiempo, viernes 28 de febrero de 2025, página 1.11)
En otras palabras, más de lo mismo.
No parece que pueda recuperarse la confianza ciudadana, que como decíamos constituye el núcleo de la crisis de gobernabilidad democrática que afecta a este gobierno, apelando a mantener en este, a los mismos sujetos que a lo largo de estos años han sido los protagonistas principales de los escándalos de corrupción. Pero peor aún, la decisión de mantenerlos en el gobierno, manifiesta un profundo e inequívoco desprecio por la opinión mayoritariamente adversa de parte de la ciudadanía hacia estos personajes.
Tampoco parece posible recuperar la legitimidad democrática, apelando a los viejos métodos del clientelismo en las relaciones entre ejecutivo y legislativo, la que al parecer será la misión encomendada a Benedetti. El presidente Petro parece creer que no importan los medios con tal de sacar algunas de sus reformas, que serán el único legado de una administración desordenada y que apuntaba a muchos objetivos ambiciosos y polémicos, sin esforzarse, de otra parte, por obtener los apoyos políticos y ciudadanos necesarios para sacarlos adelante.
Petro pues, parece empeñado en transitar por caminos equivocados, que lejos de devolverle gobernabilidad ahondan más todavía la escisión que se ha abierto entre su gobierno y buena parte de la ciudadanía, proyectando, con miras a las elecciones del 26, enormes dificultades para el éxito de una alternativa política que él encarnó y que ha terminado por desilusionar a la mayoría de sus seguidores.
El Editor.
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