Duelo migratorio y “carretazos”
Completo dos meses viviendo en Suiza. Eso es poco o mucho, según los marcos de referencia que cada uno tenga, y es una medida tan personal como la talla de los zapatos. Y aunque mi aterrizaje, por fortuna, no ha sido forzoso, como el de muchos, lo cierto es que la dureza de la pista no nos la referencian cuando nos montamos en el avión de la utopía.
Este país es realmente bonito y Ginebra, la ciudad en la que vivo, va por la misma línea. Aun así, la belleza de la vista no presagia lo que se viene luego: registrarse, aunque vengas legal, aunque seas nacional suizo, no es sencillo. Yo aún no tengo los papeles, y compañeros míos tuvieron que esperar más de 1 año para recibir tarjeta de residencia y sin permiso de trabajo.
Encontrar apartamento es meterse con las inmobiliarias que manejan el mercado y que definen quién tiene qué apartamento, porque no lo decide el residente. En un mes, vi 15 locaciones, en muchas de ellas hubo largas filas para ver la casita en 5 minutos, nunca conocí a los dueños (me dicen que suelen ser empresas), cobran una barbaridad por unas vainas que Dios mío, pero el mercado es rapado. Así que hay que aplicar a todo a ver qué te asignan (yo tuve una buena ayuda y la cosa salió bien. Esto es un parto de mula.
Aunque se calculen los costos, los adicionales que saltan por todos lados, destrozan el presupuesto más elaborado, y lo que cuesta tomarse un café convierte en prohibitiva la visita semanal a un bar o a un restaurante porque, en serio, acoplarse al tren de gastos es como tener un accidente ferroviario.
Mientras estás en proceso de superar los primeros escollos y la burocracia que rodea todo lo anterior, si no eres francoparlante (que es mi caso), tienes que buscar un curso de francés que, insisto, es una inversión importante, sobre todo al cambio del cada vez más flaco pesito colombiano. Porque, aunque digan que el que convierte no se divierte, resulta innegable que con esa platica que vienes no vas a poder sostener el modo de vida que tenías en Colombia. Y por supuesto, comienza la búsqueda de una red, algunos amigos. Y acá se conoce gente interesante, pero es gente que no se queda. Es gente que se va porque vino a trabajar por un tiempito. Y la soledad adquiere una dimensión desconocida.
Y como mi recién graduada psicóloga tiene que hablar, entendí que aparece una condición conocida como "duelo migratorio", que es la antesala al "Síndrome de Ulises". Joseba Achotegui es el autor referente en este tema, e identifica las condiciones de elaboración que los migrantes deben afrontar frente a las pérdidas y abandonos que implica el hecho de salir del país de origen, sin importar la condición en la que se toma el avión: es una condición parcial, recurrente y múltiple, porque no es una pérdida definitiva como la de la muerte, porque el contacto con el país de origen vuelve a despertar la tristeza, y porque no es solo una cosa o persona la que se deja. Son muchas. Son todas. Y todas hacen mucha falta: familia, amigos, estatus social, la tierra, el idioma, la cultura, las costumbres... el grupo de pertenencia.
Y como esta es una red profesional, me interesa señalar que la suspensión en la que entra una de las áreas de realización personal es la laboral, la productiva, provoca un reto adicional, porque la incertidumbre y la sensación de incapacidad para afrontar algo tan básico como la propia manutención (y la de los que se quedan), es uno de los factores que más impactan en el proceso de elaboración de ese duelo migratorio, del que no se nos habla y para el que no se nos prepara.
En conclusión, como diríamos, sí, todo muy lindo, todo muy chévere... pero el paraíso no es como lo pintan. Aterrizar no es llegar a dormir en un lecho de rosas, ni se corresponde con la felicidad instantánea y la sonrisa perfecta en las fotos de Instagram. Si deciden arrancar, sepan en qué se meten, porque la preparación hace parte del proceso. Acá, sentirse el raro es tarea de todos los días y asimilar que la ausencia va a ser el plato diario, como me dijo un amigo, es difícil de digerir.
Yo quiero tenerme fe. Ginebra es una ciudad hermosa. Estoy dedicada estudiando francés, y buscando cosas para hacer en línea para cubrir los gastos que sigo teniendo en Colombia, mientras me salen los papeles. Paso por la cebra, troto todas las mañanas (cuando los pies me dejan, más bien), y procuro ocuparme para poderme adaptar, entender el entorno y encontrar un oficio. Pero tengo malos días y, aunque supe que acá, en esta ciudad, nos pasa prácticamente a todos los que llegamos, el mal de muchos más que consolarme me obliga a contarles esta historia para que el cambio no los coja en frío. Cada experiencia es única y no quiero ser profetisa del pesimismo. Solo sé que cada vez admiro más a los que han tenido los c*j*nes para salir antes que yo, y han sido capaces de sobrevivir en el intento, aunque no sean famosos.
*Comunicadora social y sicóloga con especialización en negociación y relaciones internacionales.
Mi querida Nuria, nadie más fuerte que tú, ánimo!
Querida Nuria. Tu artículo deja un mensaje de desesperanza a todos a aquellos que tienen que salir por necesidad.
Conmovedor artículo que me estremece por la realidad que calca.
Ahora, eres protagonista y actor de esta historia.
Te recuerdo como mi alumna estrella.
Buen viento querida.