Esta fotografía, titulada “Una mujer palestina abraza el cuerpo de su sobrina”, ganadora del premio Word Press Photo del año 2024 y tomada por el fotoperiodista palestino Mohammed Salem para la agencia Reuters, resume la tragedia genocida que está sufriendo el pueblo palestino. Salem captó en esta imagen el culmen del dolor humano causado por la pérdida de un ser querido y que la guerra de Israel contra el grupo armado islámico Hamas -que el primero ha extendido a todo el pueblo palestino- se ha multiplicado por decenas de miles en lo corrido de los últimos meses.
Pero a veces esas noticias de muerte nos parecen lejanas y ajenas. Mientras nos concentramos en los sucesos nacionales más cercanos y nos dejamos envolver por la convulsión de nuestro entorno inmediato, nos olvidamos de que aquí en Colombia tenemos una importante población de origen palestino que siente en carne propia la desgracia de sus connacionales. Se estima que entre 100.000 y 120.000 palestinos viven en nuestro país, y son el grupo más numeroso de los habitantes colombianos de origen árabe.
La mayoría de los inmigrantes provenientes del Oriente Próximo se asentaron en la región Caribe, y vinieron desde finales del siglo XIX huyendo de las circunstancias políticas de su región. Muchos vinieron con el propósito de llegar a otros países, en especial Estados Unidos, pero tal vez encontraron en el ambiente caribeño un clima agradable y oportunidades para desarrollar sus especiales habilidades para la actividad comercial. De acuerdo con los datos publicados por Pilar Vargas Arana en su libro “Pequeño equipaje, grandes ilusiones” (Ed. Taurus, 2011), los municipios colombianos con presencia de población árabe se distribuyen en los Departamentos así:
Antioquia: 9
Atlántico: 23
Bolívar: 45
Guajira: 5
Magdalena: 33
Risaralda: 14
Quindío: 12
Otros: 25
Como se aprecia, en los departamentos de Bolívar, Magdalena y Atlántico encontramos la gran mayoría de municipios en los que se asentaron estos “orientales” amigables, negociantes y emprendedores; por esta razón en la costa Caribe se comen el quibbe, el tabbouleh, el pan pita, las croquetas de garbanzo y otras delicias cocinadas con aceite de oliva, trigo, berenjena y especias traídas de allende el mar. Como dato curioso, anotemos que la famosa arepa e’huevo caribeña es una versión del Brik Bil Lham, una especie de empanada originaria de Túnez y muy común en el Líbano.
Pero, el aporte de esa cultura no solo fue gastronómico: en la costa Caribe es común hallar construcciones de estilo mudéjar con arcos de herradura, azulejos y celosías bellamente ornamentadas con un gusto y una armonía de colores y formas muy suyas. En nuestra literatura encontramos ya desde 1924, año de publicación de La Vorágine, citas del maestro José E. Rivera describiendo a la llamada dama turca Zoraida Ayram y su esclavo Pezil como personajes de su novela; posteriormente el Nobel García Márquez habla de la migración árabe de la siguiente manera: “La calle de los turcos era otra vez la de antes, la de los tiempos en que los árabes de pantuflas y argollas en las orejas que recorrían el mundo cambiando guacamayas por chucherías hallaron en Macondo un buen recodo para descansar de su milenaria condición de gente trashumante.” No podemos dejar de mencionar el placer que nos produce la cantante barranquillera Shakira cuando en sus presentaciones ulula el típico grito árabe llamado Zaghareet (sagarit) mientras ejecuta con destreza la danza del vientre. También encontramos influencia de muchos personajes de ascendencia árabe en la política, el periodismo, las grandes empresas y otros sectores en los que no es extraño encontrar apellidos foráneos.
La primera oleada de árabes provenientes especialmente de Siria, Líbano y Palestina llegó huyendo de la disolución del Imperio Otomano (llamado el “Sublime estado otomano”), que había sido fundado por Osmán I en 1299 y que desde el siglo XV, después de la conquista de Constantinopla, capital del imperio Bizantino, dominaba el Asia occidental bajo la egida de los pueblos túrquicos. Pero la primera guerra mundial marcó el final de ese “Sublime estado” y tras la victoria de los “aliados” se firmó el tratado de Sèvres el 10 de agosto de 1920. Allí se definieron nuevas fronteras para algunos grupos étnicos según el criterio de los vencedores, sin conocer ni tener muy en cuenta las verdaderas raíces históricas de las culturas que estaban definiendo como países. También reconocieron límites para Egipto y Yemen, y le otorgaron al Reino Unido la función de “protector” sobre los territorios de Palestina, Mosul, Transjordania y Chipre, dándole esa misma función a Francia sobre Siria, Líbano y Alejandreta. Este tratado (o maltratado) inició el levantamiento de los turcos al mando de Mustafá Kemal Atatürk, quien venció en batalla a griegos y armenios, y redefinió las fronteras de lo que hoy es Turquía, obligando a los aliados a firmar el nuevo tratado de Lausana en 1923. Todos estos cambios geopolíticos conmocionaron de manera importante a los moradores de esa región, sin saber que en el fondo las potencias buscaban preservar la extracción tranquila y permanente explotación de los hidrocarburos que explotaban sus ya poderosas empresas transnacionales.
Otro factor importante que impulsó una segunda oleada de la diáspora del Oriente Próximo fue el deseo del pueblo judío de tener asentamiento en su “tierra prometida” con ayuda de los dirigentes británicos. Ya desde 1897 el judío húngaro Theodor Herzl abogaba por un “hogar nacional judío en Palestina” durante el Primer Congreso Sionista en la ciudad suiza de Basilea; luego el primer ministro británico Arthur J. Balfour envía en 1917una carta al banquero y líder del movimiento sionista Lord Rothschild, en la cual acepta la futura creación del hogar nacional judío en la tierra palestina, produciéndose la proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948 por parte de la recién fundada Organización de las Naciones Unidas. Por supuesto, la ocupación del hogar de miles de palestinos fue impuesta a la fuerza. Israel, enarbolando sus ancestrales argumentos bíblicos y su creciente poder económico y militar, ha logrado imponerse aún sobre la desesperada contraofensiva de la guerrilla Hamas.
Un resumen de los conflictos árabe-israelí puede ser el siguiente:
1948, primera guerra árabe–israelí, motivada por la declaración de la ONU proclamando el estado israelí. Venció Israel.
1956, guerra del Sinaí, como consecuencia de la nacionalización del Canal de Suez por parte de Egipto. La alianza entre Israel, Gran Bretaña y Francia derrotó a Egipto.
1967, guerra de los Seis Días. Israel recupera el control de la salida de los barcos por el Mar Rojo y ocupa la península del Sinaí, Gaza, Cisjordania, Jerusalén oriental y los altos del Golán.
1973, guerra del Yom Kipur. Egipto recuperó el control del Canal de Suez y Siria parte de los Altos del Golán.
1978, Acuerdos de Camp David. Terminan con treinta años de hostilidades entre Egipto e Israel mediante el acuerdo firmado por el presidente de Egipto Anwar El Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguín. Es la primera vez que un país árabe reconoce a Israel como un Estado Nación.
Sería inoficioso seguir el detalle de las veces que se han atacado entre sí los grupos armados árabes y el ejército israelí, las veces que los judíos han ampliado sus asentamientos en terrenos palestinos o que se han acusado mutuamente de ataques con misiles, explosivos y toda clase de armas. Lo cierto es que la población en Palestina está sometida y controlada totalmente por las autoridades judías. Racionan sus alimentos, el agua, los materiales de construcción, los elementos de primera necesidad, los medicamentos, absolutamente todo, pues la fuerza bruta de su armamento se los permite.
El 7 de octubre de 2023, una facción del grupo guerrillero Hamas incursionó en terreno israelí atacando a la población y tomando rehenes de los asistentes a un concierto de música, iniciando una escalada violenta que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu no ha dudado en denominar “estado de guerra”. En respuesta, las fuerzas militares del país judío han atacado sin descanso a los más de dos millones de palestinos, causando más de treinta mil muertos -en su mayoría niños- y cientos de miles de desplazados que han quedado sin techo y sin medios de subsistencia. El 23 de abril próximo pasado Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, declaró en la sesión plenaria del Parlamento Europeo que el avanzada de Israel sobre la Franja de Gaza ha destruido totalmente el 35% de su infraestructura, que el 60% de la misma ha sido seriamente dañada y que se ha producido más destrucción que en las ciudades alemanas durante toda la segunda guerra mundial. Añadió que más de 34.000 palestinos han muerto, la mayoría mujeres y niños, hay más de 60.000 heridos y más del 75 % de la población ha sido desplazada.
No obstante, el mundo no está indiferente. En enero de 2024, el gobierno de Sudáfrica presentó demanda contra Israel ante el Consejo Internacional de Justicia por violación a la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio, creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, precisamente para abordar el holocausto nazi que acabó con la vida de más de 6 millones de judíos, lo cual no deja de tener un tufillo de ironía. Colombia solicitó intervenir en esta demanda en apoyo a los argumentos de Sudáfrica. Por otra parte, ante la Corte Penal Internacional también se han presentado denuncias por grupos de abogados y ONG internacionales y también por Reporteros Sin Frontera por la muerte de varios periodistas a manos de las balas israelíes. Tampoco podemos olvidar los gritos de protesta escuchados en varios países de Europa y en las principales Universidades de los Estados Unidos pidiendo que pare el genocidio, pero en respuesta sólo hemos visto a las fuerzas policiales acallando el clamor estudiantil con violencia. Varios países han roto relaciones diplomáticas con Israel, entre ellos Colombia, pero nada parece poder contrarrestar la ira sionista contra el pueblo palestino.
¿Hasta cuándo tendremos que acompañar a nuestros coterráneos de origen árabe en su extremo dolor? ¿Hasta cuándo debemos soportar ese dolor universal?
Por: Jorge Mendoza
Economista de en la Universidad de los Andes y Economía Internacional en la Universidad del Rosario de Bogotá.
Magnífico artículo. Nos lleva en un viaje histórico profundo para conocer objetivamente las raíces de este horrible genocidio cometido por el poderoso y bien acompañado ejercito israelí, que se rodea de amigos aún más guerreros y poderosos. Permite con su descripción sucinta de los hechos ,retrotaer el tiempo para entender este presente injusto con el pueblo palestino.
Muy interesante este artículo en especial el recuento de los hechos desde los inicios del conflicto, nos permite aclarar y entender muchas de las cosas terribles que están sucediendo. Y me parece muy importante tener en consideración el sufrimiento de nuestros connacionales de quienes poco o nada nos hemos acordado.