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Foto del escritorEsperanza Niño Izquierdo

A propósito del Primero de Mayo. Hoy es ayer. 

Actualizado: 17 jun

“Adelante de los pasos de un hombre siempre van los pasos de una mujer”. (Elena Garro, “Los recuerdos del porvenir”)

“Las conciencias encendidas como legumbres se agigantan”. (Anacaona- Cacica Taina de Republica Dominicana).


En muchos países occidentales, el Primero de Mayo, se conmemora un acontecimiento reivindicativo de los derechos laborales obtenidos gracias a las luchas de los trabajadores y que significaron cambios en las relaciones entre patronos y obreros. Recuerda ese día la huelga obrera que se adelantó en Chicago, y que ocasionó una gran revuelta que terminó con la ejecución de 5 trabajadores acusados de los disturbios contra la policía en el año 1886, denominados posteriormente como “los mártires de Chicago”. Estos hechos condujeron a la postre a un resultado contundente y justo, la jornada laboral de 8 horas, bajo la consigna internacional de los trabajadores de los tres ochos: 8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de estudio.


La historia de las luchas obreras en Colombia desde finales del siglo XIX y principios del XX, también estuvieron signadas por la violencia originada en enfrentamientos políticos partidistas, explotación a la clase trabajadora, persecución a líderes obreros, encarcelamientos, masacres y represión contra cualquier manifestación reivindicativa de derechos laborales ya que estaban prohibidas las huelgas, proscritas como delito de “Asonada” y por tanto drásticamente condenadas.



Nuestro país, dio cabida a las empresas multinacionales en los campos en que se empezó a desarrollar la economía. Fue así como la 1886, las primeras huelgas de trabajadores Portuarios ocurren en Barranquilla y Cartagena debido a la explotación laboral por parte de los transportadores fluviales. Seguidas de las que se suscitaron en 1921, en la Tropical Oil Company, filial de la Standard Oil Company de propiedad del magnate Nelson Rockefeller. El inconformismo laboral de los trabajadores fue siempre reprimido por los gobiernos conservadores. La más violenta ocurrida en 1928, fue la adelantada contra la multinacional bananera, United Fruit Company, que culminó con lo que se llamó la matanza o “masacre de las bananeras” donde fueron asesinados alrededor de 300 trabajadores bajo las balas del ejército gubernamental, hecho este, que se ocultó al país durante mucho tiempo.


La historia del movimiento sindical da cuenta de estas luchas de forma detallada, trayendo a colación los nombres de los principales líderes obreros en cada época y de sus movimientos huelguísticos, en la que se registra cómo, para lograr una cohesión de la clase trabajadora, fue necesario que el tiempo transcurriera entre sudor, lagrimas, dolor y muerte contra una clase dominante entregada al capital extranjero, que se enriqueció y llenó los bolsillos de los gobernantes y administradores en cada territorio donde se habían establecido estas multinacionales, cubiertos con el manto cómplice de la iglesia católica que también sacaba sus réditos gracias a la dominación ideológica de sus rebaños puestos al servicio de los patronos, cuando no del beneficio financiero que les aportaban los Patronatos Católicos, establecidos para albergar a las mujeres y niñas de las clases campesinas y más pobres de la población, localizados estratégicamente cerca de las fábricas textiles en las que estas laboraban, con el fin de garantizar al máximo la explotación de su trabajo.


La Lucha obrera con cara de mujer.


Sin embargo, en este sucinto recorrido ,- ya que la historia es compleja y se extiende en el tiempo-, de enfrentamientos violentos, generados por la discriminación social, la insalubridad, las largas jornadas de trabajo, que a la larga y después con el correr de los años, desembocarían en el reconocimiento y mejoras en las condiciones laborales, encontramos, lamentablemente, que no fluyó por la tinta de la pluma de los historiadores encargados del tema, las luchas ingentes de las mujeres y niñas que salieron a poner la cara a los patrones , cerrando las puertas de las fábricas textiles y a cuya cabeza se encontraba la joven Betsabé Espinal, primera huelguista colombiana, el “nervio embrionario” de éste movimiento que luchó contra el patriarcalismo reinante, la dominación machista que consideraba a las mujeres inútiles, débiles e incapaces intelectualmente, materializado en los abusos y la diferencia de menores salarios frente a los de los obreros, así realizaran aquellas igual trabajo.




Primera mujer huelguista
Betsabé Espinal

Betsabé, promovió entonces, con vehemencia y marcada beligerancia sus ideales de justicia hasta conseguir las más importantes conquistas que se consolidaban en uno solo pedimento: el respeto a la dignidad y a ser reconocidas como mujeres, a no ser objeto de abusos físicos y sexuales infringidos por los llamados “capataces” de las fábricas donde estas laboraban y de colofón, el recorte de la jornada laboral y otras reivindicaciones como veremos.


La historia omite entonces, los importantes acontecimientos que tuvieron origen en Bello, (Antioquia), a raíz de la huelga promovida por más 400 mujeres obreras el 20 de febrero de 1920 y que duró 21 días de cese de actividades en la Fábrica Textil de Bello, (después Coltejer) fundada por Emilio Restrepo Callejas. Huelga que marcó un hito definitivo en los cambios de las relaciones obrero- patronales, al tiempo que inspiró otras luchas que posteriormente se dieron en el país.

La iglesia, como siempre obsecuente y aliada del partido conservador, lo mismo que de la oligarquía nacional, había creado los Patronatos Católicos. Como el “Patronato de Bello”, que como su nombre lo indica, eran sitios de habitación auspiciados por los patronos y los curas Jesuitas, administrados por las monjas de la Presentación que estaban a su servicio. Estos Patronatos, en su esencia, cambiaban las relaciones sociales: “modificaron el tratamiento de la cuestión social comprometiendo de manera directa a los empresarios y al Estado, interesados en crear instituciones que contrarrestaran la inconformidad de los trabajadores [que venían organizándose en el país] restándoles autonomía, integrándolos a la marcha de la empresa y posibilitando de paso una mayor eficiencia en el trabajo”. (http:/sembrar2000.wixsite.com).


Betsabé Espinal, fue una niña huérfana de padre, cuya madre era empleada de servicio doméstico en las casas de la alta burguesía antioqueña. Allí, aprendió a entender las diferencias de clases, la discriminación, el maltrato, el racismo, y en general, las miserias que conllevan la pobreza. Pero también aprendió a conocer el lujo de los otros y por las ramas, sin el beneplácito de sus patrones, también aprendió a leer y escribir, condición que más tarde sería de gran valía para los propósitos que el futuro le tenía deparado. Betsabé fue rebelde desde muy pequeña lo que trajo como consecuencia el despido de su madre, lanzada a la calle, sumida entonces en la más infame pobreza. La niña fue regalada al Patronato cristiano de Bello, para que trabajara y mantuviera a su madre que había enloquecido.


La vida no pudo ser más infeliz para un ser humano que ingresaba a esa institución orientada bajo el “modelo Mariano” entronizado por las monjas. Aquellas “siervas de Dios” ejercían todo tipo de cargas morales y físicas para aniquilar los espíritus y hacer más dóciles a las trabajadoras de la fábrica textil. Las prohibiciones eran todas; no hablar, no reír, no llorar, no dormir, no equivocarse, se trabaja a conciencia y quien no lo hacía no comía, “no” y “no” eran las consignas. Es decir, las monjas cumplían la misión encomendada a cabalidad. Lograban dominar al máximo los espíritus de las niñas y mujeres, toda vez que trabajaban desde los 12 años y menos, hasta los 25 años, en el convencimiento de que no necesitaban ni la fuerza ni la inteligencia de los hombres para desarrollar el trabajo textil. Su estrategia eran los rezos diarios de noche y de día, oraciones encaminadas a aniquilar sus mentes y mantenerlas en la más absoluta sumisión, doblegándoles el carácter en condiciones casi de esclavitud, de hambre y bajo la premisa de la obediencia y la sujeción a las rigurosas normas de rendimiento al máximo en el trabajo, que se extendía por más de 16 horas diarias. En estas circunstancias, si las mujeres y niñas cumplían con rigor estos mandatos con toda seguridad ganarían la “salvación eterna”, así en sus vidas, la realidad fuera el Infierno al que eran sometidas, mientras con su dedicación y trabajo abnegado rindiendo al máximo de sus fuerzas, engrosaban los bolsillos de los dueños de las fábricas a quienes poco les importaba la “salvación eterna”.


Betsabé Espinal, llevaba consigo tal fuerza que en lugar de mermar su rebeldía, cada día se acrecentaba más hasta convencerse de que la injusticia tendría que acabar algún día, sin esperar la felicidad metafísica que ofrecían las siniestras monjas. Para ello, en las noches después de quedar en la penumbra de la inmensa habitación donde dormían hacinadas mujeres y niñas, ella les susurraba a cerca de la necesidad de buscar un mejor trato, unas mejores condiciones laborales y remarcaba con vehemencia el derecho a ser reconocidas como mujeres trabajadoras dignas de respeto y que por tanto tenían derecho a se acabaran los abusos físicos y sexuales a los que eran sometidas por los “capataces”, abusos, que en muchos casos terminaban en embarazos y abortos, aunque en la mayoría de estos, las niñas o mujeres eran lanzadas a la calle en el asfalto de la miseria o a la prostitución y en otros muchos casos, internadas en los manicomios donde terminaban su desgraciada humanidad. Otra increíble exigencia era la prohibición de usar zapatos. Debían ir descalzas entre el fango y el piso frio de la fábrica, puesto que con estos, según pregonaban los administradores, mancharían las telas que elaboraban.

Expresaba en su momento Betsabé” No tenemos ahorros, para sostener la huelga, solo tenemos nuestro carácter, nuestro orgullo, nuestra voluntad y energía”. Preconizaba como primer derecho a defender sin que fuera negociable, el de la dignidad y respeto a las mujeres y niñas. (Ana Sánchez “, Citada en Udenar.edu.com. Por Lydia I. Muñoz Cordero. Presidenta de la Academia Nariñense de Historia.)


Logra la joven Betsabé reunir un número importante de al menos 400 mujeres que se apostaron frente a las puertas de la fábrica, cerraron sus entradas , realizando la primera huelga de trabajadoras que se conozca en la historia laboral colombiana y que se registró ampliamente en los diarios locales lo mismo en los de mayor circulación nacional, no solo causando mucho ruido sino también el apoyo de la población de Bello, recibiendo ayudas del recién fundado Partido Socialista, así como de otras organizaciones obreras, cuyo medio de difusión era El Luchador. (cfr. Reinaldo Espitaleta, "Betsabé - Betsabé").


Marcó así la huelga un hito en la lucha por los derechos de los trabajadores, ya que a esta protesta femenina se unieron muchos trabajadores de la fábrica, lo mismo que obreros de todo el país, así como las gentes del común, que brindaron decidido apoyo a las huelguistas.


Fue tal la dimensión de la protesta que llegó incluso hasta el gobierno nacional que lo llevó a tomar cartas en el asunto. La iglesia por su parte anunció la expulsión de su seno de las activistas. Hasta amenazas de muerte se hicieron llegar a las líderes del movimiento venidas desde la administración de la fábrica. Sin embargo, pasados 21 días de huelga, los propietarios evaluando las representativas pérdidas económicas y los problemas políticos que podrían generar estas manifestaciones, comprendieron que el recurso humano (así fueran mujeres y niñas) era más importante que las costosas máquinas importadas y que éstas, sin su intervención, solo se oxidarían y no producirían ni ruido.


Consiguió el movimiento liderado por Betsabé Espinal que se le respetara su integridad como mujeres, obteniendo el despido a los abusadores “capataces”, igualmente una jornada de 10 horas diarias con una hora de descanso, justicia salarial al aumentarse en un 40% sus salarios y equiparándolo en alguna medida al de los hombres que hacían el mismo trabajo en la fábrica.


La explotación que con cara de mujer se daba en todas las fábricas del país volvió a generar otras huelgas en diferentes partes, como las de la fábrica de Rosellón en Envigado, que “en junio de 1929, presentó un segundo momento de protesta de sus 186 obreras y 14 obreros, en medio de la crisis económica general, porque la fábrica había tomado la decisión de rebajar los salarios de sus obreros. El Periódico El Correo de Colombia divulgaba que la rebaja de los jornales había sido del 25%, excluyendo a los obreros”. (https://www.centrodehistoriaenvigado.com/historia-de-rosellon-1911-1943/)



No obstante haber sido un movimiento que logró penetrar en las mentes de otras organizaciones tanto de hombres como de mujeres, así como de los sindicatos mixtos, tal como se ha evidenciado, Betsabé Espinal quedó sumida en el más oscuro olvido por muchos años .Fue hasta la década de los 70s, del siglo XX, que volvió a la luz gracias a historiadoras y periodistas conscientes de la importancia, que su nombre significó. Solo así, se logró en ese entonces, que cruzara las páginas de la historia del movimiento sindical que lastimosamente había desconocido la magnitud que su estela de lucha había dejado para el futuro de los trabajadores colombianos.


Como colofón de este episodio podríamos decir que el respeto a la dignidad de las mujeres trabajadoras de la Fábrica de Bello se encuentra vigente hoy tanto como ayer. Antes que otras reivindicaciones laborales, en estos tiempos aún se debe exigir respeto, abandono del acoso laboral y de la odiosa discriminación patriarcal que busca minimizar la capacidad intelectual de las mujeres, como ocurre sistemáticamente cuando se hace pública una elección de una de mujer para acceder a cargos de gran responsabilidad en el Estado, pues no faltan los desafortunados comentarios de importantes funcionarios y exfuncionarios descalificando sus capacidades y habilidades por el solo hecho de ser mujeres.

Adenda: La escritora Caleña, Ángela Becerra en 2019, escribió una sublime novela histórica llamada “Algún día hoy” ganadora del Premio de Novela Fernando Lara 2019 de la Editorial Planeta, que recomiendo leer. Además de su bellísima prosa llena de sentimiento, nos regala una semblanza del carácter y talante de Betsabé Espinal. Imperdible.


*Abogada, Magister en Administración pública, Subcontralora de Bogotá. Autora de la obra Mujeres rescatadas del olvido.(Ed EKEPSY,2023) colaboradora de la revista Columna 7, Santa Marta.


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