“La violencia es la médula de la hecatombe, el nervio que, en cada una nos duele a todas.” (Irene Vallejo)
La revista Black Mask, en la sordidez de la primera guerra y bajo los efectos de la crisis de los años veinte, por emprendimiento de H.L Mencken y George Jean Nathan y la editorial francesa Gallimard, apostaron por la serie “Noire”, encontraron así otra forma de contar los crímenes: LA NOVELA NEGRA.
Los flemáticos ingleses le dieron “status” a los selectos y enigmáticos crímenes de los palacios. Un agudo investigador descifraría el laberinto de la escena, los motivos, por lo general pasionales, un cornudo burlado o disputas de herencias. Un sabueso suspicaz utilizará el método deductivo a través de los indicios y descubriría al victimario. La magia de resolver el crimen por la fragancia que flotaba en la atmósfera de la escena donde yace exánime una mujer, la infusión extraña en la tazas del té, el labial de un pañuelo, una colilla de un cigarro, las huellas de las pisadas de los sospechosos jardineros, los vidrios rotos de las gafas de la víctima o del asesino e interrogatorios a sirvientes que, preciso, a esa hora no vieron nada.
En la novela negra, siempre estarán como elementos estructurales: 1) un asesino 2) una víctima indefensa y 3) un agudo investigador que juegan con el lector a descifrar el asesino y sus motivaciones. Su triunfo lo llevará ante el juez. La mujer siempre pone la muerte. La única verdad democrática es la muerte que a todos nos toca, lo antidemocrático es precipitarla por medios fútiles de ira, odio o perversidad.
Algo más que grave está sucediendo en todos los confines del planeta. El cuerpo de la mujer es propiedad privada, en algunos casos por ley “divina”, es botín de guerra, trofeo de asesinos seriales, objeto sexual, discriminada por su género. La brutalidad contra ella es noticia de todo el mundo. Las cifras son alarmantes. Estadísticas que denuncian un serio problema de la humanidad.
La novela negra colombiana, tiene sus propios autores, protagonistas, relatores, narradores, asesinos y víctimas. No todo se lo podemos dejar a la inspiración de los muy leídos escritores Ricardo Silva Romero o a Mario Mendoza. De acuerdo a la ley penal se llama FEMINICIDIO, VIOLENCIA DE GENERO. Una muerte que se infringe por el hecho de ser mujer. El tipo que describe el artículo 104 A del Código Penal, se tipificó como delito autónomo mediante la Ley 1761 de 2015: “Quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género o en donde haya concurrido antecedido cualquiera de las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de doscientos cincuenta (250) meses a quinientos meses (500) con un máximo de seiscientos meses (600).”
Se estableció un sistema normativo de protección con base en los vínculos de familiaridad, de edad, y agravando las penas en los casos de muerte de menores de edad, o mayores de 60 años o de agresión sexual, mutilación, sufrimientos, prácticas de rituales, presencia de familiares, o por la condición de inferioridad física, discapacidad, dependencia económica de la víctima.
Los protagonistas de estos crímenes dejan a sus víctimas muchas de ellas en sus casas o puestos de trabajo. Otras en los sórdidos inquilinatos, moteles, “paga diario”, en las calles bulliciosas, ante la algarabía de los gritos escolares, en la oscuridad, o a plena luz del día, ante los ojos que miran el rostro pálido de la muerte, ante el llanto de los niños huérfanos. Ellas, alguna vez en la misma almohada de los sueños entregaron sus amores a su victimario. Ahora, están cubiertas con sábanas blancas. En los dedos de sus pies una cartulina que dice su nombre y un número serial con código de barras. Otras anónimas reposan en las neveras del Instituto de Medicina legal. Otras nunca aparecerán incrementando las cifras de desaparecidas.
“Ella había denunciado ante la comisaría de familia, ante la policía, ante la fiscalía que había sido amenazada por su expareja,” pero nadie le creyó o peor aún, llegaron maltratadas a presentar la denuncia a decir quién era su agresor, indicar su paradero, de las armas que portan, de los detalles de las amenazas, pero la indolente administración, en el laberinto de los trámites, no les creyó. Faltó una firma, la patrulla no tenía gasolina o estaba atendiendo otro caso. Gritaron voces de auxilio, pero las autoridades llegaron tarde o dijeron:” eso les pasa por vestirse así.”
Las estadísticas registraron 410 feminicidios en 2023. Se sabe de colombianas desaparecidas y otras asesinadas en el exterior, en México, España y Chile solo por referirse a los casos mediáticos. Muchas de ellas fueron instrumentalizadas por bandas internacionales de trata de personas y yacen en los campos de Ciudad Juárez, Sinaloa, sin que sus dolientes conozcan los sitios precisos.
En lo que va corrido del 2024, tenemos más de 60 víctimas de feminicidio. En 2023, se registraron 565 feminicidios, 8.295 casos de delitos sexuales, 4.605 contra niños y niñas, 3.690 contra adolescentes,12.327 casos denunciados de violencia intrafamiliar y tan sólo 123 imputaciones, es decir, únicamente con cargos en el proceso penal que se les adelanta. Gran parte de estos delitos no se denuncian por temor. Algunos de los agresores gozan de libertad por vencimiento de términos o trapisondas de un sistema penal fallido. De hecho, también lo pretendió J. L. el asesino de su madre y hermano. El motivo: la ambición, la envidia. Luego del crimen tranquilamente, sin arrepentimiento alguno, tomó posesión de los bienes. La coartada falló y le esperan muchos años de prisión.
De acuerdo con la organización Global Study on Homicide, en 2018 se estima que 87.000 mujeres fueron asesinadas, de ellas, más de 50.000 lo fueron por sus parejas o familiares. En Colombia ese mismo año fueron 960 los feminicidios, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. El Global Study on Homicide concluye en su estudio que 137 mujeres son asesinadas en el mundo cada día.
La novela negra se escribe a diario. Según el Observatorio de Feminicidio de Colombia, cada día de por medio se comete un feminicidio. Según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), Colombia ocupa en ocurrencia de este delito el cuarto lugar; después de Honduras, República Dominicana, El Salvador y Uruguay. En América Latina 4.050 feminicidios en el 2022, según la Cepal y el Observatorio de Igualdad de Género publicado en noviembre de 2023. La ONU aseguró que el número de niñas y mujeres asesinadas en el mundo para el 2022 fue de 89.000 víctimas siendo la más alta de los últimos 20 años, los victimarios son en general las parejas y exparejas de sus víctimas.
Los llamados “feminicidios íntimos”, muchos de ellos provocados por desconfianza o celos conocidos como el “síndrome de Otelo,” en referencia a la obra de Shakespeare. (El drama refiere que OTELO poseído por celos enfermizos e influenciado perversamente por Yago que le vendió la idea de que su esposa Desdémona le era infiel, este, para vengar su honor le propina la muerte).
Por lo general, a estos feminicidios parentales le precede la violencia sexual, la humillación por la pobreza, la intimidación y la “superioridad del agresor, “y una manifiesta desatención de las autoridades para evitarlos. Falta efectivamente una política de Estado de prevención y alerta; un sistema de información y una red solidaria que involucre a la sociedad civil en cumplimiento de los mandatos superiores de la solidaridad.
En los “no íntimos”, la víctima no tenía relación con el victimario, sólo por misoginia, odio por cuestión de género, desprecio por la vida de las mujeres, de ahí los asesinos seriales, por lo general psicópatas que reproducen vivencias primarias, las recrean y las aplican. Factores externos pueden potenciar los trastornos psíquicos del feminicida, como la ingesta de alcohol o el consumo de sustancias psicoactivas.
Caben todas las manifestaciones de trastornos de personalidad clasificadas por Corbin, J.A. (https.//psicologiaymente.com/clínica/tipos-trastornos-personalidad), de las diez más destacadas, se citan: El síndrome paranoico agudo, desconfianza, suspicacia al calificar las actitudes de los demás maliciosamente, trastorno esquizoide, desconexión de las relaciones sociales, restricción de las manifestaciones emocionales, trastorno esquizotípico, aversión a las relaciones sociales y excentricidad.
Otros trastornos: los antisociales cuyo patrón es el desprecio por los valores y derechos de los demás; los narcisistas necesitados de ser admirados y pregonar superioridad y grandeza y el obsesivo compulsivo, autoritario, exigente, perfeccionista, controlador y riguroso en el orden de las cosas.
Culturalmente en muchos países aún la mujer se considera propiedad privada del hombre. El fanatismo y anacronismo en la interpretación de los textos religiosos, cuando se lee por ejemplo en Efesios 5.21.24 “Las casadas están sujetas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer y Cristo es cabeza de la iglesia y él es salvador del cuerpo, así como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo están a sus maridos en todo.“ De allí se desprende la interpretación dogmática del “derecho divino” del hombre sobre la mujer, en su condición de inferioridad y subalternidad.
Esta NOVELA NEGRA se viene escribiendo cada día. Un nuevo acontecimiento que pronto se olvida o se supera con el siguiente más escabroso, Nos preguntamos qué sucede con los huérfanos, que son las principales víctimas. En algunos casos el feminicida se suicida generando mayor drama a sus familiares. Qué recuerdos podrá tener ese niño o niña que ha asistido y presenciado la tragedia de esas dos muertes y más grave, la inexistencia de políticas públicas de apoyo y reparación psicológica a los menores en este tipo de casos.
La novelista mexicana Cristina Rivera Garza, Premio Pulitzer por la traducción al inglés de su obra “EL INVENCIBLE VERANO DE LILIANA “, es un acto de resucitación a la memoria de su hermana, valiente, sagaz, inteligente, carismática, joven estudiante, asesinada treinta años atrás por un hombre con quien decidió romper, un día abre las cajas donde guardó las pertenencias de Liliana, sus recuerdos y con desolación afirma: “es mentira que el tiempo pasa. El tiempo se atora. Hay un cuerpo inerte aquí …Estamos encerrados en una burbuja de culpa y vergüenza, preguntándonos una y otra vez: ¿qué fue lo que no vimos?, ¿por qué no pudimos protegerla?
Irene Vallejo en este mismo sentido señala, tal como lo traemos en la cita inicial del texto: “la violencia es la médula de la hecatombe, el nervio que, en cada una nos duele a todas.”
*abogado
Artículos como este son necesarios.Por crudo que parezca es la realidad de hoy. Nuestro país tiene altísimas tasas de este horrendo delito, lo que indica que no solo falla el aparato judicial y las Instituciónes que tienen que ver con las denuncias y posterires condenas. si las hay, sino la política encaminada a proteger realmente a las víctimas y a sus familias. Por otro lado, muy importante modificar el sistema educativo dentro de una visión de respeto por las mujeres y niñas. Gracias por poner este tema.a en el debate y a la altura que merece.
Y qué hacer ante tan macabra realidad? La raiz del problema está en una educación precaria?, en la perdida de valores sociales? El castigo a los femenicidas es suficientemente severo?