Generalmente se tiene la imagen del científico como la de una persona absolutamente racionalista, de fría objetividad y que solo puede creer en lo que está plenamente demostrado; es decir, la de alguien totalmente carente de preferencias subjetivas y de cualquier atisbo de creatividad; alguien que-como diría Jacques Bergier “se puede hervir y destilar sin que se obtenga ni un solo miligramo de imaginación”.
Pues bien, tal imagen estereotipada no corresponde a la realidad, por lo menos en lo que se refiere a muchos de los más geniales hombre de ciencia. Sin hablar de los antiguos, quienes aún no hacían una clara distinción entre los hechos objetivos y sus elucubraciones, la verdad es que muchos de los más grandes sabios de la humanidad han profesado - casi secretamente- inclinaciones místicas o esotéricas.
Es así como Descartes, padre del racionalismo moderno, y quien sólo admitía como verdaderas las ideas claras y diferenciadas, durante su exilio voluntario en Holanda buscó afanosamente entrar en contacto con la Hermandad de los Rosacruces, “los filósofos que lo saben todo”, por quienes no vaciló en declarar su admiración, y aunque negó pertenecer a esta misteriosa sociedad, ello no demuestra que no hubiera hecho parte de ella, ya que el primer deber de sus integrantes es precisamente mantener el secreto en una época en que las ideas heterodoxas eran severamente reprimidas.
También Sir Francis Bacon- cuya importancia fue decisiva en la creación del método experimental en la ciencia- mostró tendencias ocultistas en varios de sus escritos, como por ejemplo en su colección de ensayos Silva Sylvarum, en la cual anticipó concepciones de la moderna parapsicología especulando sobre la existencia en el hombre de fuerzas ocultas capaces de influir en el mundo material. Una arraigada tradición, además, atribuye al científico, estadista y hombre de letras inglés, haber sido supremo Imperator de la orden Rosacruz como parece deducirse de algunas de sus cartas.
Y cuando en las postrimerías de la Edad Media nadie dudaba de que las enfermedades mentales y muchas de las físicas se debían a espíritus malignos, fue otro gran ocultista, Teofrasto Von Hohenhein, más conocido como Paracelso, quien sentó las bases de la moderna medicina científica pues prescribía remedios con base en soluciones minerales de hierro, antimonio, zinc, azufre o mercurio, al tiempo que enfatizaba en la necesidad de observar y experimentar antes que aceptar ciegamente los argumentos de autoridad; por ello quemó públicamente en Basilea las obras completas de Galeno que se consideraban en su época como un dogma infalible, lo cual, desde luego, le granjeó la implacable hostilidad de sus colegas.
Por su parte, Johannes Kepler con quien la astronomía alcanzó su madurez y carácter científico con base en minuciosas observaciones y cálculos matemáticos, estaba convencido de que la posición de los planetas y estrellas influye fuertemente en el temperamento y destino del ser humano, es decir, creía en la astrología de la cual derivó su sustento confeccionando horóscopos para los nobles, sin que pueda negarse que acertó en varias de sus predicciones. Muchas de sus creencias eran claramente ocultistas, como la de “la música de las esferas” audible solo al alma del Sol, al que Kepler consideraba el cuerpo de un espíritu divino.
Después de formular las leyes fundamentales de los movimientos planetarios, el gran astrónomo y astrólogo, hay que decirlo, pudo predecir su propia muerte de acuerdo con la astrología, pues falleció en 1630, año en el que observó en su horóscopo que los planetas ocuparían la misma posición que tenían cuando nació.
Los sabios modernos
Podría decirse, sin embargo, que los citados hombres de ciencia corresponden a la transición entre el mundo medieval- plagado de supersticiones- y la época moderna, cuyo racionalismo ha desterrado las ideas místicas y esotéricas como especulaciones fantasiosas sin fundamento.
Pero no es así como lo demuestra el caso de Newton, modelo acabado de rigor científico y quien estableció la separación definitiva ente la ciencia, la filosofía y la religión. Porque es un hecho que el sabio inglés profesaba un inmenso interés por la más hermética de todas las artes ocultistas, la alquimia, a la cual dedicó mucho más tiempo y esfuerzo que a sus grandes investigaciones sobre las leyes de la mecánica, la óptica y la gravitación universal; tanto es así que Richard S. Westfall, uno de sus mejores biógrafos, considera que dichos estudios esotéricos eran su verdadera pasión. Newton tenía una inmensa biblioteca sobre temas ocultistas y dedicó casi treinta años de su vida a experimentar en su laboratorio sobre “el elixir de larga vida “y sobre “la piedra filosofal” además de escribir complicados diccionarios de terminología hermética y tablas de equivalencia de símbolos alquímicos. Por todo ello, B.J. Dobs, investigador de la Northwestern University, llegó a decir, que “la naturaleza toda del padre de la física moderna no es sino un gran alambique alquimista”. Y de conformidad con las tradiciones esotéricas Newton decía que en todos sus trabajos había acudido a un muy antiguo y secreto depósito de sabiduría.
Y qué decir de Einstein ¿Quién puede creer que también él tenía interés en asuntos ocultistas, reputados como lo más contrario al espíritu de la ciencia moderna? Es el propio científico alemán quien en 1935 confesó al periodista Jack Brown su admiración por La Doctrina Secreta obra cumbre del ocultismo moderno escrita por Helena P. Blavatsky. Según las palabras del creador de la relatividad: “Es un libro muy extraño y le he dicho a Heisenberg que adquiera un ejemplar y lo tenga en su escritorio. Le he urgido a que se sumerja en su lectura cuando esté abrumado por algún problema. La extrañeza de su contenido quizá pueda relajarlo o posiblemente le inspire…”Y no es para menos porque la citada obra ( escrita en 1888 ) contiene sorprendentes anticipaciones de las más avanzadas concepciones científicas, como cuando postula la divisibilidad del átomo, la insubstancialidad de la materia, el espacio como realidad primordial y la relatividad de todos los fenómenos.
Vale la pena glosar brevemente dicho texto fundamental. Es una densa obra preñada de referencias a libros antiquísimos, a lenguas y civilizaciones desaparecidas y a temas tan extraños como las cadenas planetarias que precedieron a nuestro mundo; la evolución secreta del hombre y de la Tierra, los raros seres que precedieron a nuestra actual humanidad, como también explica la constitución oculta del hombre, los planos de existencia sutil, las leyes secretas de la naturaleza y un sin número de otros temas con los que la autora pretende hacer una síntesis de la ciencia, la filosofía y la religión original.
La Doctrina Secreta no sólo es extraña en su contenido, sino también en la forma como fue escrita, porque su autora no tenía ni por asomo la inmensa cultura necesaria para semejante obra de erudición. Quizá habrá que creerle cuando afirma que le fue dictada telepáticamente por sus Maestros desde el Tíbet y la India.
El Ocultismo
Pero en el fondo ¿qué es este ocultismo que ha cautivado a tantas mentes científicas? En muchos diccionarios o enciclopedias el ocultismo es definido como un conjunto de creencias supersticiosas debidas a la ignorancia y a la mentalidad irracional de muchas personas. Y este es el concepto que comparten muchos que jamás se han tomado la molestia de estudiar a fondo estas materias a las que, como viene de decirse, se confunde con groseras supercherías populares.
Pero la verdad es otra. El ocultismo genuino tiene hondas raíces filosóficas y presenta un conjunto de saberes tradicionales que van más allá de la ciencia y se fundamentan en la experiencias de psíquicos y videntes de todas las latitudes: lo mismo el yogui indo que el cabalista europeo o el chamán americano, todos sostienen las mismas enseñanzas fundamentales: la unidad profunda de todas las cosas, su íntimo dinamismo, conexión e interdependencia, su naturaleza esencialmente psíquica y la existencia de diversos planos de realidad y grados de evolución; de facultades paranormales de la mente humana, de variados estados de conciencia, de múltiples dimensiones, realidades y energías sutiles, de seres no perceptibles por nuestros sentidos ordinarios y de un gran número de fenómenos sólo accesibles a los clarividentes.
Cabe precisar sobre los fundamentos de tales concepciones esotéricas lo que sobre el particular expone H.P. Blavatsky:” los testimonios acumulados de una serie interminable de Videntes que lo han atestiguado. Sus visiones espirituales, sus exploraciones reales a través de los sentidos psíquicos y espirituales desembarazados de la materia ciega, fueron regularizados sistemáticamente, comparadas unas con otras y su naturaleza analizada e investigada. Todo aquello que no era corroborado por una experiencia unánime y colectiva era desechado y sólo era aceptado como verdad establecida lo que, en varias edades, bajo diferentes climas y después de un sin número de observaciones incesantes, resultaba exacto y era constantemente comprobado…”
Los nuevos sabios
Koestler, al hablar de la nueva física, plantea esta seria cuestión: si el modelo del universo como un mecanismo de relojería, típico del siglo XIX, se ha derrumbado con el advenimiento de la teoría cuántica y de la relatividad, y el mismo concepto de materia ha perdido toda solidez, de forma que el materialismo ya no tiene derecho a proclamarse una filosofía científica ¿Cuáles son las alternativas?
Un coro de físicos, la vanguardia de las nuevas ciencias de la naturaleza se inclina a concebir la realidad en forma prácticamente esotérica y casi mística, hecho relievado por Fritjof Capra, destacado físico de Berkeley quien en su famosa obra: El Tao de la Física subraya la concordancia entre las antiguas concepciones y las más avanzadas ideas científicas. Estás son sus palabras…” La física moderna nos lleva a una visión del mundo que es muy similar a las visiones mantenidas por los místicos de todas las edades y tradiciones …las analogías con la física moderna aparecen no sólo en los Vedas hindúes, en el I Ching, o en los sutras budistas, sino también en los fragmentos de Heráclito, en el sufismo de Ibn Arabí o en las enseñanzas del hechicero Don Juan.”.
Y aunque puede existir alguna diferencia entre el ocultismo como tal que se ocupa del aspecto filosófico oculto de los fenómenos y la mística como experiencia interior, lo cierto es que ambos convergen en sus concepciones fundamentales. Veamos tan solo un ejemplo: según D.T. Suzuki, maestro del budismo zen, “los objetos solo pueden ser concebidos como sucesos y no como una cosa o substancia …, y esto es lo mismo que pregona la física cuántica para la cual a nivel atómico el concepto de sustancia no tiene sentido. Los átomos se componen de partículas y estas no están hechas de ninguna substancia material.” Lo que nosotros observamos son modelos dinámicos continuamente cambiando uno en otro, una danza continua de energía”, explica Capra en la citada obra. En particular, puede decirse que ya los sabios budistas tenían hace siglos, una concepción moderna de la materia: su doctrina del “vacío” (sunyata), según la cual todos los fenómenos carecen de sustancia propia, lo cual concuerda con las ideas básicas de la microfísica según se acaba de decir. En palabras del Nobel León Lederman “Una de las consecuencias de la teoría cuántica es que en el vacío saltan partículas a la existencia y salen de ella. Estas partículas……son sin excepción temporales. Se crean y enseguida desaparecen; es un bazar de frenética actividad y comoquiera que ocurren el espacio donde nada hay, en el vacío, no ocurre en realidad nada. Es una fantasmagoría cuántica”
Resulta de todo ello, que las concepciones esotéricas u ocultistas, deben ser examinadas con detenimiento y mente abierta, sin dogmatismos ni prejuicios, separando lo que es pura superstición de las genuinas ideas ocultistas que son avaladas por milenarias tradiciones. Ideas atrevidas, muchas veces insólitas y enigmáticas, pero siempre profundas e interesantes. Las biografías de los más grandes científicos demuestran que ellos nunca las desdeñaron.
*Abogado. Ex-magistrado del Consejo Nacional Electoral. Autor del Libro Nostradamus y la guerra islam-occidente (Villega Editores 2004)
Un artículo muy interesante , más aún cuando personas que hemos tenido una formación técnica , al encontrarnos en el camino de la vida descubrimos que compartimos una fascinación por lo oculto, paranormal , extraterrestre etc.