Las actuales guerras de Hezbolá- Líbano, Gaza- Palestina, Hutíes- Yemen, milicias chiíes iraquíes, e Irán, de una parte, y de otra parte Israel y sus aliados de Occidente, demuestran claramente la desaparición de los valores y los derechos humanos que protegían la vida, la dignidad y la paz del mundo, promulgados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1945. La ONU, Organización que los difundió, hace tiempo que es un muerto insepulto. El rey de burlas. Algunos de sus funcionarios, en sus misiones humanitarias en estos conflictos, han sido asesinados por el ejército israelí. Las bases militares de paz de la ONU en Líbano, los “cascos azules", han sido bombardeadas y atacadas en varias ocasiones por el ejército de ese país. Las resoluciones de esta Organización que prohíben estas guerras y las ocupaciones de los territorios de Gaza y Líbano se han guardado en sus anaqueles. Al Secretario General de la Organización, hasta le han prohibido entrar al territorio israelí. Este país le canceló la visa por “persona non grata” el 2 de octubre pasado, por no condenar el ataque de Irán a su país. Al igual que a los periodistas qué cubren estas guerras con veracidad, y supuestamente por promover el antisemitismo; de estos comunicadores han sido asesinados 132 hasta ahora. También se las negó a todos los que hacen crítica y acusan de genocida a Netanyahu y su gobierno.
El marchitamiento de los valores y derechos y el debilitamiento de las reglas de la guerra se han dado desde el momento mismo de la creación de la ONU, en 1945. Esta Organización nació herida de muerte por la forma de su configuración, al incorporar el derecho a veto para cada uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, su máximo organismo de poder. De acuerdo con ese derecho, con un voto en contra, ya sea porque no le conviene a un país o a los cuatro restantes, se impiden las acciones de la ONU frente a las propuestas de paz. Este veto permitió el inicio de la carrera armamentista y la “guerra fría” entre EEUU y la Unión Soviética (Rusia a partir de 1991), confrontaciones que no han parado. En este periodo, las guerras se han librado por interpuestos actores y países de forma que los verdaderos responsables posan “invisibles". Desde 1991 hasta hoy, se han intensificado los nuevos conflictos, incluyendo a otros estados como China, en el marco del nuevo orden mundial del unilateralismo, sin leyes ni derechos humanos.
Sin el poder de la ONU para hacer cumplir sus normas y los derechos humanos, ahora han aparecido reforzados el fascismo y las nuevas guerras con su abominable moral, la “banalidad del mal": Personas que no se consideran culpables de haber causado un mal colectivo, aunque hayan participado o formado parte en el de alguna manera. Sujetos que piensan que sus actos son un insignificante grano de arena frente a la gran causa que defienden (el sionismo de Occidente). Personas que se ven a sí mismas como salvadores de las libertades y la democracia, y un eslabón sin responsabilidad en una cadena mucho mayor en la que hay otros por encima (Occidente). Sin necesidad de rendir cuentas ni dar explicaciones sobre el mal causado (las atrocidades y los genocidios en Gaza y Líbano). Y ahí, con esa política de muerte, en la que nadie reflexiona sobre las consecuencias de los mandatos de ocupación, y en la que se trivializan las actuaciones propias que, sumadas, llevan al mal final, al exterminio de los pueblos de Gaza, Palestina y Líbano, el mundo no dice nada, no siente nada, no hace nada. Y lo peor, no se entera de lo acontecido, excepto un puñado de manifestantes universitarios, ciudadanos y las ONGs humanitarias, cuando no son también asesinados o acallados. Este capitalismo de muerte ha usurpado los valores, los derechos humanos y las soluciones políticas, ha hecho que la sociabilidad resulte indiferente, hasta indeseable. Los responsables sólo piensan: ”qué más da lo que yo hago, si esos (“perros”, “animales horribles e inhumanos”) no tienen importancia…”, “¡Pero si yo solo soy una persona normal…!”, “¿Acaso hay culpa?”. Esto decía Hannah Arendt, de los criminales de guerra nazis. Igual como se defiende hoy Benjamín Netanyahu. Sus aliados, lo excusan diciendo: “... ya te enviamos tus pertrechos”, ¡pues tienes derecho a la “legítima defensa”!
Pascual Gaviria, en su columna de El Espectador del 2-09-24, recuerda cómo Gabriel García Márquez, al igual que algunos comentaristas y políticos actuales, han comparado a los líderes judíos con Hitler, así: "Para quienes tenemos una edad que nos permite recordar las consignas de los nazis, los dos propósitos de Beguin, suscitan reminiscencias espantosas: la teoría del espacio vital, con la que Hitler se propuso extender su imperio a medio mundo, y lo que él mismo llamó la solución final del problema judío, que condujo a los campos de exterminio a más de seis millones de seres humanos inocentes". Agrega el columnista que Vargas Llosa también hizo, en su momento, comparaciones similares al describir la vida de los palestinos en Gaza. Las soluciones de Beguin son las mismas que hoy busca Netanyahu en Gaza y Líbano. Al final se equivocaron. Los judíos no se acabaron y los palestinos tampoco se acabarán. Lo común de estos tres líderes de la guerra es que son considerados genocidas.
Los crímenes contra Líbano y el exterminio del pueblo de Gaza, a manos de Israel, sin vigencia de los derechos humanos ni las reglas de la guerra, han permitido evidenciar qué el sistema económico y militar de este país corresponde a un capitalismo de muerte: terror, y máximo rendimiento de las industrias militares, capaz de hacer subir las bolsas de inversión sin pausa. Lo advertía Walter Benjamin, señalando que estas guerras modernas obedecen a las lógicas de producción: “la guerra imperialista, en sus más terroríficos rasgos está determinada por la discrepancia entre unos medios de producción gigantescos y una utilización limitada”. Es decir, hacen falta más guerras.
Las más de 45 mil muertes en Gaza y Líbano causadas por Israel y sus socios occidentales, además de las desapariciones, los bombardeos indiscriminados contra estas ciudades, los millones de desplazados, hasta llegar al exterminio, sin que los perpetradores y sus cómplices siquiera se ruboricen, son crímenes que sumados confirman su capitalismo de muerte. Sistema que ha hecho a buena parte de la humanidad sin rostro (datos, etiquetas, un gélido número, dice Levinas); sin sensibilidad, indiferente, narcisista, depresiva; refractaria al dolor, al sufrimiento y a los traumas del otro, que impiden el sentido humano de solidaridad y alteridad. Esos crímenes se están cometiendo con el beneplácito y el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea, las monarquías árabes suscriptoras del Acuerdo de Abraham de 2022, incluidos los regímenes liberales, como Egipto.
La desaparición de los valores y los derechos humanos ha hecho que Occidente celebre el “asombroso desarrollo tecnológico” de estas guerras, antes que condenar e impedir las muertes masivas e indiscriminadas en Líbano y Gaza. Ha mirado para otro lado cuando: “Un beeper suena en la mesa de una cocina en Beirut. Fatima Abdullah, una niña de nueve años, sabe que eso indica que ha llegado un mensaje; coge el buscapersonas y corre a llevárselo a su padre. Estalla entre sus manos y la mata (…) A la misma hora en que Fátima muere, miles de bípers suenan por todo el Líbano. Lo más normal es acercarse el aparato a la cara para leer el mensaje que los sonidos anuncian: el bíper estalla, y vuelan los dedos y los ojos de cientos de personas. Los hospitales de Beirut no dan abasto, no hay oftalmólogos suficientes, la sangre de las transfusiones se agota y la gente hace fila para donar…”[..] “¿Todos los muertos y heridos eran terroristas de Hezbollah? No”. [..] “De hecho estallan también bípers y walkie-talkies en tiendas donde se venden artículos electrónicos.6 A esto se le llama “progreso”, en Occidente. ¿Acaso sus gentes no deberían estar avergonzadas y repudiando estas tecnologías de muerte?
Sin los valores ni los derechos humanos de por medio, sin nadie que obligue su observancia y cumplimiento ( la ONU agoniza), hoy hay vis expansiva para el capitalismo de muerte. Las reglas de la guerra ya no existen. La guerras de antaño no eran otra cosa que un combate singular amplificado, observando reglas, como lo señala la famosa formulación de Clausewitz: la guerra es “política con otros medios”7. En esta formulación, dice el autor, el acento no recae, como se suele admitir, en "otros medios”, es decir, en la violencia, sino en la política. “..Cuando la guerra sigue siendo política, tras la guerra es posible regresar a ella con medios no violentos. Las reglas de juego, a las que se comprometen todos los bandos en liza, se encarga de que tras la guerra siga quedando asegurado espacio suficiente para la política…”. En Líbano y Gaza, los perpetradores de Occidente en estas nuevas guerras se aseguraron de que no quedaran espacios para la política, para las negociaciones. El gobierno de Israel prefirió ver morir a los rehenes judíos antes que tregua o armisticios. La guerra sin reglas, que hoy es la orden a discreción dada por Israel, ha degenerado en matanza sin escrúpulos contra los pueblos de Gaza y Líbano, incluyendo a los rehenes.
La tesis de Marshall McLuhan, The medium is the message, “El medio es el mensaje”, se aparta de la cita de Clausewitz, pues el medio ya no es lo político, es el arma misma como señala MacLuhan. Esta tesis confirma la guerra sin reglas, sin valores ni derechos humanos. Y sin los Convenios de Ginebra ni los tratados sobre las guerras . Según la tesis de MacLuhan, ya no se necesita la política (la diplomacia) para la paz o el armisticio, ya no se persigue ni lo uno ni lo otro, hoy se busca el aniquilamiento. Ya ni siquiera se usa la disuasión (qué buscaba evitar muertes inocentes). Los mensajes en estas guerras, son el arma misma que anuncia el exterminio de los que van a morir en la siguiente matanza (Irán, Yemen o Siria). Hoy el arma es el mensaje. El “medio” no es un portador de un mensaje político como pensaba Clausewitz. Más bien el propio medio crea el mensaje. De este modo, dice MacLuhan, la aplicación de un medio destructivo totalmente distinto hoy (nueva tecnología) no solo representa un problema puramente técnico, sino que altera el carácter de la propia guerra, de sus leyes. Dice este autor que el uso de satélites, de aviones de combate, misiles, drones, y el eventual uso de armas nucleares, nos pone a reflexionar a todos, su intervención hace imposible la guerra clásica, pues no hay espacios para lo político ni como combate singular ni como duelo. Los “medios” de Clausewitz en la guerra de Gaza y Líbano, no son políticos son de exterminio.
En buena parte de las guerras de antaño, el enfrentamiento frontal de los bandos reflejaba su equiparación jurídica e incluso moral: no se atacaba a la población civil, menos a los niños, ancianos, mujeres, escuelas ni hospitales; tampoco los patrimonios culturales. Antes, “..el adversario era reconocido expresamente como enemigo (iustus hostis). Pero la intervención de aviones (drones y misiles) de combate no permite un enfrentamiento cara a cara. La superioridad en sentido topográfico, es decir, estar por encima del adversario, genera una actitud mental distinta hacia el enemigo. La asimetría del medio de destrucción induce a su propietario a valorar a su adversario de modo totalmente distinto. Lo degrada a criminal: el vencedor considera la superioridad de sus armas como una prueba de su justa causa y declarará criminal al enemigo, puesto que ya no es posible realizar el concepto de “iustus hostis”. Ahora, en estas guerras, que el medio es el mensaje, todos saben que difícilmente sobrevivirán, porque ya no hay “iustus hostis”. La superioridad técnica se torna superioridad moral. La inferioridad técnica se torna inferioridad moral: derrota. La técnica y la ética se implican mutuamente. Israel y sus aliados ya están seguros de esta “superioridad moral”, que les permite despreciar y hasta exterminar a su enemigo, sin que les cause siquiera rubor. No hay temor por quien los juzgue.
La matanza por clic de ratón contra los pueblos de Gaza y Líbano, y muy seguro contra Irán, para el que solo es un problema de tiempo, es una caza que resulta más brutal que la caza de animales salvajes, pues en esta aún hay reglas. Byung-Chul Han ilustra estas formas de estar ante la inminencia de la muerte: “.. la caza es originalmente cualquier cosa menos una matanza sin escrúpulos, como en Gaza. Está sujeta a estrictas reglas de juego. Antes, durante y después de la cacería se celebran rituales. Entre el cazador y el animal se guarda reciprocidad y simetría. El animal no puede ser matado mientras duerme. Se le pide que despierte. Además solo puede ser herido en determinadas partes. Por ejemplo, está prohibido dañar los ojos del animal. De este modo, el animal conserva su mirada hasta el final. Incluso en la caza se mantiene la relación dual. Al fin y al cabo, el otro es la mirada”.
La total asimetría de la guerra de drones con el apoyo de satélites y la IA, hace que incluso el concepto de guerra cuerpo a cuerpo resulte obsoleto. Israel no ha usado este arcaísmo en estas guerras, y EEUU no lo hace desde Vietnam. La guerra de drones es un dataísmo de la matanza, por lo que no se puede someter a reglas ni a los derechos humanos, de ahí que haya caído en desuso la ONU. La matanza se produce sin combate (no hay contrincante), sin dramatismo (no se ve al enemigo: es un dato). Se produce maquinalmente, a la inapelable luz de los flujos de datos. Hoy todo se ajusta al modelo de la hiperproducción. La guerra que produce la muerte es diametralmente opuesta a la guerra como duelo ritual.
Las guerras actuales de drones, misiles y armas nucleares, buscan el poder y dominio absoluto. Y lo está logrando Occidente con el desarrollo tecnológico avanzado con que cuenta: la biopolítica, la hiperproducción de la industria militar y sus bolsas de inversión, entre otros nuevos desarrollos científicos de destrucción masiva. Ante estos avances de Occidente, sin derechos humanos ni leyes de la guerra, y sin sociabilidad humana que los detengan, las guerras de Gaza y Líbano, defendidas por sus pueblos y sus aliados con armas que son interceptadas, apenas han sido un juego para Israel y sus socios en estas guerras. Esta coalición occidental lo ha logrado todo: la expansión territorial de Israel, el dominio del Medio Oriente, y enviar el “mensaje” (de exterminio) a los países y grupos que están en turno de ser destruidos: Irán, debilitado moralmente por no poder defender a sus proxies. China y Rusia, con armas nucleares y bloques geopolíticos inferiores a los de Occidente, estas guerras los ha paralizado, solo les da para disuadir y postergar el conflicto (nuclear) que viene buscando la OTAN, en sus términos. Es decir que Rusia se ahogue en el fango de la guerra con Ucrania y China en Taiwán, celadas tendidas por Occidente. Después de estas pruebas se verá la real capacidad de la OTAN, China y Rusia.
*Abogado. Mg Derecho Público. Profesor de la U. del Sinú.
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